Adiós, amor.

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El día era parcialmente nublado, teniendo en cuenta la estación del año. Era inicios de verano y Tharn Suppasit se preparaba para salir en busca de su amado Type. Su esposa, Aim, lo observaba desde el otro lado del umbral y en su cara se reflejaba el disgusto porque sabía con exactitud hacía donde se dirigía su marido.

Iba a buscar a ése maldito gitano que conoció en la feria.

Lo sabía, ella lo sabía. No era tonta para no darse cuenta de que su marido mantenía una relación extramarital con aquel hombre de piel canela y ojos pardos. Podía sentir el olor ajeno en la ropa de Tharn, incluso había notado más de una vez marcas en el cuello de su esposo. Marcas, que por supuesto, no había hecho ella.

Como evidencian de aquella relación estaban las cartas que Tharn recibía por parte de aquel hombre, que firmaba con el nombre de Type Kanawut. Ella misma había leído en su mayoría aquellas cartas que desvelaban un amor tan inmenso como el mismo océano. Y lo odiaba...

Aim odiaba con todo su corazón a aquel gitano, porque desde su llegada ella perdió por completo a su esposo. Si bien ella siempre supo que Tharn no la amaba, con la llegada del gitano todos sus intentos por ganarse el cariño de su marido habían fracasado vilmente.

¿Por qué Tharn no podía ver en ella lo que veía en aquel hombre?

¿Por qué no la quería?

Ella había intentado bajo todos los medios enamorarlo y ganarse su corazón, pero éste siempre se mostraba reticente. Y fue así siempre, desde que sus padres arreglaron sus matrimonios para conservar la alcurnia de sus apellidos, en la boda, y lo era en ese momento.

Ella, por el contrarío, desde que lo vió por primera vez había quedado perdidamente enamorada de él, y desde entonces no había tenido ojos para ningún otro hombre.

— ¿Vas a algún lado, cariño? — indagó con falsa inocencia, mientras se acariciaba la barriga de apenas tres meses de gestación.

Tharn sintió como los vellos de sus brazos se erizaban ante el sonido horripilante de aquella voz chillona y falsa.

— Si — contestó tajante, ignorando las miradas ardidas que le lanzaba su esposa a través del espejo. Él siguió arreglándose sin importarle nada más.

— ¿Volverás para cenar, verdad?

— No lo sé, Aim. Aunque lo más oportuno sería que no me esperes.

La mujer asintió a regañadientes y se retiró a su propia habitación. Sintiéndose humillada y dolida ante el desprecio del hombre que amaba. Se lanzó a la cama a llorar desconsoladamente, y poco después escuchó la puerta principal siendo cerrada, lo que indicaba que su marido se había marchado al fin.

Iba en busca de aquel gitano que le robó el aliento.

Se pasó horas llorando hecha una bolita, pensando en que hacer para alejar a su esposo de aquel hombre de una vez por todas, pero ninguna idea llegaba a su distorsionada cabeza. Pasaron horas, y más horas, y cuando vió el reloj ya pasaba de la media noche, lo que indicaba que Tharn no regresaría a dormir otra noche más...

Una noche más en su soledad...

Una noche más imaginándose a su esposo hacerle el amor a aquel hombre con adoración, como nunca en la vida se lo había hecho a ella. Como sabía que nunca se lo haría, ni aunque se lo pidiera de rodillas.

Si tan solo ese maldito gitano se largara, ella podría tener nuevamente otra oportunidad para conquistar el corazón de su marido y de ganarse su amor.

Pero sabía que eso no pasaría, porque los gitanos habían llegado para quedarse. Y si no se marchaban, ¿qué otra solución había para alejarlos? Tan solo la muerte, y el gitano se veía saludable, lo que indicaba que no estaba próximo a morir.

El lago de los perdidos ➻ Tharntype.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora