11. Viaje

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Mikasa acomoda su bolso en su hombro derecho, cubre sus oídos con ayuda de sus manos y sale rápidamente de la cafetería. No aguantaba otro comentario empalagoso más.

—¡Hey, Mikasa! ¿A donde vas? —exclama Jean, siguiéndole el paso.

—A cualquier otro lugar donde no te oiga.

—Tú preguntaste sobre mi relación y yo respondí. ¿Cómo puedes dejarme con la palabra en la boca?

—Esperaba un "Si todo marcha de maravilla, gracias" no que me contaras todo un repertorio desde su primer beso hasta el olor de su cabello —añade con sorna, bajando sus brazos para así, presionar el botón del ascensor.

Las mejillas del alto rubio se sonrojan ante el comentario de su compañera.

—¡Y–Yo en ningún momento te comenté sobre el olor de su cabello! —rasca su nuca—. Aún no llegaba a esa parte.

Mikasa rueda sus ojos con una leve sonrisa antes de adentrarse en la gran caja de metal. Jean de igual forma ingresó, apoyándose en la baranda que allí se encontraba, de brazos cruzados.

—Gracias —dice él, observando los números de los diferentes pisos—, de verdad.

—¿Por qué me agradeces tan repentinamente? —cuestiona, elevando una de sus cejas.

—Por su trabajo, Pieck siempre está ocupada. Trabajar en un hospital es agotador, sus ojeras y las de Marco están horribles —ríe—. Este domingo, por fin estará libre y podremos salir. Gracias por tomar mi lugar en el viaje.

Mikasa realiza un vago ademan, indicando que no le tomara importancia.

—No es nada, diviértete. Además, tú me has salvado muchas veces. Por fin lograremos un empate.

—Cierto —asiente, sonriendo.

El conocido sonido que les indicaba su destino, se hace presente en sus oídos. Bajan y se encaminan con dirección al estacionamiento. Su jornada laboral había terminado.

—¿Crees que alcancemos a regresar el mismo domingo? —pregunta inquieta—. Tengo clases el día siguiente.

—Se supone que es una reunión de dos horas máximo. Aunque usualmente suelen alargarse, sí creo que alcancen a llegar.

Mikasa opta por creerle y convencerse de que será así. Los últimos dos meses, su relación con Levi fue "mejorando" si se podría decir. Interactuaban más, en ocasiones dejando a un lado lo laborar, si el tiempo lo ameritaba, iban por alguna bebida caliente. Rara vez, el tema de Misa salía a la luz, cosa que la hacía sentir cómoda.

Sin embargo, existía un pequeño problema, o así lo percibía Mikasa. Desde que conoció a Levi, tuvo una imagen cerrada de él. Siempre lo vio como una persona con una actitud brusca y una personalidad extraña, cumpliendo su estereotipo de jefe malo, hasta que lo conoció más a fondo. Si bien aquellas características seguían presentes, desde el evento donde cometió su mayor estupidez, hasta las charlas en la tarde, conoció lados de él que nunca imaginó; aprendió que tomaba su té de forma extraña por un accidente de niño, notó que arrugaba levemente su nariz cuando algo no le gustaba luciendo como un gatito, supo que iba al gimnasio de su edificio porque conocía a las señoras de limpieza y confiaba en ellas, que odia el ruido y lugares con mucha gente, su estatura era baja pero reparó que sus manos eran grandes y masculinas, que ama la comida picante, que a pesar de lucir joven, sus rasgos demostraban una persona madura y con suficiente experiencia. No supo cómo ni cuando, pero más temprano que tarde, dejó de contemplarlo como un jefe gruñón para verlo como un hombre.

Y eso le causaba gracia. Sasha tenía razón, todo era tan irónico cuando de ella se trata.

Aceptó reemplazar a Jean con toda la bondad del mundo, el chico era bueno y siempre la ayudaba sin chistar, ya era su turno de hacer lo mismo. No conocía a su novia en persona, pero al oírlo hablar tales maravillas, se notaba que era una chica genial a la cual amaba.

¡𝙰𝚝𝚛𝚊𝚙𝚊𝚍𝚊!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora