Grindeldore

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    Ha pasado un mes desde la muerte de mi madre. Un mes desde que quedé a cargo de Ariana y Aberforth. Un mes donde sentí como mi vida se derrumbaba, donde mis planes y viajes quedaron en la nada. Un mes donde creí que todo estaba perdido.

    Aberforth quiso abandonar sus estudios en Hogwarts, y cuidar de la pequeña  Ariana. Logré persuadirlo de esa idea, y de que terminar sus años de estudio era lo mejor que podía hacer. Ariana está cada vez más inestable, la muerte de nuestra madre le afectó más de lo que imaginaba.

    Bathilda viene seguido a vernos, apreciaba mucho a mamá. Su sobrino, Gellert Grindelwald, siempre la acompaña. Él me parece atractivo. Me contó que estaba en el Valle de Godric por una razón, estaba investigando acerca de las Reliquias de La Muerte; y que con ellas se impondría ante el mundo mágico y dominaría a los muggles. Me pareció algo totalmente descabellado, sin embargo me ofrecí a ayudarlo, después de todo quería vengar lo que aquellos niños muggles le hicieron a Ariana.

    Comencé a pasar bastante tiempo con él, me hacía sentir pleno, libre, vivo. A veces nos enfrentábamos en duelos para así prepararnos para lo que debamos enfrentar en nuestra búsqueda de las Reliquias. Sus movimientos con la varita eran únicos, increíbles. Un día lancé un encantamiento repulsor que lo tomó por sorpresa, creí que lo había herido. Corrí hacia él, me arrodillé a su lado y lo tomé por el cuello; parecía haberse desmayado, hasta que finalmente abrió sus ojos. En todo este tiempo jamás puse atención a sus ojos. Eran hermosos. Me perdí en ellos. Lentamente fui acercándome a sus labios, pude sentir como su corazón se aceleraba, sentía como su respiración jadeante se volvía más y más fuerte...

    -Albus ¿puedes venir un momento?

Me volví en dirección de la voz. Era Aberforth que venía corriendo desde la casa.

    -¿Qué sucede? - le pregunté.

    -Es Ariana, acaba de despertar y no deja de repetir tu nombre.

Me incorporé rápidamente y me dirigí a la casa. Aberforth miró con desprecio a Gellert y enseguida fue detrás de mí.

    Entré a la habitación de Ariana, ella me vio, corrió hacia mí y me abrazó fuerte.

    -Albus hermanito, estás aquí. - me dijo aun abrazandome.

    -Por supuesto Ariana, siempre he estado aquí.

    -Te extrañé durante todo este tiempo. - me respondió mirándome a los ojos.

    -¿De qué hablas hermana?  Jamás me aparte de tí

    -Lo sé yo... he estado perdida, dentro de mí, pero eso no me impidió ver lo feliz que has estado desde la muerte de mamá.

    -¿A qué te refieres? - le pregunté.

    -¡Ay Albus! sabes muy bien a lo que me refiero, al sobrino de Bathilda. - me contestó riendo - Se nota a kilómetros que él te gusta y...

    -No digas tonterías Ariana, él y yo somos solo amigos. - la interrumpí.

    -He visto como lo miras Albus, se que estás enamorado de él. - me contestó

    -Por más que esté enamorado de Gellert no puedo hacer nada, debo cuidar de ti y de Aberforth.

    -Por eso hay algo que debo pedirte hermano, algo que solamente tú puedes hacer. - me dijo apartándose de mí.

    -¿En qué estás pensando? - pregunté presintiendo lo peor.

    -Debes terminar con mi vida, solo así podrás estar junto a Grindelwald.

    -De ninguna manera Ariana, soy tu hermano y cuidaré de ti. - respondí furioso.

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