Parte única.

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|Porque tocarlos era su mayor pasatiempo|

En todo lo que había sido de tu corta vida, jamás habías desarrollado un fetiche

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En todo lo que había sido de tu corta vida, jamás habías desarrollado un fetiche. Y no era porque quisieras dar la apariencia de ser "una niña buena e inocente", claro que no, era simple la razón: no los entendías. ¿Cuál era el afán de los muslos? ¿De los lentes? ¿De los pies? ¿De los glúteos? ¿De los pechos? ¿De la lencería? ¿De dónde nacían todas esas obsesiones? ¿Por qué había gente que los desarrollaba hasta un grado enfermizo? Era raro, muy raro.
Así transcurrió gran parte de tu secundaria y preparatoria, oyendo a tus compañeras y compañeros hablar de qué chica los tendría más grandes para poder hacer ciertas posturas, de qué chicos estarían más dotados, de lo lindas que eran las féminas en faldas y medias, de lo genial que les quedaba a los varones los pantalones cortos de Educación Física, etcétera.

Pero... lo conociste y allí todo cambió. Absolutamente todo.

Gohan era un chico aparentemente normal, no había mucho qué destacar además de su gran intelecto y su amabilidad e inocencia característica. Él no estaba colocado entre los estudiantes más atractivos de la escuela ni nada de esas cosas, era más de pasar por inadvertido. Mas sin embargo, sabías que eso se debía a que la gente no lo conocía realmente; vaya que las chicas cambiarían de parecer si lo vieran vistiendo ropa más juvenil o sin playera simplemente. Y estabas agradecida que fuera así, que el resto no supiera lo que aquellas ropas anticuadas ocultaban muy bien.

Solamente tú tenías ese privilegio.

Al igual que los demás, al inicio tú también pensabas que el primogénito de los Son era un chico tímido, estudioso y no muy fanático de los deportes, inclusive seguiste un tiempo con ese pensamiento después de que ambos se volvieran formalmente novios. Era un amor puro e inocente el que ambos tenían; con darse pequeños besos dulces y tomarse de la mano mientras iban de regreso a sus casas tras un día de clases..., sí, eras feliz, te sentías plena. Empero, sucedió: un día como, aparentemente, cualquier otro, fuiste a su casa de sorpresa y lo viste con un gi morado que daba una buena vista de su trabajado cuerpo, sumándole el hecho de que estaba sudado y jadeante por haber estado entrenando.

Aquel día dio comienzo a tu perdición.

Lo comenzaste a ver más, o bueno, en sí ya lo observabas desde mucho antes -era tu novio, al final de cuentas-, pero antes no fijabas tu mirada en determinada parte de su anatomía que se hallaba cubierta gracias a su ropa, la cual se te hacía un estorbo ya que no te dejaba contemplarlo en todo su esplendor. Era sorprendente pensar lo bien formado que él poseía sus pectorales, no teniendo que envidiar casi nada a la chicas en ese ámbito, y en sí todos los músculos definidos que tenía. En verdad te había sido todo un deleite visual verlo con su ropa de entrenamiento, por lo que querías poder admirarlo nuevamente de esa forma.
Te sorprendiste de ti misma al percatarte de que empezaba a llamarte la atención de sobremanera su cuerpo, su tan atractivo cuerpo; lo querías tocar, saber cómo se sentía pasear tus manos por su silueta.

𝐏𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫𝐚𝐥𝐬 |GoнαɴхLecтorα| [Drαɢoɴ Bαll] (Oɴe-ѕнoт)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora