1. Siguiente parada, New York

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– ¡Mierda Fizzy, no puedo creer que por fin estemos haciendo esto! – Exclamó la castaña mientras observaba todo a su alrededor, las personas iban y venían y no parecía ni si quiera notarlas – De verdad no lo puedo creer.

–¡Qué dices! Lo hemos planeado por más de media vida, si me lo preguntas, se siente mejor a como lo había imaginado – Sonríe, embelesada con todo a alrededor.

Fizzy se volteó a ver a su amiga y ésta estaba tan pálida como un papel. Sin embargo, sus mejillas estaban totalmente rojas.

–Tengo ganas de vomitar ¿Tú no? – Dijo Ivy.

Fizzy soltó una risa estruendosa que de inmediato reprimió, la situación también la tenía más que extasiada; tenía el presentimiento que en cualquier momento se le uniría a su amiga, para vomitar en uno de los baños del aeropuerto.

...

Ambas estaban paradas frente a la puerta que las llevaría a tomar el avión. Fizzy por un momento pensó que esa puerta significaba el mayor logro de su vida hasta el momento y no podía esperar por cruzarla.

–No se olviden de llamar, si necesitan dinero sólo avísenos – El señor Eduardo toma a Fizzy por los hombros y planta un beso en su mejilla – Te quiero hija, haznos sentir orgullosos y tengan cuidado con esos gringos, todo están locos.

Fizzy soltó una risa perezosa – !Vamos papá¡, no creas todo lo que ves en televisión, pero para que estés tranquilo prometo que lo haré, tendremos cuidado.

– Te voy a extrañar, hija.

– Yo también, pá.

La señora Marleny aparta a su esposo casi de un empujón, para abrazar a su hija – ¡Oh, ¿en qué momento se creció mi gurresito?!.

– Llamaré todos los días para que puedas dormir tranquila, mamita – Fizzy llena a besos, la frente de su madre.

– ¡Vamos, Fizzy, déjame despedirlos, no eres la única que tomará un avión! – Reclama la amiga.

...
La señora Anne las toma por las muñecas y se dirige a Fizzy primero.

– En cuanto llegues cariño, quiero que pongas una estrella en la puerta, la más brillante que veas, porque quiero que le hagas saber al universo lo que eres ¿De acuerdo? –  Fizzy sonríe y asiente como una niña de 5 años.

– Y tú mi pequeña, demuéstra de lo que estás hecha, estás allí por tus talentos así que nunca dudes de ellos ni dejes que nadie te haga pensar que no eres lo suficientemente buena para estar allí, ¿Está bien? – Ivy sonríe y asiente.

– Lo sé, madre.

– ¡Oh, vengan acá! – Anne abraza a ambas chicas al mismo tiempo que deja marcas de labial en sus frentes.

El señor Gómez toma a su hija y deja un tierno beso en su cabeza y de paso abraza a Fizzy.

– ¿Saben que las queremos y que tienen un lugar en casa por si quieren regresar, cierto? – Con el rostro tinado en rojo y la voz quebrantada, intenta decir. Anne se da cuenta de ello y se limita a palmearle el hombro como muestra de su apoyo.

– ¡Vamos pà! no llores, hemos hablado de esto más de la cuenta – Expresa ivy, con un gestos de lástima.

El abogado se endereza, arreglando su corbata.

– ¿Llorar? – Con la manga de su traje seca sus húmedas mejillas – ¡Oh, no hija!, éstas son lágrimas de felicidad porque ya no tendré que escuchar esas horribles canciones de One Direction todo el día.

Ivy y Fizzy rieron al unísono y se vieron con complicidad, ambas sabían que iban a extrañar a las personas que dejaban atrás y tenían al frente, pero ya no había marcha atrás y tampoco es como si quisieran hacerlo.

3:00 am, hora del despegue

Una vez el avión sobre el aire, pudieron presenciar como la ciudad en la que vivieron toda su vida se hacía cada vez más pequeña, dejando atrás sus padres, amigos y sus antiguas vidas. Estaban más que asustadas, pero eso no se comparaba con la felicidad que sentían en el momento.

Fizzy toma las manos de su amiga y las entrelaza con las suyas.

– No importa lo que el mundo nos lance, no nos ganará.

Ivy solo se limita a sonreír, estaba aterrada, pero sabía que con Fizzy a su lado, todo saldría bien.

Las luces de New YorkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora