Día 5: Sede del FBI

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Gustabo caminaba por los no tan largos pasillos de la sede del FBI, había regresado hacía unas horas de sus vacaciones y estaba perfectamente listo para volver a trabajar junto a su gran amigo. Sabía por bocas extrañas que Horacio había cambiado mucho estos últimos meses durante su ausencia, pero no estaba seguro de cuánto habían evolucionado las cosas en la ciudad, por lo que decidió averiguar por sí mismo y buscar al cresta en su lugar de trabajo. Sin permiso o cita previa, llegó hasta donde se supone era la oficina del moreno, esta se encontraba pulcramente ordenada, algo extraño de ver conociendo a Horacio.

Gustabo se consideraba así mismo un mirón, por lo que durante su espera, decidió hojear los papeles (aburrido), cajones (aburrido) y casilleros, esos se encontraban extrañamente vacíos, notó que en la parte superior interna de estos había una pequeña abertura, queriendo investigar, entró al casillero y empezó a raspar, estaba tan concentrado en su tarea que cuando se percató de los ruidos acercándose al lugar, entró en pánico encerrándose dentro del cubículo.

Escuchó la puerta ser abierta, su único punto de visión era a través de unas rendijas con las que podía divisar la zona del escritorio.

—Horacio espera — Vió al ruso intentando sin éxito separar al menor de su cuello. — alguien podría venir.

—Aquí no viene nadie mi amor — dijo el cresta soltando una risita. — Vamos hazmelo como el otro día, sé que tienes ganas de llenar mi culito de leche.

¿Mi amor? — Pensó Gustabo. La sorpresa de que ese par estuviese junto era más fuerte que el hecho de que estaban a punto de follar en plena oficina del FBI.

Trató de articular alguna palabra para interrumpirlos pero ya era demasiado tarde, el de cresta frotaba con la palma de su mano la notable erección del ruso sacándole gruñidos de satisfacción, estaba jodido, iba a tener que aguantar ver follar a ese par.

Aceptando su destino y mientras escuchaba el intercambio de saliva, estudió a la pareja. Horacio había adelgazado bastante y había recuperado su musculatura. Por otra parte, observó al mayor, los años sí que le habían pasado factura, creía que el enamoramiento por el ruso había sido cosa de poco tiempo, no entendía cómo es que al moreno siguiera gustando ese viejo.

 Aunque por otra parte se alegraba por él, por fin había logrado que el cabeza pequeña se entregue a él, y nunca mejor dicho, Horacio se encontraba de rodillas deshaciéndose del cinturón del contrario, pasando su lengua por encima de la tela ansioso por tener contacto directo con lo que tanto deseaba probar.

Gustabo si bien había escuchado y encontrado muchas veces al moreno en situaciones sexuales, nunca lo había visto en acción. Curioso, observó cómo el moreno con habilidad repasaba el largo de la extensión con su lengua.

— Anda, métela en tu boca — Ordenó el ruso con esa voz ronca que le encantaba al contrario, sabía lo que el moreno intentaba, no iba a lograr desesperarlo.

— ¿La quieres hasta el fondo papi? — Preguntó golpeando la rojiza punta contra su lengua mirando hacia arriba con esa mirada de inocencia que sabía, volvía loco al ruso.— Me podría ahogar.

— Con lo único que te vas a ahogar va a ser cuando te rellene esa sucia boca que tienes. Anda, cometela toda — El mayor agarró su propia erección guiándome hasta la boca del menor que dispuesto, ya la tenía bien abierta para recibir lo que se venía.

El rubio no podía con lo que estaba presenciando, observó como el peligris sin piedad, arremetió contra la boca del moreno entrando y saliendo con rapidez, pero lo que más le sorprendió, fue que el menor no emitió ningún sonido de ahogamiento o molestia, recibía sin problema el gran falo del hombre dejando en vergüenza a cualquier actriz porno.

Horacio inclinaba la cabeza hacia atrás, relajando sus músculos para poder recibir más del miembro del mayor. La satisfacción de ser follado por la boca era inigualable, las descargas eléctricas durante cada embestida viajaban directamente hasta la punta de su pene. Ansioso, desabrochó su pantalón para empezar a darse placer a sí mismo.

Cuando la falta de aire fue demasiada, pararon. Gustabo observó cómo sacaban el enorme falo de la boca del menor, este estaba hinchado y chorreante de saliva.

— Contra el escritorio, ahora. — Ordenó el ruso acalorado. Rápidamente obedeció, fueron deshaciéndose de las prendas necesarias para cometer su acto.

El moreno se ubicó contra el escritorio, apoyando parte de su pecho y codos, elevando su trasero y moviendo sus caderas, tentando al mayor. Este se posicionó rápidamente tras él siendo consciente que este se encontraba más que abierto para él. Un poco de saliva y dedeo fue suficiente antes de meter con suficiencia su polla dentro del menor.

El gemido que soltó el moreno hizo estremecer hasta al rubio, a cualquiera le hubiese dolido el culo con tal monstruosidad que se cargaba el ruso entre las piernas. Pero él, conociendo la experiencia que se cargaba el menor, estaba seguro que lo estaba disfrutando el muy perro.

Sería una mentira si digera que la situación no lo tenía acalorado, al ser una persona ajena al sexo, las escenas que estaba presenciando solo le causaban curiosidad y un poco de incomodidad, pero no podía evitar sentirse empático con todo lo que estaba recibiendo el de cresta.

Las embestidas que le proporcionaban eran dignas de una película para adultos, no entendía cómo era que estos sintieran tanto placer, pero lo que lo tenía más sorprendido, era los sucio que podía llegar a ser el mayor.

Como él decía, no se podía confiar en los tímidos, que esos eran los más peligrosos. 

Y bien que se lo estaban demostrando, el ruso propinaba duras cachetadas al culo del cresta mientras lo embestía sin darle tregua al descanso. 

El moreno gimoteaba, lloraba y salivaba del placer, a Horacio le gustaba el sexo duro y su ruso se lo daba como nadie en su vida. Sintió como este elevaba su pierna y como pellizcaba su pezón perforado mientras llegaba más profundo dentro de él. Sus ojos se volvieron blancos, todo él era un desastre lleno de temblores y sudor.

El rubio cerró los ojos con fuerza cuando escuchó el grito del cresta inundar la habitación, no quería esa imagen en sus recuerdos. Escuchó durante buen rato los gruñidos del mayor y gimoteos del cresta hasta que se corrió dentro del culo del contrario.

Que guarro.— Pensó.

Lo que pasó después fue peor, tuvo que aguantar escuchar a la pareja en su modo post sexo dándose mimos y dedicándose palabras que lo podrían hacer vomitar. Pasó tiempo hasta que se pusieron sus prendas, recogieron lo que en principio habían venido a revisar y se fueron.

El de ojos azules esperó un poco antes de salir, aún podía escuchar los sonidos de ese par resonando en su cabeza.

Definitivamente no estaba listo aún, necesitaba otras vacaciones.

VOLKACIO VALENTINEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora