𝟎𝟐. 𝐃𝐞 𝐯𝐢𝐜𝐢𝐨𝐬 𝐲 𝐩𝐞𝐜𝐚𝐝𝐨𝐬

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«La vida es una comedia para aquellos que piensan y una tragedia para aquellos que sienten».

Horace Walpole.

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Conforme la noche avanza y las personas pierden sus cabales dentro del mismo espacio donde él consume aire, Louis eventualmente permite que ese sentimiento colectivo se cuele dentro de su propio torrente sanguíneo.

No tiene pensado emborracharse al grado de perder la consciencia, debe manejar de regreso a casa, así que toma tres cervezas, reserva la cuarta para luego e ignora el resto de bebidas, que parecen tener vida y llamarle desde la barra. No parece buena idea mezclar distintas cosas, por más tentador que suene. Al día siguiente no tiene que trabajar, afortunadamente, pero opta por evitar la resaca. Una decisión partidaria del supuesto adulto responsable que es.

A su edad, el solo desvelarse hace que ya le depare una migraña segura. Por lo tanto, lo que menos quiere es acabar vomitando por no respetar sus límites, para variar. Se conoce lo bastante bien.

No le apetece tentar a su resistencia, aunque sepa que es muy buena.

Quiere disfrutar su día libre siendo aburrido: tomar un baño, ver una comedia absurda que estén transmitiendo en la televisión, tal vez unos cuantos capítulos de Mentes Criminales, escuchar música y salir al garaje para ver a su perro rodar en el césped. No quiere, bajo ningún concepto, pasar su fin de semana bebiendo electrolitos orales y embutiéndose pastillas para el dolor de cabeza, con sed terrible y náuseas de embarazada.

No es muy devoto del baile, algo que olvida por completo con alcohol y decenas de desconocidos a su alrededor. Nadie lo verá si hace el ridículo, está todo oscuro dentro del club, salvo la iluminación de colores estrafalarios que bañan y convierten al Excessus en un paraíso alucinante. El ritmo de la canción que está sonando parece bastante seguro, hasta para sus movimientos poco coordinados.

Cuando Louis está en la pista, no baila con alguien en especial. Está balanceando su anatomía para distintos cuerpos, que le rodean y recrean la misma dirección que él. Hay una combinación de canciones de rock con algo que parece pop, lo más comercial del momento.

Sin darse cuenta, se halla cantando y no comprende en qué instante se ha aprendido esas tonadas. Es muy probable que escuchara alguna de esas melodías en el trabajo, cuando uno de sus compañeros ponía algo de música para aligerar el ambiente. Su inconsciente almacenó esas letras, que no le servirían de nada, más allá de sus noches de fiesta.

Siente las manos de una chica tentarle el pecho. Otro chico que le toca el brazo, en una caricia que se desliza de la muñeca hacia arriba, llegando a apretarle el bíceps. Louis tiene ganas de reír, permite el contacto por unos segundos y después se aparta con delicadeza.

Lo que él mira es el rostro sofocado de dos chicos, que lucen ligeramente afectados. Lo que ellos ven es un hombre atractivo, que inclina su cabeza respetuosamente y retrocede para salir de la pista. Les regala a ambos una sonrisa agradable, sus ojos azules y su rostro se tiñen de morado a la par de las luces artificiales, que luego cambia a rojo.

Louis necesita aire fresco, la temperatura dentro del Excessus es caliente a comparación del exterior. Se siente acalorado y decide salir a fumar. Para ello se dirige al área destinada a eso, que está cerca del parqueadero, porque está prohibido fumar en el antro.

El guardia le permite salir sin complicación. Hay otro par de personas ahí, consumiendo su respectivo cigarrillo. Recibe algunas miradas como saludo de los desconocidos, regresa el gesto y se apoya contra una de las paredes.

𝐄𝐱𝐜𝐞𝐬𝐬𝐮𝐬 [l.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora