He Tian era un demonio demasiado terco y obstinado, pero lo que más lo hacía un desastre era: su extrema curiosidad por los humanos.
Sus escasos cinco mil años lo convertían en el más joven de los suyos, y eso no hacía más que empeorar las cosas con Mammón, el demonio líder de su círculo. Quien cada vez que le veía, no podía evitar su deseo de mandarlo a algún otro círculo, con facilidad encajaba en cualquiera de los otros ocho.
Vivían en el cuarto círculo del inframundo. Su familia era una de las más temidas tanto en el infierno como en el cielo, ya que eran embaucadores por naturaleza. Ellos y los demás en el círculo, eran los encargados para arrastrar la mayor cantidad de almas, que sedientas de riqueza y poder, hacían lo que fuera para conseguir sus metas. En la tierra, muchos conocían sus nombres y eran fielmente llamados, cuando las personas sumidas en la avaricia, les ofrecían sus almas sin demasiada resistencia.
Los demonios jóvenes normalmente no recibían ningún tipo de encomiendas, ya que antes de eso había que instruirlos acerca de lo que podían o no podían conceder, así como de lo que podían o no solicitar a cambio del “favor”. He Tian había demostrado tener aquella facilidad que todos en su familia, podía engañar a otros demonios de su mismo rango e incluso mayor. Es por eso que el señor de aquel círculo había tomado una decisión.
‘Tiene que hacerlo, su tiempo ha llegado’ había dicho tajante Mammón, mientras hablaba con la cabeza de la familia, He Cheng.
‘Mi señor, es muy joven aún. Deberíamos esperar, al menos, mil años más’ respondió Cheng, tentando su suerte. Por mucho que fuera uno de los favoritos de su amo, cuando esté ordenaba algo, nadie podía llevarle la contraria y su mirada se lo hizo saber. ‘Está bien, hablaré con él’ dijo finalmente e hizo reverencia.
‘Le encargaré a alguien fácil, no debería tener tantos problemas con él, el alma de su padre ya está en nuestras manos’ dijo por último Mammón, mientras desaparecía entre llamas ardientes.
Inmediatamente Cheng desapareció de la misma manera.
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He Tian tonteaba como siempre, recostado en una de las bardas que rodeaban los límites del círculo. No había nada bueno qué hacer y sus pequeñas visitas al plano terrestre, habían sido prohibidas desde que empezó a tomar la apariencia de los humanos para jugar con uno de ellos. Lo había seguido durante años, al principio desde lejos, a veces influyendo en sus decisiones y muchas otras hasta lo había ayudado.
Pero cierto día había cruzado la línea, se había inventado una vida y había impuesto recuerdos en todos a su alrededor, sólo para estar cerca de él porque había algo en aquel chico que lo hacía demasiado atractivo, demasiado interesante. Claro que cuando los demás demonios se enteraron de aquello, le prohibieron volver a la tierra y le quitaron la habilidad de poder ir y venir a su antojo. Por suerte, jamás supieron quién era aquel humano.
El joven demonio no entendía por qué habían ‘reglas’ entre ellos ¿no se suponía que eran seres malévolos y su única existencia era para hacer cosas malas? Era tan aburrido habitar en el infierno y no quería ni imaginarse lo que sería vivir en el cielo. Pero quizás, vivir en la tierra, no sería tan malo. Después de tener varias experiencias con sus habitantes, había llegado a la conclusión de que podían llegar a ser muy divertidos.
Era cierto, los humanos eran seres incapacitados de muchas maneras, pero también eran seres que gozaban de innumerables reglas y que poco importaban si las seguían o no, al menos en vida. Porque cuando morían y sus acciones eran pesadas, él y los de su origen, eran los encargados de cobrarles todas y cada una de sus ofensas. Pero aún sabiendo todo aquello, a He Tian se le antojaba más vivir de una forma etérea pero en demás, gratificante.
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DEMONS
FanfictionDonde los Demonios y los Ángeles se divierten con los humanos... ◇Los personajes no me pertenecen.