x. LA BONDAD SE ACABA.

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En la negrura de la noche el cónsul romano Crissio miraba las estrellas, tan lejanas, tan irreales, únicas como el, inmortales como el y llegó a su mente la realidad de su vida, el no moriría, jamás, pasarían y pasarían los años pero el seguiría aquí y los demás, los demás entregarían su vida a los dioses.
¿Qué pasaría con Alaya? Ella pasaría por el castigo del tiempo, ella sería vulnerable a cualquier índole de muerte que se presentará, ya lo había pasado antes, estuvo a punto de perderla en otras ocasiones y no pretendía volver a pasar por eso, ella era lo único que le dió sentido a su vida después de tanto tiempo, debía de hacerlo, debía de convertir a Alaya y así jamás la perdería, pero eso no dependía de el, Crissio sentía que la decisión no estaba en sus manos, no podía condenar a la mujer que amaba al suplicio de la eternidad mediante la muerte de alguien más, no podía pedirle simplemente que se convirtiera en un monstruo como él.
- Alaya, no tienes idea de lo mucho que te amo- se lo decía mientras la veía dormir y acariciaba sus mejillas, ella sonrió al sentir la caricia y lentamente despertó de su profundo sueño, al mirar a Crissio sus ojos se iluminaron y sus brazos rodearon su cuello, el se inclinó levemente uniendo sus labios con los de ella, mientras acariciaba su piel, su cuerpo, sus brazos, cada beso era para Alaya una flecha ardiente que se calavaba en su vientre y se extendía por todo su cuerpo, las delicadas sábanas se deslizaron por el lecho cayendo lentamente al suelo, se sujeto de la fuerte espalda de Crissio mientras el besaba su cuello. Un mar de caricias, en un torrente de pasión que envolvió a la pareja en el manto de la noche, una pareja que ya no podría separarse jamás.
- Crissio- preguntó ella apoyada en el pecho de su esposo- ¿Te encuentras bien?
- ¿Por qué lo dices?
- Te he notado distraído y distante ¿Que te ocurre?
El inmortal de levantó del lecho, la sábana cayó de su cuerpo por lo que se puso de pie totalmente desnudo.
- Alaya, te amo y no quiero perderte.
- Jamás perderás Crissio, yo también te amo
- No es eso a lo quee me refiero, no soportaría vivir sin ti.
- ¿Quieres decirme que temes mi muerte?
- Temo que nunca estés a mi lado.
Ella también se levantó sin prenda alguna , se acercó a él y se paró sobre las puntas de sus pies para alcanzar los labios del cónsul, le dio un corto pero bello beso y lo miró directo a los ojos.
- Dilo de una vez.
- Necesito saber si quieres ser como yo.
Alaya se quedó muda, en su interior esperaba esa propuesta desde hace tiempo, le dio la espalda y se llevó la mano derecha a la boca.
- ¿Como tú? ¿Una bebedora de sangre?
- Es la única manera Alaya.
- Yo...yo...
- Tranquila, no tienes que responder ahora.
- Crissio te amó y quiero pasar toda mi vida contigo, lo que tú eres es maravilloso, fuerte, rápido, inmortal, puedes ver lo que yo no y eso es muy especial, me encantaría ser como tú, pero aún hay muchas cosas que quiero hacer como soy ahora.
- Te entiendo y créeme que te esperaré el tiempo que sea necesario, daré lo mejor de mí para protegerte a cada momento.
- No será demasiado, después de la boda de Alita y Malael tendrás mi respuesta.
El cónsul se sentó una es más en la cama, ella se paró frente a él tomó las varoniles manos y las puso en su cintura mientras apoyaba las suyas en los hombros de Crissio.
- La sangre ¿Es necesaria?
- Abosolutamente.
-Eso es repugnante.
Crissio sonrió y se levantó cargando a Alaya en su fuertes brazos, se dio la vuelta y la recostó nuevamente en la cama.
- Dime, ¿Dolerá?
- Si, es como si te despedazar as y después te volvieras a armar.
- ¿Cómo lo sooortaste?
- No lo sé, cuándo Gauco me convirtió, me des que del dolor y permanecí así por tres o cuatro días, al despertar, todo el dolor de había ido.
- ¿Pero como te diste cuenta que ya eras diferente, como lo notaste?
- Sentí mi cuerpo más ligero y fuerte, con emoción, me sentí imparable.
- Eso parece bien.
- Lo es , hasta que tienes que alimentarte, este cuerpo puede soportar hasta dos semanas sin una gota de sangre, pero es imposible vivir sin ella.
- Si tratas de asustarme no lo estás logrando.
La hermosa mujer se acomodó en el lecho e hizo que Crissio se acostara a su lado, el la abrazó y al beso detrás del cuello.
- Crissio, yo siempre estaré a tu lado.
- Y yo a tu lado.
Las palabras de la pareja vibraron en el aire de la noche y poco a poco el sueño los venció así abrazados.

Crissio despertó sobresaltado, a su lado el lecho estaba vacío, Alaya no se encontraba con él, salió presuroso vestido únicamente con una túnica gris corta, en el jardín ella no se encontraba, ni Alita ni Malael, el sol estaba en su máximo punto, por lo que al exponerse le lastimó fuertemente la piel.
- ¡Maldición!
- Debería de esperar unas horas más mi señor.
- Drusso, ¿donde está Alaya?
- En la cada de su padre, Malael y Alita están con ell y cuatro pretorianos por supuesto.
Escuchar eso lo tranquilizó, pero no hizo a un lado su preocupación, con Sejano allá afuera todo era posible.
- Drusso ¿Estás de humor?
- ¿Para que?
- Saldremos esta noche de cacería.
- Lo que se a necesario para acabar con ese bastardo, cuente conmigo.
Crissio había tomado la decisión, Sejano moriría de una vez por todas.


Crissio estaba desesperado, ya habían pasado tres noches desde que salió en busca de Sejano, sin embargo no encontraba un solo rastro de el, era colo si se lo hubiera tragado la tierra, ni siquiera su olfato desarrollado podía hallarlo, Drusso se dio cuenta de eso que le sorprendió verlo de esa forma.
- ¿Tal vez debería decirle de una vez a la señora?
- No Drusso, yo me encargaré de ésto.
- Con todo respeto señor , el que ella lo sepa le hará mejor, estará preparada.
- Es solo que no quiero que estés asustada.
- Lo entiendo, yo permaneceré en silencio hasta que usted me lo indique.
- Gracias Drusso.
Alaya estaba demasiado ocupada en los preparativos de la boda de Alita Malael, Crissio ni quería arruinar eso y confiaba plenamente en que acabaría don Sejano antes de que ellos se enterarán, el detalle era encontrarlo, ya había revisado las aldeas externas, las planicies, bosques y llanuras,pero no había rastro alguno, el cónsul ordenó al general Livio una incesante búsqueda por toda la ciudad y algunas comarcas y provincias. Al llegar la mañana Crissio decidió ir saludos cámara del senado para saber si alguien tenía alguna pista de la ubicación del traidor, pero Drusso le indicó que pronto saldría el sol y no podía permanecer mucho tiempo en el exterior.
- Lo mejor será que vaya a descansar.
-No podré hacerlo hasta arrancarle el corazón del pecho.
Dirigió su caballo de regreso a su hogar haciendo caso al consejo de su guardia, ambos regresaron sobre sus pasos, el colosal hombre de ébano se mantenía a la espalda de su amo siempre atento a su alrededor. Al llegar a su casa Crissio notó que los guardias que deberían de vigilar la entrada dormían, lleno de ira levantó a uno de ellos sujetandolo de brazo.
- ¿Que es lo que están haciendo?
- Señor... lo siento...
- ¿Lo sientes? Ya verás.
Crissio ordenó a los guardias del interior que llevarán a esos dos al patio trasero donde se mantenían las caballerizas, el mismo los despojo de su armadura y los ato a uno de los monolitos donde solían sujetar a los caballos. Los dos guardias sudaban abundantemente, uno de ellos comenzó a temblar orinandose frente a todos. Crissio lo vio y se acercó a él palmo a palmo de su rostro.
- ¿Acaso tienes miedo?
El hombre tembló aún más, imposible de controlarse.
- Bien, por que eso es lo que estoy buscando. ¡Drusso!
El coloso acudió al llamado y le entregó al cónsul una larga y gruesa vara de vid, Crissio deslizó sus dedos por ella y de un certero golpe hizo que se impactará en las piernas del guardia, este grito y se dobló de dolor cayendo al suelo. El otro guardia permanecía con la mirada al suelo.
- Tu pareces más tranquilo.
Crissio entregó la vara a Drusso y tomo de su cintura un látigo de tres correas que siempre llevaba consigo.
- Veamos cuánto más lo puedes seguir.
Levantó el látigo de una forma poderosa y las correas se estrellaron de limpio en la espalda del guardia la cuál comenzó a emanar grandes ríos de sangre, eso bastó, un golpe a cada uno, Crissio se contuvo sabía que de seguir podría matarlos.
- ¡La seguridad de mi esposa, de mi familia les fue confiada a ustedes, esto les sucedió a ellos, no busquen ser los siguentes!
El mismo cónsul desató a los guardias y los ayudó a levantarse.
- Puedo ser muy amable o muy severo, que esto no se repita.
Los entregó a los otros guardias y ordenó que los alimentarán y curarán, una vez repuestos deberían de volver a sus posiciones.
- ¿Que fue eso?
- Disciplina Drusso.
- Me parece que fue un poco exagerado.
- ¿Exagerado? Ese bastardo sigue allá afuera y los que se suponen que deben cuidar de Alaya están dormidos, a mí no me pareció exagerado.
- Están agotados señor, debería de ser más comprensivo.
- Escúchame bien Drusso, si lo hubiera deseado los habría matado, no me hables a mi de comprensión.
El coloso guardó silencio, tenía razón, solo dio un golpe, tremendamente fuerte y fue capaz de lastimarlos , pero lo que en verdad le preocupaba era q que su amo se estaba dejando llevar por la ira y eso en alguien cómo el era de cuidado.
Cuándo Crissio entró en su habitación Alaya ya estaba despierta, al verlo de inmediato se abrazó de el y lo llevo a la cama.
- Supongo que necesitas dormir.
- Solo un poco.
- Crissio, está noche necesito que lleves a Malael a la casa de mi padre.
- ¿Por qué?
- ¿Lo olvidaste? Se casan en dos días.
- Es verdad, Alita debe de estar emocionada.
- Vaya que lo está, ah y una cosa más, no vuelvas a lastimar así a los guardias.
- ¿Te diste cuenta?
- Crissio, esta es mi casa, me doy cuenta de todo. Duerme ahora.
Le dio un fuerte beso y salió de la alcoba, Crissio permaneció mirando el techo, estaba feliz por Alita y Malael pero no podía dejar de pensar en él, en Sejano, debería de encontrarlo y pronto.

La noche era turbulenta, los vientos arremetían con fuerza atroz, algunos árboles cedieron y se tronaron desde sus copas, Malael, fiel acompañante de Crissio veía esa devastación desde el balcón de la habitación que una vez le perteneció al viejo Tulio.
- Mi señor, le agradezco mucho ésto, nunca me imaginé que ustedes nos cederian esta casa.
- Fue idea de Alaya, ella quiere que esta propiedad quede en la familia.
- ¿La familia?
- Una sorpresa más, a partir de mañana te adoptare como mi hijo, serás el primer heredero de la familia Crissius Patronius Magnus y por lo tanto Alita será también hija.
Los ojos de Malael se abrieron desmesuradamente inundandose de lágrimas propias de felicidad, no pudo contener sus emociones y se abrazó fuertemente del cónsul. Crissio sintió una oleada de felicidad mientras abrazaba al muchacho y recordaba el día que lo conoció.
- Mírate, ya no eres un muchacho flacucho y enclenque, ahora eres todo un guerrero, eso era siempre lo que busque para ti, ahora tienes tú propia fuerza para proteger a tu esposa, para proteger tu familia, sabés lo que soy y siempre me has apoyado, has sido el mejor asistente que jamás conocí y me honra mucho el poderte llamar hijo.
- El honor es para mí- contesto mientras limpiaba las lágrimas de sus ojos- que un hombre de su posición me haya dado su nombre y con respeto y valentía lo llevaré conmigo hasta las praderas del Hades.
Ambos se miraron con una sonrisa, sacaron sus espadas y las elevaron tocando las puntas, reafirmando la lealtad de ambos.
Al otro lado, Alita y Alaya sostenían también una conversación, Alita recordaba sus días en Egipto, sus días junto a Denae donde ellas eran las señoras y tenían sirvientes, luego vino la desgracia, la muerte de sus padres y su vida como esclavas, también recordó cuando el viejo Tulio decidió comprarlas junto con Drusso y el día que conoció a Alaya, esa niña de bellos ojos verdes que siempre quería jugar con ellas sin importar que fueran esclavas o no.
- Supongo que ya sabes lo de la casa.
- Drusso me lo dijo y lo agradezco mucho.
- No tienes por que hacerlo, esa casa estará muy bien en tus manos.
- Señora...Alaya mi vida a tu lado a sido como un sueño.
- Es más que eso Alita, tu vida siempre ha sido y será tuya y jamas cambiará eso, ahora no solo eres ciudadana de Roma, si no que junto a Malael,llevarás en ti el nombre de esta casa, nos nunca se acabará el lazo que hemos creado.
Las dos mujeres se abrazaron, Drusso de pie en el marco de la puerta veía sonriente a las dos jóvenes que conoció desde que eran pequeñas, si tan solo su hermana, si tan sólo Denae también estuviera allí...
- Drusso ¿Estás sonriendo?
- Yo... no es sólo que...
- Adelante dilo.
- Se que jure lealtad al cónsul y prometí a tu padre proteger de ti toda la vida, pero honestamente quisiera quedarme con ella.
Alita saltó de felicidad y abrazó por el cuello al gigante de ébano.
- Sabes que siempre te querré a mi lado Drusso, toda esta vida has sido como un padre para mí.
- Claro que si Drusso, Crissio y yo estaremos bien.
- Lo se, lo sé, es un gran... hombre.
Rieron de nueva cuenta todos juntos, envueltos en una felicidad que hacía tiempo no tenían. La boda se efectuaría al atardecer, para que Crissio pudiera estar presente, Malael no dejaba de caminar de un lado a otro ante la divertida mirada de Crissio.
- Me recuerdas a lo hace un año.
- ¿Así se sentía?
- Si.
- ¿Cómo lo detengo?
- No puedes, no cuándo la persona con la que estarás es a quien amas, todo el tiempo sentirás esa sensación de emoción de solo verla, solo calamate, serás el pilar de ti familia.
Crissio lo tomó del hombro y lo condujo hasta la puerta donde recibiría a Alita, a lo lejos el camino se veía iluminado por unas antorchas que llevaban los acompañantes.
- Yo no conocía tanta gente.
- Yo si, estarás bien.
Alita iba del brazo de Drusso, mientras un par de niños arrojaban pétalos a su paso, Alaya venía a su derecha sujetando una charola chica con aceite, detrás de ellos, Livio en su imponente caballo los custodiaba, Malael sentía que su corazón salía del pecho, Crissio se percató de eso  y dió un apretón  en el hombro del muchacho regalándole una sonrisa.
Cuándo Alita llegó hasta el, Drusso cedió el brazo y se colocó su lado de ellos, la comadrona, misma que acompañó a Alaya les ato las manos con un lazo de seda y les hizo recitar el juramento de matrimonio.
- Malael está mujer entra a tu casa como tú así lo has querido, Alita como fue tu decisión, entrás a esta casa como su esposa.
Alaya derramó el aceite alrededor de ellos en un círculo que ahora  los uniría, todos los acompañantes aplaudieron y gritaron de júbilo, Crissio les invitó a pasar para acompañar a la joven pareja.
Todo parecía feliz y tranquilo, sin saber que escondido Sejano los miraba lejos de allí.
- Felicidades, fue una bella ceremonia.

La noche transcurría alegre, los invitados y demás personas felicitababan y bendecian a la nueva pareja, Alita y Malael se veían sumamente felices con grandes sonrisas en el rostro, hacia ya ya tanto tiempo que ella no sonreía así y Alaya se veía satisfecha.
- ¿Quien lo hubiera imaginado Crissio? Con nuestra unión, también vino la de ellos.
- Ambos son de gran corazón, serán una gran pareja.
El cónsul ataviado con la armadura que le regalará Drusso iba de un lado para otro, saludando a los senadores y oficiales de alto rango dentro del ejército, entre ellos destacaba la presencia del  general Livio quien, desde la usurpación de Sejano se convirtió en el tercer hombre de mayor confianza de Crissio, la crema y nata de la sociedad romana estaba allí y todos se preguntaban por qué.
- Sabes Crissio, es todo este tiempo al servicio del imperio es la primera fiesta que ofreces.
- No es mi fiesta, es de él- señaló a Malael- todo ésto es por el.
- Entiendo que hayas esto por su matrimonio pero ¿Todo por un esclavo?
- Cuidado con sus palabras senador, Alita y Malael dejaron de ser esclavos hace mucho tiempo, ahora son ciudadanos de Roma y son muy importantes para mi.
- Lo siento, lo siento Crissio, lo ignoraba, ahora entiendo todo.
- Y pronto sabrá más, ahora sí me disculpa senador, necesito atender otros menesteres.
El senador inclinó cortésmente la cabeza mostrando sus respetos, los demás senadores murmuraron haciendo incapie en lo beneficioso que fue colocar a Crissio como cónsul y si fuera posible sería un gran emperador, tal vez si Crissio hubiese usurpado el trono el habría recibido todo el apoyo del senado.
Crissio y Alaya continuaron celebrando y platicando con los invitados, mientras Alita y Malael permanecían en la mesa principal muy contentos y abrazados, Drusso se acercó a ellos, tomo de la mano a Alita y le dio un fuerte y efusivo abrazó.
- Alita, cuándo te conocí eras sólo una niña, jure que te protegería a ti y a tu hermana y se que le fallé a Denae, no hay día en que no piense en ella, ustedes me hicieron mejor persona, hija mía yo siempre permaneceré a tu lado.
Alita, con los ojos enrojecidos abrazó fuertemente al coloso de ébano y oír primera vez se le vio llorar.
- Malael, cuida mucho de ella, has aprendido muy bien a combatir pero jamás permitas que nada malo le suceda.
- Jamás Drusso.
Drusso sujetó fuertemente la mano del joven, está temblaba de emoción y satisfacción, ambos se dieron una gran sonrisa, el gigante se retiró de la mesa, Alita volvió a los brazos de su ahora esposo y cerró los ojos suspirando.
- Jamás creí que ésto sería posible.
- Ya lo es.
- Pensé que siempre sería esclava de Alaya, siempre me trató bien, como su hermana, pero creí que jamás obtendría mi libertad. Ha sido maravilloso que tú y el señor Crissio llegarán en nuestros caminos.
Malael permaneció en silencio sin saber que decir, su emoción le había generado un nudo en la garganta y solo pudo sonreír y besar a su mujer.
- Atención, atención todos- gritó Crissio en el centro del enorme jardín.- la mayoría de ustedes conocen a Malael, mi leal sirviente, el es el mejor que he conocido, permaneció a mi lado en los momentos más turbios y oscuros y jamás dudó, ahora el es libre y es un romano como todos nosotros, espero qué tanto el cómo su esposa sean tratados y respetados como todos y para hacer aún más valido este deseo he aquí ésto.
Crissio llamo al joven quein se levantó goloenadose con la mesa , Crissio le pidió que extendiera la mano, así lo hizo y le entregó una joya, una sortija.
- A partir de este momento y ante los miembros del senado declaró que te reconozco como hijo mío, está sortija, estás palabras y estos testigos lo avalan, Malael eres el primer heredero de mi familia.
Crissio abrazo fuertemente al muchacho mientras le daba una y otra vez las gracias por todo este tiempo juentiba él.
- Mi señor Crissio, yo siempre le serviré.
- Ya no es necesario hijo mío.
Los senadores y comandantes estallaron en aplausos y gritos de euforia al escuchar la gran noticia, quizá no era de su sangre pero era el primer descendiente del cónsul su línea real seguiría viva.
Alaya tomó del brazo a su esposo y lo miró con admiración y agradecimiento por lo que estaba haciendo.
- Ya tengo una respuesta Crissio, si, si deseó set como tú, una vez que esto terminé te dejaré hacerlo.
Crissio la besó y la levantó del suelo haciendola girar, la pareja estaba más que feliz por ellos, por todo.
- ¡Te amo Alaya!
- ¡Te amo Crissio!
Iban a besarse una vez más , pero un fuerte grito lo interrumpió, Crissio corrió presuroso a ver de qué se trataba, Livio y tres guardias pretorianos rodeaban a alguien con sus espadas y escudos, en el centro del círculo, un sujeto encapuchado sostenía a uno de los senadores  con un cuchillo al cuello.
- ¿Que pasa aquí?
- Crissio, esperaba encontrarte aquí.
- ¿Quién eres?
El sujeto soltó al senador, quien de inmediato huyó de allí y lentamente se retiró la capucha de la cabeza, su rostro duró y con una profunda cicatriz en el ojo derecho no pasó inadvertido para Crissio.
- ¡Sejano!
- Es hora de acabar con esto.

- ¡Debiste ser muy tonto para venir aquí y ahora!
- ¿En serio Crissio?
- Pues ahora serás arrestado y llevado a los calabozos donde serás ejecutado públicamente por tus actos de traición.
- ¿Y crees que dejaré que me asesinen sin antes vengarme de ti?
- ¡No debiste venir solo entonces!
- No lo hice.
Sejano emitió un largo silbido, Livio y Drusso entraron en alerta, Malael se levantó de la mesa.
- Livio saca a todos de aquí ¡Ya!
- Ya lo oyeron, saquen a todo el mundo.
Era tarde una lluvia de flechas  emergió del cielo nocturno, el silbante sonido de su caída envolvió el jardín, la gente, hombres y mujeres corrieron descontroladamente tratando de protegerse, muchas personas lo lograron, otras cayeron, los soldados se cubrieron con sus escudos hasta que terminará, Malael llevó rápidamente a su esposas al pórtico de su casa, donde estaba Alaya.
- Ocultense.
Las dos mujeres obedecieron, Alaya tuvo que arrastrar a Alita, quien veía como su marido se dirigía a la batalla.
- vamos Alita, estarán bien.
Alaya confíaba plenamente en que Crissio terminaría rápido con eso.
En la confusión de la lluvia de flechas, Sejano se había movido pero no paso desapercibido por Crissio, quién de inmediato corrió tras él, pero entonces, un sin número de guerreros bárbaros irrumpió en la propiedad atacando y asesinando a todo el mundo.
- Livio,Drusso acaben con ellos, yo iré tras Sejano.
- Ten cuidado Crissio.
- Estaré bien.
Los bárbaros atacaron al dúo, pero rápidamente cayeron ante la fuerza combinada de ambos, Drusso se vio rodeado, no tenía una espada, así que estaba dispuesto a luchar sin una, pero entonces llegó Malael apoyando al gigante.
- ¿Necesitas ayuda?
- ¿Dónde está Alita?
- Está a salvo, toma- le entregó una espada- ahora saquemos a esta basura de mi casa.
La coordinación de ambos comenzó a derribar a los invasores, Malael se movía con una agilidad que Drusso no había visto, su dominio de la espada era asombroso, se unió a ellos el general Livio, quien envío a los guardias a solicitar más apoyo, pronto los tres formaron un triángulo impenetrable, cuidando sus espaldas.
- ¿Dónde está Crissio?
- Fue tras Sejano, estará bien.
Las hordas de bárbaros seguían cayendo ante el fuerte trío, pero entonces uno de los bárbaros llamo a otro y un colosal y músculoso sujeto llegó al campo de batalla, con una mano derribaba a los pretorianos, era más grande que Drusso.
- Yo me encargo de el.
- ¿Estás seguro Drusso?
- Si , ustedes acaben con los demás.
- Buena suerte, ven Malael.

Sejano seguía corriendo por el perímetro de la casa, volteaba hacia atrás esperando encontrar a su rival, pero cuál fue su sorpresa al tropezar con el cónsul.
- Ya déjate de tonterías, si quieres morír con gusto te concedere ese deseo.
- El que morirá serás tú.
- Ya lo veremos.
Sejano se quitó sus harapientas ropas revelando la armadura de plata que llevaba consigo.
- Está vez no te será tan fácil.
La pelea comenzó, Sejano arremetió con la espada de plata, pero no contó con laas nuevas armas y armaduras de Crissio, que era mucho más resistente, lo cual lo llevó a esforzarse más, había algo en los movimientos de Sejano, eran más fuertes, más ágiles.
- Interesante.
Las espadas de ambos se encontraban en vibrantes golpes de los cuáles resplandecían chispas, Sejano intento golpear el abdomen del inmortal, pero no fue lo suficientemente rápido y cayó al suelo ante un golpe de Crissio, se levantó lentamente limpiando la sangre de su boca.
- Te lo dije, es inútil que lo intentes.
- Cierra la boca.
Alaya permanecía en una habitación costodiada por tres pretorianos, una decena de bárbaros ingreso y aunque los guardias lucharon valerosamente fueron superados en número, quedándose solas ellas dos, Alaya tomo una espada, los bárbaros sonriendo la atacaron, confiados, fueron asesinados por la agilidad de Alaya con la espada, Alita quedó impresionada.
- No podemos quedarnos aquí, vámonos.
Salieron nuevamente de la casa, esperaban encontrar a uno de ellos, pero los bárbaros parecían interminables, Alaya se enfrentó una vez más a ellos, pero eran demasiados. Drusso estaba en el suelo, sumamente golpeado y herido, sonrió ante su gigantesco rival, este lo levantó sujetandolo del cuello, empezaba a ahorcarlo, Drusso lo golpeaba fuertemente en la cabeza, los hombros, el pecho, pero no cedía, cuándo parecía que llegaba el fin, Livio saltó sobre el gigante bárbaro y clavó repetidamente una daga en su  pecho, Drusso aprovechó y recobró su espada, le cortó una pierna, el monstruo cayó y Livio y Drusso clavaron sus espadas en su corazón.
- Gracias General.
Malael se unió a ellos, jadeante, estaban agotados.
- Parece que ese bastardo trajo un ejército con él.
- Debemos continuar hasta que lleguen los refuerzos.
A un grito de Alita, Malael palideció, ella y  Alaya están rodeadas, mientras Alaya trataba de combatirlos, de inmediato los tres acudieron a su auxilio, furioso Malael asesinó a muchos de ellos salvandolas a ambas.
- ¿Estás bien?
- Si yo...
No terminó su frase cuándo expulsó sangre de la boca acompañada de un fuerte lamento, una flecha había perforado su espalda.
- ¡Alitaaaaa!
La mujer cayó en brazos de su esposo.
- Despierta, despierta, por favor.
Sus lágrimas y su llanto le hicieron olvidar donde estaba y abrazo fuertemente el cadáver de su amada.
- No, no ,no.
- Malael ¡Cuidado!
La advertencia de Livio llegó tardía, cuándo Malael trató de ver de que se trataba la filosa espada de un bárbaro le cortó limpiamente la cabeza.
- ¡Noooooo!
Alaya cayó en un ataque de llanto e histéria , trató de acudir en su ayuda, pero fue retenida por Drusso quien también comenzó a llorar.
- ¡Drusso llévatela de aquí!
Furioso el general atacó a los bárbaros que asesinaron a la pareja, al último de ellos, le clavó la espada en el vientre y la dirigió hacia arriba cortándolo en dos.
Crissio se distrajo al escuchar todo , ver a su hijo muerto lo enloqueció, Sejano se aprovechó de eso y clavó su espada en el estómago, Crissio se dobló de dolor, pero no cedió, tomó a Sejano por el cuello y lo golpeó fuertemente en la cabeza, ambos cayeron, mientras Crissio trataba de quitarse la espada, Sejano huyó rápidamente.
-Maldito.
Crissio logró ponerse de pie y partió la espada de plata en dos, corrió rápidamente al sitio donde Malael cayó.
-¡ No, no es cierto, no lo es!
Los refuerzos llegaron y rápidamente diezmaron a los bárbaros.
- Lo siento Crissio.
Crissio se puso de pie una vez más, Livio vio en el la ira propia del mismo infierno.
- ¿Dónde está Alaya?
- Drusso se la llevó.
- Exterminen a estos malditos, yo voy por el.

Alaya seguía llorando desconsoladamente, Drusso no sabía que hacer, hace un momento juró porteger de ellos, ahora los dos estaban muertos, la tristeza los inundó y no notaron como Sejano entraba a la habitación, golpeó fuertemente a Drusso con una roca dejándolo inconsciente
- ¿Tú?
- Hola Alaya.
- ¿Por qué haces esto?
- Ustedes me lo quitaron todo, es mi turno de quitarle todo a Crissio.
- El te hará pedazos.
- Así que lo sabés, Crissio no te ocultare nada ¿Cierto?
- Déjanos en paz.
- ¿Entonces Crissio te lo dijo todo? ¿Te dijo que el contrato al tal Timelus?
- ¿Qué dices?
- Crissio le pagó a Timelus para que compitiera en la carrera de cuadrigas contra tu padre, el sabía muy bien que Timelus era un mal perdedor que acostumbraba asesinar a sus adversarios, aún así  se lo pidió, muerto tu padre, quedarías sola y Crissio bueno, ya sabes lo demás.
En ese momento Crissio llegó, Ayala lo miró, había algo distinto en sus ojos, había decepción, ira, dolor y atrás de ella la sonrisa burlona de Sejano, el cónsul lo entiendo todo.
- Alaya yo...
No hubo tiempo de nada , no hubo tiempo de decir nada, la espada de Sejano atravesó el corazón de Alaya.

-¡Noooooo!
Crissio se arrojó hacia el traidor con toda su ira, sus ojos negros habían adquirido un tono rojizo, sus colmillos crecieron amenazadoramente y sus puños se tensaron violentamente, al arrojarse sobre Sejano la pared de la habitación cedió en fragmentos polvosos, en el exterior rodaron por el césped de la propiedad, en la caída de separaron por lo que Sejano logro ponerse de pie, a su alrededor vio como los legionarios habían acabado con la horda de bárbaros que había llevado, estaba solo.
- No.
- Ya mataré maldito.
Una torrencial lluvia cayó sobre ellos, Crissio no se inmutó, tomo la espada de acero, Sejano sabía que era la última opción, debía luchar o morir.
- Lo he conseguido Crissio, lo he conseguido.
- ¡Cállate!
La pelea comenzó, esta vez Sejano no tuvo tiempo de hacer nada, el frenético ataqué de Crissio lo tomó por sorpresa, su espada volo por los aires perdiéndose entre el fango naciente, uso las muñequeras de su armadura para portegerse de Crissio y aunque dio resultado el impacto lo obligó a arrodillarse, Crissio estaba loco de dolor e ira, solo quería acabar con él, asestó el golpe final ,pero Sejano rodó por el suelo hasta recuperar su espada, una vez con ella retomo su defensa.
- Está noche Crissio te unirás con ella.
- Pero primero te haré sufrir.
Las espadas volvieron a encontrarse en fuertes golpes y destellos, Sejano hacia muecas de dolor cada vez que intentaba detener un ataque del cónsul, pues el impacto del acero recorría todo su brazo desde el mango, en un momento las espadas se enclacaron, Sejano hacia débiles intentos de recuperar la fuerza, pero la fe Crissio era superior, la segunda espada de plata se quebró en tres fragmentos y el traidor cayó al suelo, se puso de pie rápidamente y al verse desarmado trato de huir pero Livio le cerró el pasó y ordenó a sus hombres crear un círculo al rededor de ellos, después con su lanza obligó a Sejano a volver al combate.
- Vuelve allí maldito cobarde
Crissio, de pie entre la lluvia, jadeaba salvajemente, ver esa expresión en su rostro aterro a Sejano, el inmortal arrojó su espada al suelo e incitó a luchar a su adversario; Sejano corrió hacia Crissio con los puños crispados, dio un fuerte golpe en la mandíbula pero fue como golpear hierro, sus dedos se quedaron tensos y temblorosos, una fuerte mano lo sujetó por el cabello izandolo en el aire, Crissio lo golpeó una, dos, tres veces hasta que la nariz del traidor estalló en una flor de sangre, estaba a punto de recibir el último golpe, pero rápidamente respondió golpeandolo con la muñequera de plata directamente en el rostro, Crissio lo soltó y trastabillo hacia atrás, su sangre inmortal fluyó por la herida en la mejilla, ambos se alejaron un momento el uno del otro, Sejano había encontrado la forma de atacar, pero el cónsul llevaba una gran ventaja sobre de el, la única forma era atacarlo con las muñequeras directamente el el rostro, pero Crissio no permitiría que se acercara a él tan fácil.
Volvieron a cubrirse en una lluvia de golpes, cada ataque de Sejano, Crissio lo devolvía con más fuerza, el traidor era ahora un madejo de carne ensangrentada con el rostro inflamado, sin embargo había conseguido asestar un par de golpes a Crissio, debilitandolo poco a poco con la plata. Una patada en el mentón y Sejano mordió el polvo, su maltrecho cuerpo cayó al fango, se arrastraba pesadamente como un gusano cubierto de sangre y lodo, se arrastraba tratando de encontrar una salida, cuándo sintió la pesada pierna de Crissio sobre su espalda, levantó ligeramente la cabeza solo para recibir una fuerte patada en la misma, su boca ensangrentada escupió un par de dientes expulsados por la contusión, Crissio lo levantó y lo obligó a mirarlo.
- Mátame ya.
- ¿Matarte? No Sejano, te haré sufrir, te haré padecer, el horror del inframundo será una caricia comparado con lo que haré contigo, me lo quitaste todo y yo hare de ti menos que alimento para las bestias.
Crissio abrió desmesuradamente la boca, sus grandes colmillos se revelaron buscando sangre, los soldados y Livio miraron impresionados, pero entonces...
Sejano hizo uso de uno de los fragmentos de la espada y lo clavó en la cara de Crissio, el cónsul lo soltó y retrocedió llevándose las manos a la herida, Sejano tomo una vez el fragmento y acuchilló repetidas veces a Crissio en el abdomen.
- ¡El que morirá serás tú!
Pero antes de que el pudiera hacer algo, el fuerte puño de Crissio lo golpeó rompiendo su mandíbula y arrojandolo al suelo, Sejano perdió el conocimiento y Crissio, Crissio cayó también al suelo.
Livio y sus soldados corrieron al auxilio del cónsul, uno de ellos quizo rematar a Sejano pero el general lo impidió.
- No, este le pertenece a Crissio.
Lo ató fuertemente de pies y manos, vendo su único ojo y lo llevó a una jaula.
- Llevenlo a las mazmorras y encadenenlo, si escapa lo pagarán con sus vidas.
Lo soldados reforzaron los amarres de Sejano temiendo que pudiera despertar y huir y se lo llevaron cumpliendo las órdenes de Livio, este volvió y con ayuda de sus  hombres levantó el cuerpo de Crissio quien respiraba con dificultad, sin embargo despertó sobresaltado y se retiró del apoyo que lo sujetaba, miró a Livio como a un extraño y volvió al interior de la casa, allí vio el cuerpo de Alaya, sus ojos se inundaron de lágrimas y cayó de rodillas frente a ella, comenzó a morderla desesperadamente por todo el cuerpo, pero sabia que era inútil, su corazón había dejado de latir, agotado estalló en un llanto doloroso abrazando el cadáver de Alaya llorando y gritando por ella.
- No, no , no te vayas, no me dejes, vuelve, vuelve , ¡Vuelve!
El llanto y la desesperación del cónsul atravesó los corazones de los legionarios quienes se arrodillaron con respeto al rededor de la casa, Drusso había cubierto los cuerpos de Malael y Alita, sus ojos estaban inflamados por el llanto, no se atrevía a entrar y ver a su señora sin vida.
- Crissio.
- Déjenme solo.
- Pero...
- ¡Largo!
Las heridas causadas por Sejano comenzaban a sanar, pero las heridas de su corazón marchito, esas jamás lo harían; mantenía el cuerpo de su amada con el, abrazándola y besando su frente, llorando sin control, sin consuelo alguno.
- ¿Señor?
- Vete de aquí Drusso.
El coloso intentó tomar a Crissio del hombro pero entonces, en un arrebato de ira el doliente inmortal mordió la mano de Drusso.
- ¡Dije que te fueras!
- No lo haré contestó -violentamente- no lo haré, yo también los perdí, perdí a Alita, a Malael, a ella, usted no es el único que ha sufrido por ellos y usted es lo único que queda de una promesa que no cumplí y  de ninguna manera lo voy a dejar solo.
Drusso no pudo más y se sentó en el suelo sucumbiendo ante la tristeza y unió sus lágrimas a las de Crissio, este hundió la cabeza en el cabello de Alaya perdiéndose en un llanto silencioso.
- Te amo Alaya.

Livio se quedó afuera supervisando el levantamiento de los cuerpos, Alita y Malael fueron llevados al mauselo de la casa de Crissio, donde reposarian hasta que Crissio decidiera que hacer con ellos, ordenó a una guardia permanecer allí con ellos y montó su caballo dirigiéndose a las mazmorras del palacio.
Cuándo llegó, Sejano yacia en un estado deprorable, la golpiza que le propinó Crissio habían hecho de él solo un bulto de sangre, su cuerpo tenía incontables golpes y su rostro hinchados era aún más irreconocible, la mandíbula colgada le hacía imposible hablar pero lo intentaba.
- Lo lograste míserable ¿Y para qué?
La ira de Crissio es ahora más grande, el sigue vivo- el ojo de Sejano se abrió con terror- y vendrá por ti.
Sejano se sacudió aterrado, Livio le dio la espalda y ordenó a los guardias que lo mantuvieran vigilado.
- Que siga con vida hasta que el cónsul venga.
- Este hombre asesinó a la señora Alaya, créame que haremos todo para que caiga a manos del cónsul.
Livio asintió y sonrió, después salió de allí para cumplir una última orden, notificar a Tiberio de la aprehensión del traídor.


Ya había pasado una semana desde el ataque de Sejano, Crissio había colocado el cadáver de Alaya en el Mausoleo junto a sus demás seres amados, Drusso, leal a el, permaneció cerca en todo momento, habían retirado a los guardias, las aves y bestias fueron liberadas y poco a poco la bella casa de Crissio adquirió un matiz de soledad y abandono, las plantas y árboles frutales se secaron, las paredes se humedecieron y se deterioran, toda vida que alguna vez tuvo la casa había desaparecido. Crissio permanecía encerrado en su habitación todo el tiempo, Drusso le llevaba una vez al día una copa de sangre que dejaba a la puerta, le complacía que al volver por ella la copa ya estaba vacía, fue una semana de eterno silencio.
El coloso dejo a un lado toda responsabilidad, el también sufría la pérdida de todos ellos, sabía que Crissio no necesitaba protección, pero algo lo hacía permanecer a su lado, diariamente esperaba verlo cruzar la puerta y hablar con el una vez más, pero eso no secederia pronto.
Se revisó la mano, la herida causada por la mordida de su amo comenzó a sanar dejando una fea cicatriz, aún le molestaba el dolor, así que decidió volver a su habitación a descansar, después de todo ya no había nadie a quién cuidar. Cuándo el coloso se retiraba alguien llamó a la puerta y con el fastidio en su rostro fue a abrir, era un mensajero del palacio del emperador, llevaba con el un pergamino enrollado que le entregó a Drusso.
- El emperador Tiberio está en la ciudad, desea que el cónsul vaya está noche.
- Se lo diré, ya vete.
El mensajero se inclinó y partió de allí temeroso por las historias que comenzaban a correr sobre Crissio y Drusso; la copa de sangre apareció vacía una vez más, el gigante tocó ligeramente la puerta de la habitación de su amo y la abrió lentamente, Crissio yacia sentado al borde de su cama, la túnica que llevaba puesta estaba manchada de sangre reseca, de las copas anteriores, la habitación estaba hecha un desastre y todos los muebles habían sido devastados.
- Te dije que no entraras.
- Lo se, pero llegó esto del emperador.
- No me importa.
- Tal vez le interese.
- Ya nada me interesa Drusso, nada.
- Es referente a Sejano.
Crissio se levantó perezosamente y tomo el pergamino, en ese momento Drusso vio su brazo derecho con múltiples cicatrices y la cicatriz en su rostro.
- ¿Cómo es posible?
- Las cicatrices causadas por plata jamás desaparecen.
- Y las del brazo ¿También las causó Sejano?
Crissio guardó silencio y leyó el pergamino, en el, Tíberio mandaba sus condolencias a la familia de Crissio y lo mejor que pudo recibir, lo esperaba esta noche para que el mismo ejecutará a Sejano.
- Drusso, por favor, prepara mi armadura, y toma una para ti.
- De inmediato señor.
La cara de Crissio tomo un rictus malvado y furioso, está noche Sejano conocería el verdadero horror.

En las inmediaciones del palacio, el general Livio se paseaba de un lado a otro, sabía que su amigo el cónsul pasaba por terribles momentos, estaba satisfecho con la resolución del emperador en permitir que Crissio ejecutará al traidor, pero ¿que pasaría después? ¿Qué haría Crissio después?
El general fue llamado por Tiberio, este sentado en su gran trono preguntó por la condición de Sejano.
- Está en condiciones.
- ¿Podrá soportar el suplicio? No me gustaría que Crissio lo matara tan rápido.
- Soportará señor, se lo aseguro.
- jajajaja, eso es lo que esperamos- Calígula apareció detrás del emperador con los brazos cruzados y su sonrisa desquiciada que asustaba al mismo Livio- Sejano dio muchos problemas al imperio.
- Les aseguró que ese hombre sufrirá más que terribles desdichas.
Saludo respetuosamente a ambos y salió de allí, se dirigió a las mazmorras y entro a la celda, un Sejano irreconocible y míserable yacía recostado sobre el suelo, su piel sucia y sus cabellos enmarañados le daban un aspecto decrépito, su mandíbula había sanado de manera imperfecta por lo cual su boca permanecía todo el tiempo abierta y ladeada.
- ¿Quién diría Sejano, que terminaría así?
- Ya mátame-contestaba con voz torpe.
- Oh no Sejano, no seré yo quién te mate, prepárate por qué el inmortal viene en camino.
- ¡No, el no!
- Debiste dejarlo en paz, pero no fue así y ahora el vendrá a desatar toda su ira en ti.
Sejano comenzó a agitarse en el sucio suelo del calabazo, a una orden de Livio dos de los celadores entraron y lo levantaron.
- Aseenlo y preparenlo para su ejecución.
Livio ató sus manos y rompió una de sus muñecas por lo cuál el traidor lanzó Yu no grito de dolor.
- Para que no intentes escapar otra vez, y recuerda este dolor, por qué será la última caricia que te acompañará ¡Llevenselo!
Sejano aullaba y gritaba aterrado mientras era arrastrado por los celadores, Livio lo vio irse y dibujó una sonrisa en su rostro.

Cuándo cayó la noche Crissio se aseo y se enfundó en su gran armadura de acero, el regaló de Drusso, se puso una capa, blanca, su sortija de cónsul y su gran casco, tomo también la espada , la espada que le diera Alaya, la sujetó con las dos manos y beso el mango de marfil, la ató a su cintura y salió de la habitación, afuera Drusso lo esperaba en un carro tirado por dos caballos, el gigante llevaba una armadura sin peto, su musculatura lo obligaba a llevar el pecho descubierto.
- Señor.
- Drusso, ¿estás conmigo?
- Hasta el fin.
- Bien, por qué pronto lo llevaremos.
Drusso y Crissio sonrieron una vez más y dirigieron a los caballos hacia el palacio imperial; la calzada que llevaba al palacio era iluminada por grandes antorchas, en la gran entrada los dos fueron recibidos con respeto por la guardia pretoriana, en el centro del vestíbulo yacía atado Sejano, al verlo Crissio sintió una oleada de rabia recorrer su cuerpo, el emperador aplaudió desde su asiento y se levantó para saludar a Crissio, este lo ignoro y camino directo a Sejano acompañado de Drusso.
- Crissio, es todo tuyo.
El cónsul jalo la cabeza de Sejano por el cabello, violentamente y lo obligó a mirarlo con su único ojo.
- Debiste matarme bastardo.
- Hice más que eso, la mate a ella.
La ira de Crissio creció y lo sujeto por su mandíbula lastimada comenzó a apretarla fuertemente ante la desperacion de Sejano.
- Lamentarse tu propia existencia.
Crissio hizo una seña y Drusso subió hasta el patíbulo, se dieron una mirada y el cónsul se hizo a un lado, el gigante crispo los puños y dio tres fuertes golpes al rostro del traidor, la sangre comenzó a fluir de su nariz.
- Mátame.
Lo ignoro y lo golpeó una y otra y otra y otra vez en el abdomen,hasta que el aire le faltó, Sejano trató e arquearse pero los amarres se lo impedian, Drusso no se contuvo y una vez más arremetió contra el rostro pero está vez con un mazo pequeño.
El rostro de Sejano era ahora un Arroyo de sangre, Drusso quería acabar con el pero sabia que era tarea de Crissio.
- Ma...ma...matenme.
Crissio no respondió, derribó de una patada la mesa que contenía los instrumentos de tortura, solo usaría sus manos, sujetó la cabeza y la presionó lentamente pero con extrema fuerza, los gritos de Sejano eran aterradores, Tiberio palideció y Calígula río, sangre comenzó a fluir por sus oídos y eso lo hizo detenerse, después lo sujeto por los hombros y clavó sus uñas en la piel , arrancó lentamente cada centímetro de piel desde los hombros hasta los antebrazos con la satisfacción de oír a Sejano gritar de dolor, pero no sé detuvo, uno e los guardias le entregó una vasija  con vinagre y la vertió en la piel recién desollada y Sejano se retorció despertadamente.
- ¡Mátame maldito, mátame!
Pero no lo hizo, quería que sufriera aún más, cortó los amarres y Sejano cayó exahusto al suelo como una extraña mancha arrastrándose sin forma o dirección, Crissio piso fuertemente las piernas terminando por romperselas, algunos de los soldados se habían retirado ante el brutal espectáculo, Tiberio miraba mórbida mente y Calígula aplaudia cada acción de Crissio.
- ¡Acabalo, acabalo!
Todos lo animaban a matarlo, así que lo giró exponiendo su estómago, enterró sus manos y extrajo sus intestinos, después arrancó una a una las extremidades inferiores, Sejano seguía vivo y gritando, después arrancó los brazos, los gritos iban en aumento, eran lamentos surgidos del Hades mismo, Crissio se levantó y contempló su obra, Sejano era ahora solo un bulto son piernas ni brazos, los intestinos fluían oirbla herida, su rostro era irreconocible, seguía con vida, el cónsul manchado totalmente de sangre extendió los brazos al cielo y emitió un grito de triunfo, un gritó parecido al rugido de una bestia, sus colmillos se alargaron
- Mata...me...
Dio un fuerte pisotón y la cabeza de Sejano se convirtió en una mancha en el suelo del palacio. Crissio se había vengado, Tíberio se levantó de su asiento y se acercó a Crissio, lo tomó de un hombro y lo felicito.
- Con tu fuerza, el imperio será invencible.
Crissio enfureció y con su mano atravesó el pecho de Tiberio y arrancó su corazón, los guardias se quedaron estupefactos y sacaron sus armas al ver el cuerpo del emperador rodar por la escaleras.
- Guarden sus armas- ordenó Livio, pero fue tarde, el ataque inicio, Crissio cegado, los hizo pedazos uno por uno hasta solo dejar un par de sobrevivientes, el cónsul arrancó la cabeza de Tíberio yvse la arrojó a Calígula quien estaba ocultó detrás del trono.
- Ahora eres el emperador.
Y sin más, el poderoso inmortal salió cubierto totalmente de sangre del palacio que tantas desgracias había guardado.

Crissio había tomado la desición de llevar los cuerpos a Ostia Antica, donde serían incinerados y las cenizas mezcladas en una sola urna y reposarian al pie del rosal favorito de Alaya en aquella casa y mismo sitio donde descansaban los restos del pequeño Aurelio, aquel niño que tocó el corazón de todos. Drusso hizo llamar a un grupo de embalsamadores para que mantuvieran los cuerpos en perfecto estado durante el viaje, fueron amortajados y colocados en urnas de madera de caoba para su transporte, el cónsul y su ayudante, con gran dolor en sus corazones dieron el último adiós a su familia.
- Alaya, mi amor por ti vivirá eternamente.
Dio un beso en la fría frente y el mismo tapo la urna, después una lágrima corrió por su mejilla desvaneciéndose en la superficie cálida de la madera.
- Drusso, espera aquí, iré al palacio, no tardaré mucho.
- ¿No desea que lo acompañe?
- Sejano está muerto, no hay motivo amigo mío.
Drusso inclinó la cabeza y dio la espalda al cónsul, dormiría un momento antes de partir; puesto que que los caballos necesitaban mantener su energía para emprender la marcha, se fue caminando hacia el palacio, pasear solo por el bosque relajo su mente y su cuerpo, el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte y las estrellas a dibujarse en el cielo, había pasado muchos años solo, hasta que encontró a Malael, años después a Alaya y con ella a Alita y Drusso, quienes habían abrigado un sitio importante en el, encontró la familia que nunca llegó a tener y una vez más , como antes de ser inmortal, la tragedia se llevó a quienes más había amado, ahora sólo contaba con la compañía de Drusso.
Cuándo salió del sendero del bosque la gran calzada apareció iluminada por sendas antorchas y ellas extendían su gran luz hasta el coliseo, al caminar por la calzada a un lado vio la casa de Tulio, aquella donde hubiesen vivido Malael y su esposa, Drusso sugirió que se destruyera pues ya no tenía ningún objeto que está siguiera de pie, solo quedaban de ella ruinas y polvo.
- Lo lamento anciano, lo lamentó mucho.
Dejo la espada que le obsequiará Alaya clavada en lo que fue la entrada de la casa y dejó sus respetos para el difunto padre de su amada; prosiguió su camino hasta llegar al gran palacio, al reconocerlo,los guardias se arrodillaron frente a él y Crissio solicito la presencia de Livio.
- En seguida señor.
Un guardia corrió a buscar al general mientras otro le invitaba a pasar pero Crissio prefirió permanecer en las escalinatas. Pronto llegó el general Livio, este sonrió y abrazo con entusiasmo al cónsul.
- ¡Que gusto verte Crissio, que gusto verte!
- Lo mismo digo general.
- ¿Que puedo hacer por ti?
- No necesito mucho, solo vengo a dimitir.
- Tienes que hacerlo ante el senado.
- No tengo tiempo para eso, está noche parto hacia Ostia Antica y no puedo retrasarme ¿Cómo van las cosas?
- Calígula será nombrado emperador en unos días, te teme y ha decidido no culparte de la muerte del César, después de todo le hiciste un favor, si no lo hubieras hecho tú lo habría hecho él, Macro se ha convertido en su sombra, creé que podrá influir y controlarlo.
- Terminará muerto, al menos el imperio te tiene a ti.
- No soy como tú Crissio y jamas lo seré, a menos que me lo permitas.
- Lo siento Livio, este imperio no necesita de monstruos, necesita de hombres sabios y valientes y tú mi a amigo eres uno de ellos, la historia del héroe de Roma ha terminado, inicia la pesadilla de Calígula y tú tendrás que estar ahí para salvar al imperio una vez más, pero como lo que eres, un gran hombre.
- Crissio, tu también lo eres.
Ambos se dieron un fuerte apretón de manos, los ojos de ambos se encontraron llenos de determinación y fortaleza.
- ¿Volveré a verte Crissio?
- No lo sé , es posible.
El cónsul le entregó su sortija al general y después elevó el brazo derecho en saludo correspondiente a su posición. Por última vez se retiró del gran palacio imperial, se alejaría para siempre de toda la corrupción de la gran ciudad.
Una vez realizada esta labor volvió a casa, Drusso preparaba la carroza y los caballos, llevaba puesta una armadura negra y una larga espada.
- ¿Está todo listo?
- Si mi señor.
- Bien, pero falta algo.
- ¿Que?
Crissio le entregó un papiro y una llave.
- ¿Que es esto?
- A partir de ahora eres el poseedor legítimo de todos mis bienes, todo lo que tengo es ahora tuyo.
- Pero señor, yo no lo necesito.
- Créeme- señaló la herida de su mano- créeme que lo necesitarás.
- Señor que está haciendo.
- Soy inmortal Drusso y durante el resto de mi vida tendré que soportar la ausencia de Alaya, siglo tras siglo deberé vivir con la desesperanza de jamás volverla a ver.
- No.
- Drusso, eres el mejor guardia que jamás conocí, tu fuerza, tu nobleza, tu determinación te hacen formidable, no se lo que será de ti con esa herida, pero se que aún deseas hacer muchas cosas más.
- No importa lo que haga señor, yo siempre lo seguiré a dónde sea.
- Lo sé y es por eso que necesitarás de todo esto, por que yo no lo necesitaré más, lo siento.
Drusso entendió las palabras que le fueron dichas, y puso una mano en el hombro de Crissio.
- No importa lo que Sejano le haya dicho a Alaya, ella siempre lo amó.
El llanto de Crissio estalló y pidió a Drusso queblodejara solo, el obedeció y se retiró de allí, entendió entonces el porqué de la cuarta urna de madera.
- Yo siempre lo protegeré mi señor.
Crissio sacó de entre los pliegues de sus ropas el último fragmento de plata, la punta de la espada, probó el filo haciendo un corte en uno de sus dedos y su sangre fluyó al momento.
- ¡Alayaaaaa!
Con un golpe preciso enterró la punta en su pecho hasta que está llegó a su corazón.

La gran calzada se ha había iluminado de extremo a extremo con grandes antorchas, ambos lados de la vía los soldados romanos permanecían en una sola fila, desde la entrada del palacio imperial, hasta la salida de la gran ciudad, cuatro jinetes iban a la delantera, en medio la carroza fúnebre con los cuatro féretros de madera la cual era conducida por Drusso, detrás de él tres jinetes más, el de en medio, el general Livio custodiando el camino del cónsul, mientras pasaba el fúnebre cortejo, la población civil unió sus lágrimas en un solo homenaje a su héroe caído y su familia, los soldados golpeaban rítmicamente las lanzas en el suelo envolviendo a todos en un triste cantó d despedida, Drusso, con la frente en alto dejaba la ciudad en la que había entrado como esclavo ahora como un hombre libre.
El cortejo que se le daba a Crissio estaba reservado solo para los emperadores, pero el senado estuvo de acuerdo en que el cónsul lo merecía más que ningún otro. Al llegar al final de la calzada y estar en la salida de la ciudad todos los legionarios presentes se arrodillaron respetuosamente, el ahora emperador Calígula estaba allí, acompañado de Macro y el senado, lentamente se acercó a Drusso y le estrecho la mano.
- El pueblo enteró de Roma lamenta la pérdida de nuestro gran cónsul, no dudes en solicitar cualquier cosa cómo último heredero de Crissio.
- Se lo agradezco emperador- en el fondo Drusso sabía que esas eran solo palabras vacías.
Calígula inclinó levemente la cabeza  y le dio la espalda al coloso, estaba ansioso por finalizar la ceremonia y volver al palacio, Drusso también estaba listo para partir.
- Drusso.
- General.
- ¿Volveremos a verte?
- Ya lo creo que sí.
- ¿Cuánto tiempo permanecerán en Ostia Antica?
- Lo que dure mi vida general y honestamente- se miró la mano y la cicatriz de la mordedura de Crissio- no se cuánto tiempo será eso.
- Fue un gran hombre.
- El mejor.
A Drusso se le hizo un nudo en la garganta, el general ya no supo que más decir, le entregó la sortija de Crissio y le extendió la mano derecha en señal de admiración y respeto, después miró a los legionarios y levantó su espada al cielo.
- ¡SALVE CRISSIO!
Los legionarios respondieron gritando lo mismo agitando sus lanzas.
- ¡SALVE CRISSIO, SALVÉ CRISSIO, SALVE CRISSIO!
El ejército, el senado, la multitud entera aclamaba a Crissio, y ese clamor fue escuchado hasta el mismo Olimpo.
Mientras se coreaba el nombre del cónsul, Drusso ordenó avanzar a los caballos, éstos caminaron ligeramente, llevando consigo a sus muertos.

El camino hacia Ostia Antica fue tranquilo, en todas las provincias se anunció la muerte de la familia de Crissio y del mismo cónsul, de modo que en cada aldea se extendían los respetos propios a la carroza, Drusso agradeció pero no sé detuvo en ningún momento, al llegar a la ciudad costera, el procurador lo recibió, Drusso no lo conocía por qué estuvo ausente mientras estuvieron allí, era un hombre obeso y de alta estatura, que dijo llamarse Nereo, este hombre le pidió a Drusso que lo acompañará hasta el anfiteatro donde llevo a cabo la pelea para defender a su amo, allí se realizaría la cremación de los cuerpos.
- Se lo agradezco señor, pero la voluntad de mi amo era ser incorporado en su hogar y sin ninguna presencia.
- ¿Te atreves a rechazarme?
- No, me atrevo a cumplir la voluntad de mi amo.
- Está bien, como sea.
Furioso el procurador volvió a su fortaleza, Drusso sonrió y continuó su camino hasta la gran casa, allí, el anciano mudo le dio la bienvenida. El sol estaba organizando salir, Drusso sabía que eur tenía que darse prisa, uno a uno, y con las mayor delicadeza, bajo los féretros de la carroza, los tres primeros los colocó en la pira funeraria que pronto arderia, pero cuándo iba a colocar el de Crissio el anciano habló por vez primera.
- El no.
- ¿Hablas?
- Solo lo hacía ante el, pero no debes incinerarlo.
- Anciano, se que también lo estimadas, pero debo hacerlo.
- Necio, no lo hagas, no debés incinerar a quien no ha muerto.
Cansado, Drusso abrió el féretro de Crissio y le mostró al anciano que este había muerto, pero...
- ¿,Que es ésto?

El coloso de éban procedió a incinerar los cuerpos de Alaya, Alita y Malael, sus lágrimas y su dolor se unieron a las grandes lenguas de fuego que despedían a su familia, al salir el sol, las brasas se extinguieron y recuperó con cuidado las cenizas, mezcló las tres en una sola urna y las depósito en el gran rosal de Alaya, allí había nadie placa de concreto con una leyenda.

                   " Aurelius Patronius Magnus"

El niño que rescatará Alaya, una vez que hubo terminado, besó suavemente el rosal, despidiéndose definitivamente de ellos.
- ¿Esta hecho?
- Está hecho anciano.
- Bien, es hora de continuar con el.
Drusso y el anciano entraron al mauselo donde yacía el cuerpo de Crissio, este parecía aún tan fresco, como si solo durmiera.
- Te digo que está muerto, la punta de plata partió su corazón.
- El inmortal jamás muere, y mucho menos alguien como el.
- Estás seguro de hacerlo.
- Mi vida ya no es nada, en cambio mi muerte sera de utilidad, déjame a quien junto a él por favor.
- ¿Como desees?
- Gracias Drusso. Ahora tú eres el inmortal y deberas proteger este recinto hasta que el vuelva.
- ¿Cuándo será?
- Solo cuándo el lo quiera así.
- Buen viaje anciano.
El viejo cerró los ojos, Drusso le cortó rápidamente el cuello y su sangre cubrió por enteró el cuerpo inerte de Crissio, Drusso respeto la voluntad del anciano y dejó su cadáver allí mismo, noto que al cortar la garganta del hombre el mismo se causó una herida profunda en los dedos, pero estos sabatino al momento
- Descansé mi señor, yo estaré siempre aquí para protegerlo.
Salió del mauselo y lo selló, sumiendo en la más absoluta oscuridad a Crissio el inmortal y esperando que algún día en la eternidad decidiera regresar.


EL BESO DEL INMORTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora