En el balcón

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Él

¡Biiiip! ¡Biiiip! el tono de mi celular sonó despertándome de golpe.Era una llamada equivocada. Estire el brazo y lo tome. Eran las cinco de la mañana, demasiado temprano. Todavía me faltaban cinco horas para que sonara mi alarma; tenía mucho sueño. Pero, en lugar de volver a acostarme, me levanté. Cual fuera la razón que me llevó a salir, puedo decir que ir al balcón es la mejor intuición que he tenido.

Allí estaba ella, de pie en el balcón del departamento de al lado, con su cabello negro ondeando al viento y luciendo una bata azul. Me quedé observándola durante un largo rato, tal vez esperando que me mirara, pero ella no apartaba la vista del cielo. Por alguna razón, a pesar de que mi cuerpo me pedía a gritos volver a la cama, me quedé quieto. Y de repente,su voz surgió como un susurro en la brisa.

—Los recuerdos son efímeros —dijo ella, sin apartar la vista de la misma dirección—. Por eso las fechas son importantes... Veintiuno de noviembre.

En ese momento, no comprendí el significado de sus palabras, cautivado por el sonido que emanaba de sus labios. Se giró hacia mí y, por fin, pude contemplar su rostro. Una sonrisa se dibujaba en sus labios, que me dejó completamente sorprendido.

—El día en que nos conocimos. —Se volteó y caminó hacia las puertas. Diez segundos de silencio expectante transcurrieron hasta que la voz de ella rompió la quietud—. Lo recordarás —dijo de espaldas.

—Sí —respondí. No tenía la certeza de si se dirigía a mí, pero contesté sin dudarlo.

Regresé a mi cuarto después de su partida, me acosté y comencé a rememorar los minutos anteriores. ¿Qué había sido aquello? ¿Realidad o ilusión? Seguía sumido en mis pensamientos cuando me percaté del calendario.Veintiuno de noviembre, marqué la fecha con un círculo y, al instante, el sueño me venció de nuevo.

Desperté, esta vez en la hora adecuada. Me preparé para salir y, al cruzar la puerta, la imagen de ella cruzó por mi mente. Una fugaz esperanza de encontrarla se esfumó al no verla por ningún lado. Subí al auto y conduje hacia el club donde juego tenis con mis amigos. Al llegar, me cambié de ropa y me reuní con ellos en la cancha. Saludo a todos y formamos dos equipos para un partido de dos contra dos. Mientras golpeamos la pelota, no pude evitar contarles sobre el encuentro con mi vecina.

—¿Habían conversado antes? —preguntó mi amigo Alex.

—Ni una vez desde que me mudé —Hace cuatro meses mis padres me rentaron un apartamento cerca de la universidad. Querían rentarme una casa, pero logré que desistieran, ya que solo iba a estar hasta que terminara la carrera.

—Es bonita —dijo Javier, con un tono que evidenciaba su interés superficial, propio de un playboy.

—Hermosa —contesté.

—No te confíes, aún estaba oscuro cuando la vio —comentó Raúl con tono misterioso.

—Vas a comer con tus padres —mencionó Alex, cambiando de tema.

—Sabe ella que eres un niño mimado —dijo Javier en tono jocoso.

—Irás y le contarás, Javier. Mantén a tu chica alejada de este, James —dijo Alex con un deje de advertencia.

—¿Y tú, amigo, por qué estás tan callado? —dije a Raúl, extrañado por su quietud, ya que era el más bromista del grupo.

—Estoy analizando la situación. ¡Acabo de encontrar un pretexto perfecto para hacer una fiesta! —exclamó Raúl con entusiasmo.

—¿Necesitabas uno? —dijo Alex con ironía.

—Somos estudiantes nuevos —respondió Raúl— ¡Necesitamos fiestas!

Especial de San Valentín     5: A.M. (El y Ella)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora