Capítulo 3.

10 1 0
                                    

Las horas habían pasado demasiado lentas si se le prestaba atención al tiempo, no hace falta aclarar lo que hicieron Allie y Alex durante esas horas. Ambos estaba totalmente ocupados con la mudanza, ella acomodando su guardarropa y luego haciendo detalles de su habitación como pegando pósters, dejando algunos pequeños floreros con algunas margaritas por los muebles con tal que su habitación volviera a ser la misma.

Quedaban unas prendas sobre la cama, luego las pondría en algún lugar para que no estorbasen pero sabía que cuando llegara nuevamente estaría tan cansada que era capaz de tirarse por encima de las prendas y arrugarlas; entonces se decidió por guardarlas y terminar con la última caja la cual contenía fotos, recuerdos que ella quería llevarse.

Se sentó sobre la cama, sacando uno a uno y con cuidado los portarretratos con las fotos de los momentos más felices que había pasado junto a su familia. Mientras más husmeaba, más encontraba. Llegó el momento en que encontró una foto de cuando era pequeña: era su cumpleaños y al parecer fue cuando cumplió nueve años, estaba vestida de princesa e incluso en vez de una tiara, llevaba una corona de flores a juego con el vestido. A su lado estaba un niño de casi la misma altura, ojos azules y también estaba vestido de caballero, en una de sus manos tenía empuñada una espada de juguete y con la otra rodeaba el hombro de la pequeña. Era Alex, también tenía su edad y solo era mayor que ella por seis meses, aun así se veía apuesto como siempre lo había pensado.

Siguió sacando retratos, álbumes de fotos de la familia e incluso libros que leía de pequeña, en caso que volviera a leerlos como solía hacerlo.

Casi terminaba de sacar todo de esta cuando en el fondo vio una papel blanco, parecía algo sucio, seguro tenía varios años.

Sopló sobre el mismo para sacar el polvo para limpiarlo, en ese instante el papel tomó forma de un sobre para carta y eso era lo que en realidad era. Tenía su nombre sin duda, el remitente era George Miller. Su padre.

¿Qué hacía una carta de él ahí? Había desaparecido hace siete años de su vida, nunca más lo volvió a ver por lo que siempre había creído que la había dejado sola a ella y a sus hermanas.

Tenía dieciocho años, ya podría saber la verdad detrás de ese abandono. Abrió el sobre que contenía la carta y comenzó a leer.

«Querida Allie:

Seguro ya debes tener más de diecisiete y si la encontraste antes, no sigas leyendo, no creo que tengas la edad apropiada para oírlo. —tiene 18, Allie ya podía leerla, siguió con lo que había abajo—.

Lamento haberme ido, lamento demasiado haberle fallado a tu madre, a tu hermana y especialmente a ti, pequeña reina de las flores; pero no podía dejar que ustedes dos supieran de la verdad.

En realidad, me detectaron un cáncer terminal. Solo tenía seis meses más de vida, en vez de aprovecharlos con ustedes decidí irme para no generales malos recuerdos y tampoco quería que me vieran sufrir.

Tampoco quería luchar contra la muerte, siempre viene cuando uno menos se lo espera.

Tu madre y yo acordamos que todo quedaría así, que me iría en un abrir y cerrar de ojos pero no pensé en que las lastimaría demasiado.

Quiero que seas fuerte, ¿sí, preciosa?

Quiero que te gradúes, seas una gran maestra de baile (aunque claro, puedes ser abogada porque yo quiero que lo seas) y que él hombre que elijas para todo tu vida sea muy buena persona.

Te amo, mi reina.

George Miller. {13/09/08}

Entreabrió los labios para dejar escapar un chillido, quería llorar, quería ir hacía donde quiera que estuviera su padre. Todavía no podía creer que se había tragado una mentira tan grande, lo peor era la culpa que invadía su corazón por no pasar esos últimos meses con él; estaba siendo consumida viva por un fuego que nunca se apagaría en su corazón.

Con uno de sus brazos empujó aquella caja, la misma cayó al piso con un fuerte impacto. Sus ojos estaban despidiendo lágrimas como si fuera una fábrica que fuera a toda velocidad, con las palmas de las manos se cubrió su pálido rostro. Cabía destacar que su nariz e incluso sus mejillas parecían estar tan rojas como una manzana, la sangre esteba hirviendo en ella.

«¡Lo lamento tanto!» logró escuchar Eddie desde la cocina, los gritos de Allie eran tan fuertes que de seguro se podría escuchar en todo su departamento.

Fue lo más rápido que pudo hacía su habitación, con cierta moderación golpeó la puerta pero ella sólo gritara que se fuera, no quería hablarle e incluso comenzó a insultarle sin razón alguna.

Si bien respetaba la privacidad de las demás personas, él se decidió entrar para ver qué le ocurría. Fue un gran impacto encontrarse con tan preciosos ojos azules despidiendo lágrimas, una caja llena de recuerdos tirada a la deriva y una papel en la mano, ¿era de la Universidad dónde iban a estudiar u otra casa? Sin más que decir él se acercó a ella y la abrazó sin importar qué pasara, sabía que tal vez el abrazo la tranquilizara pero no estaba tan seguro en ese momento.

—Shhh, shhh… —se le logró escuchar decir. Por supuesto, Allie lloraba sobre su hombro. Parecía tan desconsolada que una terrible pena invadió el pecho del joven, haciéndolo sentir culpable de algo que no era. —Allie, si no me cuentas que pasó, no podré entenderte. —murmuró con suavidad, tenía que ser suave con este tipo de asuntos. Su tía se lo había recomendado, después de estar un año encerrada ella no podría encontrarse emocionalmente estable.

Sin más, ella le extendió aquél sobre amarillento que contenía la carta, el mismo se había arrugado hace unos pocos minutos. Eddie lo tomó entre sus manos, sacó el papel del sobre y comenzó a leerlo; en sus gestos se podía notar que verdaderamente estaba impresionado de lo que había hecho su tío, su propia sangre, el hermano de su madre. Al final, sólo se limitó a decir: —Lo lamento, prima.

—No hay nada qué lamentar.

—Será mejor que pienses con la cabeza fría, no ahora. —se separó de ella con cuidado. — ¿Deseas que llame a Alex?

Ella asintió con la cabeza, limpiando sus lágrimas aunque las mías volvían a salir irremediablemente.

***

La mudanzas llevó horas entre los dos hermanos, Melanie estaba muy agotada por su trabajo; al contrario de Alex que estaba en su mejor forma. Había demasiadas palabras para escribir lo emocionado que estaba por el nuevo cambio, incluso se podría decir que su hermana también estaba demasiado emocionada, al igual que él.

Sin embargo, mientras acomodaba sus camisetas el teléfono comenzó a sonar. Era raro, el número no estaba registrado

—¿Hola? —su voz sonaba tan insegura, ¿qué hacía alguien llamándolo?

La voz seguía hablando, explicándole de manera muy confusa una situación a la que estuvo ajeno por esas horas.

Colgó el teléfono y fue hacía el apartamento de Eddie.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 20, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Flores GrisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora