El hombre en la oscuridad.

99 10 2
                                    


I.
El hombre en la oscuridad.

El bosque estaba oscuro, aún no llegaba la luna llena, las antorchas eran lo único que alumbraba el camino, en ese sendero  una caravana avanza en medio de esa oscuridad escoltados por cuatro jinetes fuertemente armados, en medio de ellos viajan un padre y su hija en un caballo más pequeño y con trote lento, atrás de los caballos van 8 hombres encadenados uno al otro con las caras cubiertas desconociendo su destino.
-¿Por qué tenemos que hacerlo de noche padre?
-Son las condiciones del señor Crissio.
-¿Y tenemos que acatarlas?
-Es amigo íntimo del Emperador hija, además de su mejor soldado, es obvio que debemos acatar sus indicaciones.
-Amigos del emperador han ido personalmente hasta ti padre, ¿Por qué debería de ser diferente con este?
-Ya te lo dije, son indicaciones directas de Tiberio, no puedo llevar la contra.
-¡Tiberio! Será el emperador pero no deja de ser detestable.
-Guarda silencio Alaya, hablar mal del emperador es un delito grave.
-Debiste seguir en el negocio de maderas y vino padre, esto es inaceptable, vendes personas.
-Estas personas como tu las llamas son prisioneros de guerra, hombres que ponen en riesgo nuestra libertad y los interés del imperio.
-Los intereses de Tiberio.
-Silencio hemos llegado.
La casa de Crissio, no era nada modesta a leguas se podía apreciar el excéntrico gusto del amigo del emperador, en la entrada principal había dos grandes bustos del emperador esculpidos en mármol y las escaleras talladas finamente en madera de ébano que le daban un tono algo grotesco a la residencia. Mientras esperaban uno de los escoltas del comerciante se dirigió a uno de los guardias, después de un intercambio de palabras, el guardia les dio acceso al comerciante con su hija y la mercancía, solo uno de los escoltas ingreso con ellos. Era la primera vez que Alaya acudía con su padre a este proceder, siempre detesto el comercio de esclavos pero tenía curiosidad por saber que era lo que hacía que el tal Crissio solicitará tantos esclavos cada dos semanas.
-Esto me da un mal un presentimiento.
-Solo calla hija mía, por los dioses calla.
-Está bien.
Ingresaron a una amplia sala donde se podían ver varios tipos de cojines en el suelo, la sala era iluminada por tenues antorchas que apenas podían alumbrar la estancia, pero se sentía un cálido ambiente que contrastaba mucho con el exterior.
-Llegas tarde anciano.
La voz vino de un rincón oscuro en el cual había un hombre recostado sobre los cojines y ataviado con una túnica negra de fina tela y que cubría su rostro con un lienzo semitransparente igualmente negro.
-Lo siento mucho señor
-Sabes que soy un hombre de horarios precisos y tú tardanza te podría costar caro.
-Lo lamento, en serio señor.
-Por suerte para ti anciano tuve que cancelar algunos asuntos, así que muéstrame lo que tienes.
-Traigo 8 hombres enviados directamente desde las minas de Persia, causaron una revuelta y el emperador quiere que usted los adquiera ya que siempre ha logrado domesticar...
-¿Domesticar? Me vendes hombres no bestias.
-Quiero decir...
-Como sea, continúa.
-El emperador me los vendió a mí y esperamos que usted desee adquirirlos.
El sujeto se levantó de su lugar, Alaya imagino que cubría su rostro por alguna especie de cicatriz o enfermedad que deformada su rostro, pero cuando se quitó el lienzo del rostro contempló una tez jovial, madura y bastante atractiva. Se acercó a los esclavos y palpó sus brazos, la tonificación muscular que tenían era considerable.
-¿Seguro que provenían de las minas? Habla.
-Éramos gladiadores, nos enviaron a las minas cuando nos negamos a matar a los nuestros.
-¡Rebeldes eso sí me gusta! ¿Cuánto quieres por ellos?
-200 denarios señor
-Malael, llévalos haya atrás, dáles un buen baño, buena comida y sus habitaciones, serán una excelente fuerza laboral y dale al anciano sus 200 denarios. Supongo que está jovencita es mi carga especial, ¿cuánto por ella?
-Como todo respeto señor, ella es mi hija.
-¿Cómo se atreve a querer comprarme?
- ¿Te atreviste a venir sin mi carga especial anciano?
-Señor no tuve tiempo de...
-Como sea ¿Cuanto por ella?
-¡Ya se le dijo que no estoy a la venta!
-No lo escuché de los labios de tu padre.
-Señor, ella no está a la venta.
-Ya lo creo, pero yo siempre obtengo lo que deseo y a ti Alaya te deseo.
Nunca había mencionado su nombre ¿Cómo es que Crissio lo sabía?
-Márchese ya, tengo cosas que hacer.
El padre y la hija se retiraron, Alaya no dejaba de mirar a Crissio quien le regaló una sonrisa burlona. Cuando se fueron Crissio volvió a sus aposentos, allí había una mujer hermosa encadenada y quien lloro al verlo.
-Silencio mi pequeña tu terror ha terminado, pues pronto alguien más vendrá.
Al escuchar eso se tranquilizó, pero la sujeto del cuello, ella trataba inútilmente de liberarse pero la fuerza de Crissio se lo impedía.
-Con mi permiso ahora eres libre.
Mostró dos grandes colmillos con los que rasgo el cuello de la mujer y bebió ávidamente la sangre que brotaba de la herida hasta dejarla sin vida, arrojó el cadáver al suelo y se limpio la sangre de sus labios mientras repetía aquel nombre que  quedó grabado en su mente.
-Alaya.
La noche paso tan rápida, tan desapercibida por las personas quienes desconocían quien se abría paso entre las sombras.
Alaya despertó cuándo las esclavas de su padre ingresaron a sus aposentos, ambas jovencitas llevaban en sus manos dos grandes charolas con fruta fresca, dátiles y uvas además de ciruelas que abundaban en el desayuno, un ánfora de leche de cabra reposaba en una de las esquinas de la charola de plata. Ambas jovencitas se apresuraron a saludar a su ama quien les regalo una tierna sonrisa de agradecimiento.
-Ya les dije que no es necesario que traigan la comida hasta aquí, yo misma bajaré al comedor.
-Nos disculpamos, pero son indicaciones de su padre.
-Ese hombre testarudo, en fin muchas gracias, ahora por favor retírense ustedes a comer si es que no lo han hecho.
Las dos jóvenes salieron de allí con grandes sonrisas en sus caras, Alaya era muy querida por ellas, las niñas habían llegado desde Egipto donde fueron vendidas al quedar huérfanas, Alaya las vio en subasta en la plaza de Roma y le suplico a su padre que las comprará a lo cual accedió, debido a su corta edad y al hecho de que anteriormente habían vivido entre las mejor opulencia egipcia, las niñas no tenían idea de que hacer, sin embargo Alaya se encargó de instruirlas en las labores de su casa y poco a poco fue creciendo un gran cariño de Alaya hacia ellas, hasta convertirse en grandes amigas cosa que su padre no veo con mucho agrado; Alaya procedió a lavarse y peinar sus cabellos con un cepillo que estaba adornado con perlas de Corintio, el cuál perteneció a su madre, tomo la charola que llevaban sus leales sirvientas y bajo al comedor a acompañar a su padre.
-¿Dónde están esas dos? les dije claramente que...
-Padre, ya te he dicho que prefiero  desayunar aquí contigo.
- Les das demasiadas libertades Alaya, eso no está bien, son esclavas y están aquí para servirnos a nosotros.
- Eso no lo discuto, pero ¿Por qué humillarlas más de lo que ya lo han sido? Trabajan afanosamente y siempre han cumplido con nuestras expectativas papá, solo hay que darles un buen trato.
- Pero si se sienten demasiado cómodos en esta casa algún día podrían sublevarse a ti sí ven fragilidad.
- Hace tres años que tú servidumbre vive así, si quisieran matarnos ya lo habrían hecho.
- ¿Por qué no eres como las otras señoritas del imperio?
- Por favor padre, no me interesa pasar toda la tarde del día parada en la avenida del coliseo viendo venir a los soldados y esclavos.
- Eres igual a tu madre, ella estaría orgullosa de ti.
La charla seso cuándo uno de los esclavos entro con un pergamino para su señor, en el venía escrita una invitación para la carrera de cuadrigas que se celebraría en el circo romano, el padre de Alaya era conocido por ser un ávido apostador y tener una de las mejores cuadrigas en todo el imperio habiendo ganado varias competencias, los grandes usureros lo requerían para llevar a cabo el correr de las apuestas.
-Buenos tengo algunos asuntos que atender hija mía, volveré antes de que se ponga el sol.
- Promete que no te excederás en la apuesta padre.
- Sabes que un experimentado comerciante como yo no sucumbe tan fácil ante los juegos de azar.
El anciano dio un beso tierno en la frente de Alaya, ella tomó su mano y la presionó con fervor, algo en su pecho le decía que está vez podría haber fatalidad.
El anciano llegó a la taberna de la gran calzada y de inmediato fue reconocido y recibido con jubilosa emoción. Uno de los allí presentes elevó su tarro en ávido saludo.
- El viejo Tulio ha llegado.
Con una sonrisa el viejo comerciante pidió una copa de vino mientras se acercaban a él, comerciantes menores y usureros deseaban escuchar cómo estaban los caballos que componían la cuadriga que últimamente se llevaba la victoria y que había dado grandes ganancias a los allí presentes.
- Sin duda Tulio tus caballos han sido de los mejores en toda Roma.
- Lo han sido, incluso el emperador me ha sugerido que acepte una guardia para ellos ya que se aproxima la carrera y no quiere que nadie desee dañarlos
- El emperador te tiene gran estima Tulio, ¿Cómo lo has conseguido?
- Con lo de siempre, gran calidad en mis servicios.
Las risas estallaron en la taberna alabando al comerciante, después se dio a conocer la lista de cuadrigas que participarán en la carrera, sin tanto preámbulo todas las apuestas corrían a favor del viejo Tulio.
- ¿Qué tal apostar a favor de una cuadrigas nueva?
Un hombre alto de piel bronceada recién había llegado a la taberna con un cofre sobre sus hombros.
- Me dijeron que aquí puedo apostar en la carrera.
- Llegó al lugar indicado- señaló el tabernero mientras extendía una copa al hombre- si me permite sugerirle la cuadrigas de Tulio...
- Si me permite, vengo a apostar directamente con él, ¿Qué me dice anciano? Su cuadriga contra la del tribuno Crissio.
- ¿Estás seguro? Las cuadrigas de Crissio no han ganado en años.
El hombre dejo caer pesadamente el cofre sobre la mesa y lo abrió revelando gran cantidad de plata en su interior.
-Tan seguro como estos mil Talentos que me acompañan.
Los ojos de los allí presentes se desorbitaron al ver el contenido, el hombre sujeto el mango de su espada tranquilamente.
-¿Qué dice? ¿Lo acepta?
- La carrera es en dos semanas ¿Por qué no te tomas tiempo para pensarlo? Podrías perder tu fortuna.
- Ya lo decidí o acaso ¿No confía en sus caballos?
Tulio miró al rededor, todos allí presentes lo animaban con la mirada, si se negaba a aceptar, la reputación de su cuadriga y la suya se desmoronaría, apuro su copa de vino y extendió su mano.
-¡ Acepto!
El sujeto estrecho su mano y dibujo una amplia sonrisa, se firmaron los acuerdos, solo allí Tulio vio el nombre del sujeto.
-¿Timelus? ¿De dónde eres?
- Tierras lejanas anciano, ya lo sabrás.
Timelus abandonó la taberna, en un rincón dos sujetos se miraron entre sí y procedieron a seguirlo, Timelus entro por uno de los callejones de la ciudad y los sujetos le cerraron el paso con dos grandes cuchillos aserrados, hablaron en una lengua que Timelus no comprendió pero exigían la bolsa que colgaba a su cintura. Como no accedía, los sujetos lo atacaron pero con un rápido movimiento de su espada corto la garganta de ambos.
- Siempre tan excéntrico.
- ¡Malael!
- Mi señor desea saber si ya hiciste la apuesta.
- Por su puesto, espero mi recompensa.
Malael arrojó una bolsa con dinero a Timelus.
- Tendrás el resto cuándo se gane la carrera, si es que los caballos son tan buenos como dijiste.
- Lo son.
Malael y  Timelus se miraron por unos segundos y después cada uno siguió su camino, había mucho que hacer con el tribuno.
Cuando Crissio recibió la invitación del emperador para asistir a una de sus fiestas no puedo evitar expresar una mueca de repugnancia en su rostro, para él asistir a estos eventos era una pérdida de su tiempo, sobre todo por qué era un hombre de horarios estrictos como ya lo había mencionado antes, su leal sirviente Malael se ofreció a ir personalmente con Tiberio y disculparle por su ausencia.
- No Malael, sería la cuarta vez que lo hacemos, si quiero continuar con el favor del emperador creo que está vez si asistiré.
- Señor con todo respeto, con el poder a su disposición no necesita del favor del emperador.
- Te diré una cosa, los hombres como Tiberio son más poderosos que un dios, y la verdad no quiero tenerle de enemigo.
- ¿A caso le teme señor?
Crissio miró con firmeza a su ayudante, este inclinó la cabeza con arrepentimiento.
- Discúlpeme señor.
- Si le temo, pero no como la mayoría, le temo por lo que su mente retorcida podría hacer contigo y con los demás.
Con paso ligero, casi flotando, se acercó a Malael y lo sujeto de la barbilla levantando su jovial rostro.
- Te he dicho que jamás inclines la cara ante nadie.
Acto seguido dio un ligero beso en los labios del joven, un beso sencillo, fugaz como si jamás hubiera ocurrido; se dibujo una sonrisa en la cara de Malael.
- Necesito más Malael sobre todo si he de soportar las barbaries de Tiberio.
- Señor cuando mató a la jovencita se quedó sin ninguna reserva.
- Es cierto, lo había olvidado, el anciano no trajo mi carga especial.
Con ira arrojo su copa al suelo, el tintineo metálico hizo eco en la habitación, la poca sangre que aún tenía se derramó por el suelo mientras Malael retrocedía asustado.
- ¿Sabes lo que eso significa?
-  Si señor.
- Indica a todos los esclavos que vuelvan a sus habitaciones y no salgan hasta los primeros rayos del alba ¿Quedó claro?
- Si mi señor.
El joven salió presuroso de la habitación, Crissio se apresuró a levantar la copa y lamió las últimas gotas de sangre que aún contenía, después se vistió con su armadura, la armadura que hacía unos años había usado en las grandes batallas contra los germanos y en la cual conoció a Tiberio cuando era general de los ejércitos.
Se miró al espejo unos minutos, la armadura le quedaba a la medida y se perdió en los recuerdos de esa batalla, esa batalla que cambió su vida para la eternidad; podría haber continuado así un rato más hasta que Malael lo interrumpió.
- Mi señor, ya se ha hecho ¿Desea que prepare el caballo?
- No mi querido amigo, creo que está vez usaré las piernas.
Sin más y con un paso rápido y ágil Crissio salió hacia el bosque, el fresco nocturno y la ligera brisa podían sentirse en su piel solo que las percibía distantes, ajenos como si estos elementos se negaran a acercarse a él, entonces corrió y salto, evadió y golpeó árboles reduciéndolos a astillas, se sintió libre, se sintió vivo, como no se había sentido desde hacía tiempo, deseo despojarse de la armadura, de su casco de todo, correr desnudo siendo observado únicamente por las estrellas, pero la sed ya lo consumía y necesitaba resolver eso primero.
De pronto se detuvo, escuchó entre los árboles las risas de una joven pareja que corría entre la noche, oculto entre la oscuridad vio que era una jovencita y un hombre maduro y corpulento, vestían finas túnicas lo cual indicaba su acomodada posición social, Crissio sonrió para sí, era una casualidad encontrar a ese par a esas alturas del bosque esto le evitaría tener que ir hasta la villa.
El hombre parecía ebrio, la joven no lo estaba pero a pesar de sus risas hacia lo posible por evitar que el sujeto se le acercara, el insistía en besarla y abrazarla a lo que ella parecía negarse, esto lo enfureció y golpeó a la joven en el rostro.
- ¿Qué haces?
- Ya estoy cansado.
La arrojó al suelo y dejó caer su corpulencia sobre ella quien trataba de gritar, Crissio no soportó ver eso y salió de su escondite.
- ¿Te atreves?
La potente voz de Crissio asustó al sujeto quien se levantó presuroso.
- ¡Esto no te incumbe!
- ¡Claro que me incumbe!
El hombre saco una daga de ente sus ropas amenazándolo, Crissio no se inmutó y permaneció apacible con los brazos a los lados.
- Será mejor que te largues y nos  dejes solos.
La joven permanecía en el suelo sin saber exactamente qué hacer. La pasividad de Crissio desespero al tipo quien clavó con rápido movimiento la daga en el estómago de su rival, pero a pesar de cruzar limpiamente la piel pareció no afectarle en absoluto. Se quedó impresionado mientras Crissio se retiraba lentamente la daga, tomo al sujeto por el cuello y lo levanto del suelo.
- ¡Miserable pedazo de carne podrida! No mereces llamarte hombre
- aggh
Con increíble fuerza lo arrojó al suelo impactando su cabeza en una roca y destrozando su cráneo, la joven grito de horror y trató de huir de allí, Crissio le cerró el pasó y la sujeto de los hombros mirándola directo a los ojos, ella sabía que debía temer pero algo le atraía hacia él.
- Se fue, ya no te lastimara, lo que ese sujeto pretendía era repulsivo y no podía permitir que te dañará.
Ella seguía cautivada y temerosa, su cuerpo de relajo sin dejar de mirar sus ojos.
- Sin embargo no te salve solo por eso, lo que hay dentro de ti, lo que corre en tus venas, tendrás una muerte más honrosa de lo que jamás podrías pensar.
La joven presentía algo terrible pero no quería escapar. Crissio abrió la boca revelando sus grandes colmillos y los clavó en el cuello de la joven, la sangre y la vida abandonaban su cuerpo, pero extrañamente le agradaba lo sucedido.
Cuando terminó dejo lentamente el cuerpo inerte en el suelo y cerró con respeto los ojos dilatados de la chica, mientras la miraba no pudo evitar recordarla y desear volver a verla, a ella a Alaya.
El emperador recibió a Crissio con un ávido y fugaz abrazo entre exageradas muestras de afecto, Crissio respondió de igual manera pues sabía que le gustaba que lo llenarán de elogios, el emperador vestía una fina túnica de seda con bordes dorados, era evidente que deseaba estar lo más cómodo posible, sin embargo podían apreciarse unos vendajes que cubrían partes aleatorias de su cuerpo y que trataban de cubrir algún tipo de lesión.
- César, permítame ofrecerle un obsequio.
Crissio chasqueo los dedos y Malael entro entonces con una bandeja en la cual lleva dos figurantes rubíes que se robaron toda la atención de los allí presentes.
- Espléndido como siempre Crissio, pero has de saber que figuran muchos de esos en mis aposentos.
- Lo sé y es por eso que los he traído hasta su persona, para que no cayeran en manos de alguien indigno al imperio.
- Da tus alabanzas a Júpiter quien nos bendice, ahora dejemos aún lado tanta formalidad y pasemos al banquete.
La larga mesa en el centro de la cámara tenía todos los alimentos que pudieran existir en el imperio, faisanes, pavo real, peces, res, uvas, dátiles, cerveza y vino y de las presentaciones desconocidas y grotescas que eran un deleite para los allí presentes, el César tomo dos copas de vino y extendió una para Crissio quien tímidamente la tomó, el emperador comenzó a tomar los alimentos ávidamente, como si no hubiese comido en semanas, al ver esto el tribuno militar no podía disimular su desagrado, sobre todo al ver que la carne del faisán que consumía colgaba de las comisuras de su boca, y no solo era el emperador, varias de los invitados comían con una glotonería tal que podía parecer inhumana.
El César indico a Crissio que lo acompañará en el banquete pero él hacía tiempo que había abandonado esos alimentos, tendría que idear algo para hacer a un lado la insistencia del emperador. Tomo unas cuantas frutas entre sus manos y las mordía a prisa haciendo que estás cayeran al suelo, siguiendo el comportamiento de todos para no parecer inapetente.
- ¿Deseas algún festín es especial?
- Sabrá que me gusta la carne cruda.
- Mala suerte para ti amigo, todo fue preparado, pero no te aflijas que ahora hago que maten un par de perros para ti .
El emperador estalló en risas y gran porción de sus alimentos salpicó la armadura de su invitado quien crispo los puños tratando de contener su ira, el podía haber destrozado al César en ese momento y acabar con la mitad de la guardia pretoriana sin ningún problema, pero sabía que no podía hacerlo, la política imperial era mucho más fuerte que él.
- Dime Crissio, ¿los rumores sobre tu nueva cuadriga para la carrera son ciertos?
- Por supuesto, esta vez pienso ganar.
Un eco de aplausos sarcásticos se originó a su espalda, un hombre alto y ataviado en una armadura similar a la suya se acercó con ellos dos.
- Solo lo piensas Crissio pero eso jamás sucede, no importa que caballos uses siempre son una decepción.
- La decepción solo llega cuándo todas tus esperanzas están en un juego Sejano y yo uso los juegos para divertirme no para vivir.
- ¿Tienes idea de los que tus juegos me hicieron perder la última vez?
- Lo que perdiste debe ser una gota de sudor en comparación con los favores que recibes del emperador.
Sejano guardo silencio, rio y cruzo un brazo por el cuello de Crissio agitando su copa de vino.
- Se dice que hay un extranjero que apostó 1000 talentos a tus cuadrigas, ese pobre hombre quedará arruinado.
- Cada quien toma sus riesgos.
Sejano apuro su vino y arrojó la copa al suelo, uno de los sirvientes se apresuró a ofrecerle otra y de igual manera la bebió con rapidez, ambos habían tenido una pelea hacia tiempo en la cual Crissio casi lo mata pero no lo hizo debido a la enorme simpatía que Tiberio tenía por él, haberlo matado habría significado serios problemas.
Dos jovencitas desnudas del torso se presentaron ante Sejano con la cabeza baja y mirando al suelo, Sejano sonrió al verlas y las abrazo barriendo con la mirada a Crissio, se despidió del emperador y se retiró entre carcajadas ebrias y burlonas con las dos jóvenes. Mientras esto sucedía Tiberio seguía comiendo, esta vez apuraba una ración de erizos de mar.
- Debiste matarlo cuándo pudiste.
-¿Y liberarlo de la desdicha de soportar mi presencia? creo que no.
- Pues ahora serás tú quien tendrá que soportarlo.
- ¿A qué se refiere?
-  Me retiro, estoy harto, harto del imperio, harto de las guerras, harto de que quieran asesinarme.
- ¿A dónde se irá?
- Tengo un palacio en Capri, lo han estado construyendo desde hace tiempo, necesito alejarme de aquí.
- ¿Se quedará en su lugar?
- No, solo llevará las riendas del imperio, es gracioso si lo hubieras matado en su momento a ti te colocaría como a él.
- Podría matarlo ahora.
- Ya es tarde Crissio, lo haré oficial después de la carrera, perdiste tu oportunidad amigo.
De saber eso no habría titubeado en perforar el pecho de Sejano con su espada, este movimiento de parte del emperador fue sorpresivo pero no inesperado.
- Por cierto, mírate nos conocimos hace años y sigues igual en cambio yo cada día me siento más viejo. Ya estoy lleno y aún no he probado todo.
Crissio sabía lo que vendría a continuación, el emperador palmeó dos veces y apareció un esclavo con una pluma de ganso, abrió la boca y el esclavo procedió a meter la pluma en su garganta, el emperador quería degustar de todo lo que pudiera. No pudiendo ver eso se retiró con Malael a otro extremo de la cámara.
Su fiel sirviente se apresuró a quitarle la fruta y vino que aún llevaba y limpiar los estragos que causó el emperador. Mientras las risas y desenfreno estallaban en la cámara, dos fuertes esclavos  entraron con un tigre que con gran esfuerzo controlaban con una fuerte cadena, todos comenzaron a gritar de emoción al verlo arrojándole comida y vino haciendo enfurecer más al felino, uno de los esclavos se distrajo por un momento y fue fatal, el felino aprovecho para arrancarle el brazo, el terror se hizo presente, todos corrieron sin ningún control, algunos cayeron cerca del tigre siendo víctimas de sus grandes colmillos, la guardia lo rodeó con sus escudos creando una barrera y apuntando con sus lanzas.
-¡Alto! Yo me encargo.
Crissio cruzo los escudos colocándose frente a la bestia, el tigre trato de atacar pero no podía , al contrario se fue tranquilizando poco a poco hasta recostarse frente a él , pero entonces una potente lanza atravesó su cuello , el tigre se retorció de dolor hasta que la vida lo abandonó.
- Sejano ¡bastardo ya lo tenía!
- Solo estabas mostrando un acto de circo.
- Miserable.
- Cuida tus palabras o tú serás el siguiente.
- Estoy dispuesto a probar tu espada con la mía.
-¡Suficiente!- exclamó el emperador- esto termina ahora, retírense los dos.
Obedeciendo al César se retiró con Malael furioso sabiendo que podía haberlos matado a todos. Ese exabrupto le hizo olvidarse por un momento de la joven y hermosa Alaya.
La brisa cálida, propia del tiempo veraniego que cubría Roma alentaba a Alaya a pasar horas en el exterior de su balcón mirando las nubes e imaginando a los dioses jugando con los hombres desde las alturas, manipulando los destinos de todos en bizarras apuestas en las que solo se obtiene un resultado, la tragedia, esto se hizo más profundo en su mente cuando recordó la infame compra de esclavos que se desarrollaba en la ciudad; Roma era el centro de una civilización de perversión e infamia, no podía esperar el volver a Corinto y alejarse de todo eso, pero de acuerdo a su padre regresarían después de la carrera de cuadrigas en la que estaba participando.
Alaya era una mujer muy perspicaz para su edad, contaba con tan solo  19 años de edad y era una de las damas más bellas de la cuidad con un sin fin de pretendientes que ella no dejaba de rechazar, su padre por su parte no veía necesidad en que Alaya contrajera nupcias, poseía una fortuna considerable para darle a su hija una vida acomodada por mucho tiempo, ilustre e inteligente, Alaya  podía llevar los negocios sin necesidad de intromisiones que solo podrían robarle. La madre de Alaya murió cuando está era aún una niña pequeña por lo cual el viejo Tulio la crío solo y eso hacía que su deseo de casarla fuera casi inexistente.
Aún sabiendo que su padre era uno de los principales comerciantes de esclavos  en el imperio su cariño por él era tal que podía pasarlo por alto no sin argumentar en cada oportunidad que eso no era lo correcto, ella creía en la democracia y la igualdad de las personas, desprendida y generosa, hacia todo lo posible por ayudar a todo el mundo y eso se vio reflejado en su hogar, donde los esclavos se sentían como miembros de la familia adorando a Alaya y su padre quien al principio reprobaba esas libertades que su hija les daba pero que con el tiempo él mismo las fue adoptando hasta estimar a sus trabajadores.
El viento continuaba soplando cálido y suave, perdida en sus pensamientos no se dio cuenta que todo estaba oscureciendo y la luna se estaba acomodando en el firmamento, una luna que estaba esperando y que le hubiera encantado los acompañará en aquella noche que conoció a Crissio; Crissio ¿Quién era ese hombre y desde cuándo sostenía negocios con su padre?
Cuando el emperador lo designó Tribuno fue una sorpresa, pues nadie en la comunidad política del imperio lo conocía, ¿Por qué ese interés de comprar esclavos cada semana? Y sobre todo ¿a qué se refería con la carga especial?
Todas esas preguntas le hicieron repudiar aun más a Crissio a la vez que quería saber más de él, como si alguna fuerza sobrenatural le hiciera pensar contra su voluntad en el tribuno.
Alaya dejo el  balcón y decidió salir al jardín donde se la pasaba leyendo o revisando las cuentas de su padre, desde allí podría contemplar mejor la luna y las estrellas que tantos secretos escondía, sin embargo no pudo hacerlo a solas ya que en el jardín se encontraba su padre con Crissio.
-¿Padre?
- Hija mía ¿Creí que estarías dormida?
La mirada de Alaya se cruzó con la de Crissio y por un momento se quedó perdía en lo profundo de esos ojos negros.
- Buenas noches Alaya.
- ¿Qué hace usted aquí?
- Hija comportarte, estamos hablando de negocios.
- ¿Negociando con personas?
- ¿Hay negocios de otra clase?- contestó sarcásticamente Crissio enfureciendo a Alaya- vengo del palacio del César y allí escuché que tu padre tiene una  excelente cuadriga que competirá en las próximas carreras, he venido para conocer la competencia.
- En efecto, mi padre posee los mejores caballos en toda Roma.
-¿Te importaría mostrármelos anciano?
- Claro que no, ahora hago que los traigan.
El anciano fue en busca de su capataz para que preparara los caballos y Crissio pudiera admirarlos, por lo cual ambos se quedaron solos en el jardín.
- No te agrado ¿cierto?
- Claro que no, no me agrada nadie que está dispuesto a comprar personas.
- ¿Te refieres a los esclavos?
- Si a ellos.
- Veo que en esta casa también los hay ¿Qué lo hace distinto?
- Que aquí son libres y pueden irse cuando quieran.
- El que tú les des esa libertad no significa que sea total, si ponen un pie en las calles sin poseedor o indultos del César seguirán siendo esclavos.
- Lo dice un hombre que pasó la mitad de su vida trayéndolos a Roma.
- Yo defendía al pueblo  romano, protegía los intereses del pueblo ¿Crees que tú padre tendría está casa, esta vida si hubiésemos permitido la presencia de los bárbaros? Tú podrías ser la esclava de alguien más y no correrías con la bondad que tú les brindas a los tuyos.
Alaya se quedó en silencio por un momento, los argumentos de Crissio tenían mucha validez y este creyó que había ganado.
- Entonces si defienden al imperio ¿Por qué invadir otras patrias que nunca nos han amenazado? Ingresan a otros territorios pacíficos matando y despojando a la gente de sus tierras, de sus vidas y todo para que ¿Para gozar del favor del César? Este hombre saca provecho de todos y los apuñala cada vez que le dan la espalda.
- Es cierto, es como la política se maneja, nadie puede confiar en ese anciano, ni siquiera yo desde que luche a su lado en las guerras germánicas.
- Debes estar bromeando, esa guerra fue hace tiempo, tú eras un niño en aquel entonces.
Crissio no se dio cuenta de lo que había dicho y ahora se encontraba atrapado ante la perspicacia de Alaya.
- ¿Qué puedo decir? Tengo el favor de los dioses, en realidad era un joven en esa batalla, no un niño.
Ambos se quedaron en silencio mirándose después de esa ávida conversación, Crissio parecía querer traspasar los ojos verdes de Alaya, pero ella ni siquiera se inmutaba. Instintivamente tomo la mano de Alaya, en ese momento lo sintió frío a pesar de la calidez del ambiente, sin darse cuenta estrechaba con fuerza la mano del Tribuno.
- ¡Alaya!
El viejo Tulio volvió y una expresión de disgusto se reflejó en su rostro, rápidamente se  soltaron y se alejaron unos pasos.
- Tendrá que disculparme Tribuno, pero mis caballos no están de buen humor, odiaría que lo lastimaron señor.
- Agradezco tu consideración anciano, está bien, entonces me retiro y no olvides por favor que aún espero mi carga.
- La tendrá.
- Eso espero anciano.
La actitud de Crissio había cambiado de había vuelto fría y amenazante, ambos lo acompañaron al portón donde lo esperaba el leal Malael con dos caballos.
- Espero que mi carga llegue antes de la carrera anciano de lo contrario me conocerás molestó.
Y a su señal ambos partieron a rápido galope perdiéndose en la oscuridad mientras Alaya se quedaba con una extraña mezcla de sensaciones en su interior.
Malael se dirigió a los establos unas vez que su amo entro a la casa, la gran carrera estaba próxima y en esta ocasión estaban dispuestos a ganar, el hecho de que Crissio jamás hubiese ganado una carrera era simplemente que no deseaba hacerlo, solo le interesaba divertirse pero esta vez traía algo más entre manos, así que días atrás envío a Malael a buscar los mejores caballos del imperio y como siempre el fiel sirviente complació a su señor.
Los equinos conseguidos por Malael eran de lo mejor, comprados a un comerciante Mesopotámico le aseguro que su  linaje provenía de las estrellas y que eran tan ligeros como el viento, dóciles y obedientes le darían la victoria en toda carrera. Cuando Crissio los vio quedó complacido y sabía que en esta ocasión el viejo Tulio perdería su corona y ganaría algo más que la carrera.
- Excelente Malael, son los mejores.
- ¡Señor! No lo escuché venir.
- Esa es la idea.
- Señor, ¿Seguro que podremos confiar en  Timelus?
- No y esa es la idea por qué tendrá que desaparecer en cuanto tengamos la victoria. ¿Podrás controlarlos?
- Si señor.
- Se que es arriesgado pero sólo tú puedes hacer que estos grandes animales lleguen a la meta.
- Nada me complacería más morir a tu servicio mi señor.
- No será necesario, si las cosas se ponen feas abandona todo sin importar nada y si ganas te cederé tu libertad.
- Prefería quedarme.
- Ya hablaremos de eso después Malael, ahora ve a descansar quiero estar solo con ellos.
Inclinando la cabeza con respeto y gratitud el eficaz sirviente desapareció entre las sombras dejando a su amo con los caballos quienes se alteraron al estar cerca de Crissio, sin embargo mientras él se acercaba a ellos se fueron tranquilizando poco a poco. Crissio los miraba y acariciaba con admiración, siempre fue un gran amante de los animales, compraba las especies más extrañas para después liberarlas personalmente o en ocasiones para darles un santuario, no era de extrañarse que le moleste la acción de Sejano en el palacio del César.
- Son hermosos, fuertes y veloces, en ustedes depósito toda mi confianza de ganar y conseguir mi objetivo.
Los caballos bajaban la cabeza permitiendo al tribuno acariciar sus melenas.
- Sin embargo necesito que sean aun más veloces y resistentes.
Y con esto, utilizando sus propias uñas, se provocó un pequeño corte en el dedo meñique, cuando la primera gota de sangre surgió la froto en las encías de los caballos con cuidado, una gota para los cuatro que les daría la rapidez y fortaleza de Crissio por un corto periodo de tiempo; dándoles una última caricia se despidió de ellos.
Miró el cielo inundado de estrellas perdiéndose en los recuerdos de una vida que ya no existía, perdiéndose en el recuerdo de la voz de ella, de Alaya.
Estaba tan distraído que no se percató de la presencia de uno de los esclavos que recién había comprado, este surgió de entre las sombras con un afilado cuchillo con el cual intentaría asesinarlo; a pesar de la sorpresa tuvo la respuesta suficiente para evadir el golpe.
- ¿Qué tenemos aquí?
Gruñendo de rabia, el esclavo arremetió una vez más sin éxito alguno, los rápidos movimientos de Crissio hacían imposible el poder tocarlo.
- He visto lo que has hecho, eres un monstruo.
Inmediatamente logro sujetarlo del cuello y le susurró al oído.
- ¿Un monstruo? No, soy una pesadilla de la que jamás vas a despertar.
Presionó tan fuerte que la garganta del desdichado estalló en mares de sangre, dejando su cuerpo como una hoja marchita, arrojó el cadáver al suelo y vio que cinco sujetos más lo rodeaban.
- Otra vez.
A una señal atacaron con el mismo resultado que su compañero muerto, uno a uno fueron cayendo ante la descomunal fuerza del romano hasta que solo quedo uno, un jovencito de corta edad, tendría quizá doce años y empuñaba una pequeña daga en su mano derecha, el miedo lo hacía sudar y temblar.
- Dame eso y vuelve a dormir, no quiero matarte.
En un arrebato de ira, el jovencito salto al rostro de Crissio arañando su mejilla, se llevó la mano y vio su sangre negra fluir quedándose estupefacto y respondiendo con un golpe tan fuerte que destrozó la cabeza del niño. Poco a poco la sangre comenzó a cesar y la herida a desaparecer de su rostro, se inclinó y tomo la daga del chico notando que era de plata, en ese momento Malael apareció y no se sorprendió al ver los cuerpos pero si al ver a su amo consternado.
- ¡Mi señor!
- Quema los cadáveres y desecha toda la plata que haya en la casa ¡Ya!
Y con ágil salto cruzo los muros de su propiedad perdiéndose en la noche.
A lo lejos de allí, Alaya seguía en su balcón pensando en Crissio sintiendo la necesidad de verlo una vez más y conocer sus misterios antes de marcharse de Roma, le había parecido interesante y diferente a cualquier persona que antes hubiera conocido, estaba confundida pues algo en el le atraía y le repudiaba y quizá una última conversación con el podría esclarecer todas sus dudas.
Desde su balcón logro ver a su padre cruzar el jardín con sus caballos, siempre hablaba con ellos antes y después de las carrera pidiendo y agradeciendo pero esta vez se veía distinto, nervioso como si la vida de ambos dependiera de ganar esta ocasión.
Alaya iba apoyada del brazo de su padre, habían decido pasar el día veneris (viernes) paseando por la plaza hasta que llegará la hora undécima en que se efectuaría la carrera, la joven fue consentida por su padre durante la tarde, tiempo en el que ella se encontraba feliz y desapercibida del mundo, la idea de las carreras le desagradaba pero había prometido a su padre acudir con él.
- No lo entiendo padre, ¿Por qué tengo que ver semejante barbarie?
- Hija mía, no todos nuestros ingresos provienen del comercio, a veces hay dificultades y el participar en esto nos da la oportunidad de hacer crecer nuestras arcas.
Poniendo los ojos en blanco, apoyo la cabeza en el hombro de su padre mientras se dirigían al colosal circo Máximo, sitio donde se llevaban a cabo las recreaciones. Al ingresar se dirigieron hasta el carro del viejo Tulio, allí un esclavo de piel morena y musculoso acicalaba a los cuatro fuertes caballos de la cuadriga, este hombre servía de auriga o conductor del carro y había dado la victoria en múltiples ocasiones al viejo comerciante.
- Saludos mi señor.
- Drusso, los dioses nos favorecen este día.
El esclavo sonrió y ato un lienzo verde a su cintura indicando la factia prasina a la que pertenecía su amo, las facciones o corporaciones a la que pertenecía cada equipo se distinguían por un color distinto y en el caso del viejo Tulio, el verde los representaba y sus patrocinadores estaban contentos con los resultados que sus caballos y su auriga les proporcionaba.
- ¿Sabes Drusso? has amasado una gran fortuna con cada victoria, tienes lo suficiente para comprar tu libertad y vivir sin problemas.
- Yo prefiero seguir a tu servicio mi señor.
- La elección es tuya pero recuerda que al ganar esta carrera tu libertad está garantizada.
El colosal esclavo sonrió y preparo su indumentaria para la carrera, cascos armadura de cuero, cinturón que lo sujetaba al carro y un pequeño cuchillo en caso de caer del mismo. Mientras su padre hablaba con Drusso, Alaya reconoció a lo lejos al joven esclavo de Crissio, Malael y se dirigió a él preguntando por su amo.
- No tardará en llegar mi señora, él prefiere los últimos rayos del atardecer.
- Veo que tienes buenos caballos, ¿quién es el auriga?
- Yo mi señora.
- ¿Tu? ¿No eres algo...?
- Mi amo dice que un conductor ligero es mejor, después de todo el esfuerzo lo hacen los caballos.
- No temes el poder morir en esta locura?
- Que mejor forma de cruzar al Hades que sirviendo a mi amo.
Alaya se dio cuenta que la lealtad de Malael era igual a la de Drusso y ambos estaban dispuestos a morir por sus señores. Al retirarse vio que el joven colocaba un lienzo de color azul de la factia veneta, la facción rival a la que pertenecía su padre.
- Hija mía vayamos a las gradas, la carrera está por iniciar.
El circo estaba repleto de personas, algunas iban llegando, otras llevaban allí todo el día, a lo lejos, en un gran palco se distinguía al gran Tiberio acompañado de su ya reconocido amigo Sejano. A una señal las puertas de la pista se abrieron y los doce carros de las cuatro facciones existentes se presentaron ante la multitud quienes los recibieron con aplausos y vítores siendo la favorita de todos, la cuadriga de Tulio.
- Tienen que ganar- susurró el anciano, pero no paso inadvertido por Alaya.
- Estás más ansioso de lo habitual padre.
- Hay mil talentos en juego hija mía.
La revelación heló a Alaya, mil talentos, más las diversas apuestas y el patrocinar, si perdían su padre estaría arruinado.
El emperador se levantó proclamando unas palabras que no lograron percibir por el ruido de la multitud, después elegantemente dejo caer un pañuelo iniciándose así la gran carrera.
Fue fugaz, como un bólido, los aurigas indicaron a sus caballos que avanzarán, el polvo se levantó en una gran nube, las poderosas patas de las bestias retumbaron contra la tierra, se veía la expresión de los  conductores, exaltadas, temerosos y extasiadas, las cuadrigas no permanecieron juntas mucho tiempo, los más ágiles se habían adelantado y algunos más se amontonaban en el medio, en la parte trasera iban los novatos entre ellos Malael.
La primera vuelta fue limpia y emocionante, la gente estaba eufórica ente el espectáculo, sin embargo Alaya miraba por todos lados tratando de encontrar a Crissio. Se escuchó un atroz golpe, en la orilla del Spinae o centro de la pista, colapso el primer carro destrozándose, los caballos continuaron su avance arrastrando a su conductor quien trataba de cortar el cinturón que lo unía, lamentablemente otro carro le dio alcance arroyándolo pero al entrar en contacto también volcó y se impactó con otro a su izquierda, en un terrible impacto tres carros quedaron fuera; los limpiadores se apresuraron a retirar escombros, caballos y cadáveres pues la carrera no se detendría.
Diestro y experimento el gran Drusso mantenía la delantera, a las otras cuadrigas se les dificultaba alcanzarlo pero solo una se acercabal, el conductor leal al tribuno Crissio. Este hecho hizo estallar en emoción a la multitud era la primera vez que se acercaban demasiado a Drusso.
Ambos carros y caballos se emparejaron, Drusso y Malael maniobraban para rebasarse pero ninguno estaba dispuesto a ceder, dieron la tercera vuelta palmo a palmo mientras dos vehículos más volcaban a sus espaldas.
Solo quedaban siete carros y faltaban cuatro vueltas más por lo cual la carrera de haría más intensa. En las gradas Tulio estaba exaltado animando a Drusso y sus caballos quien no conseguía tregua de Malael, el también estaba dispuesto a ganar, el emperador cabeceaba desde su palco aburrido y Sejano comía apresuradamente, en cuanto a Crissio, este seguía sin aparecer; el ruido de otro distrajo a Alaya, un carro más había volcado, los limpiadores se apresuraron pero no tuvieron suerte, otro carro arroyo a uno de ellos junto con el conductor caído, ambos terminaron enredados en el carro que no se detenía, debido a esto el conductor perdió el control volando por los aires causando un gran desastre, sin embargo aún faltaban dos vueltas, nada se detendría.
Algo estaba ocurriendo, Drusso conseguía dejar atrás a Malael, los caballos parecían agotados, enfermos, Malael lo comprendió enseguida, uno tras otro los tres carros restantes lo alcanzaban, Malael agitaba las bridas animando a sus bestias, pero fue inútil uno a uno los cuatro caballos perecieron dejando su último aliento en la arena. Los abucheos e insultos hacia Malael no se hicieron esperar mientras, sin ninguna competencia, Drusso daba la séptima y última vuelta de la carrera; el joven esclavo seco sus lágrimas y se retiró cabizbajo, le había fallado a su señor.
Por otro lado las ovaciones y aplausos cubrían a Drusso, quien recorría ahora despacio la arena con el puño derecho hacia el cielo muy orgulloso, el viejo Tulio estalló en aplausos y alegría, una vez más había ganado.
Después de una rápida limpieza, Drusso fue condecorado por el mismo Tiberio con la corona de laurel a la vez que recibía recompensas y regalos de quienes lo admiraban y le agradecían la fortuna que les hizo ganar; el viejo Tulio consiguió para sí el duplicar su fortuna y más reconocimiento del emperador. Alaya escuchó a lo lejos reclamos e insultos, un sujeto movía los brazos desesperadamente y gritaba a Malael quien permanecía con la cabeza mirando al suelo, ella no pudo más y encaro al agresor.
- Déjalo tranquilo.
- Aléjate de aquí.
Su padre corrió al ver la situación y reconoció a Timelus.
- Anciano ¡devuelve mi dinero!
- Lo perdiste justamente, acéptalo.
Timelus levantó su puño dispuesto a golpear a Alaya, pero un brazo fuerte se lo impidió, era Crissio.
- Lárgate de aquí ¡Ahora!
- Tú, tú me ordenaste que hiciera la apuesta.
- Cierto y ambos perdimos, acéptalo y vete.
- No solo perdí lo tuyo, también lo mío , me aseguraste que ganarías.
- Ese fue error tuyo, lárgate.
Sin más remedio el hilarante extranjero se fue murmurando, Alaya dio una mirada de gratitud a Crissio y este respondió con un movimiento de cabeza, Malael seguía avergonzado.
- Te falle mi señor.
- Olvídalo, solo importa que estás bien, por cierto buena carrera anciano, como siempre.
Las risas aliviaron la tensión del momento, pero entonces un grito amenazante se oyó, Timelus había regresado arrojando una daga al aire, Crissio se movió rápido haciendo agachar a Malael y Alaya pero no logro hacerlo con el anciano. La daga se impactó limpiamente en el pecho de Tulio.
- ¡Padre!
Crissio dio un fuerte y certero golpe en la cabeza de Timelus destrozando el cráneo, Alaya y Malael trataban de ayudar al anciano pero era demasiado tarde, este ya había muerto.

EL BESO DEL INMORTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora