3. La cicatriz.

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Los movimientos del barco eran más suaves, parecía que la marea se había tranquilizado o tal vez yo me había acostumbrado por la noche entre el mareo continuo.

Me quedé inmóvil, intentando captar algún sonido que me indicara que alguien estaba despierto, pero el lugar estaba en un silencio tan sólido que por un momento creí que habían huido de ahí a mitad de la madrugada.

Me puse de pie para acomodar la pequeña cama y me armé de valor para salir al pasillo, en busca de señales de vida. Todas las puertas estaban abiertas y sus estancias vacías, tal parecía que era la única que había dormido hasta tarde y es que después de un tiempo de sobrevivir ahí fuera, aquel colchón era gloría.

Todo mi cuerpo pulsaba y por la sensación de hinchazón, apostaba que mis heridas estaban mal. Con un constante dolor en cada paso, me dirigí a la proa en donde apenas asomé, encontré a Adrien recargado viendo a la playa. Se sobresaltó al verme, pero sonrió con amabilidad.

-Por un momento creí que habías muerto mientras dormías -dijo con cierta burla mientras regresaba su vista a la playa. El chico era muy alto y flacucho, incluso unos centímetros más alto de Reece. Tenía el cabello castaño oscuro y a diferencia de su hermano mayor llevaba el pelo corto escondido bajo un gorro negro.

Cuando seguí la dirección de su mirada pude ver a Maggie y Alana jugando con las olas en la orilla.

-¿Dormí mucho? -pregunté algo avergonzada.

-Es medio día, un poco sí -dijo mientras se giraba y señala sobre la pequeña mesa del otro lado-. Mamá preparó eso para ti, dijo que será un día largo y además con el reciente ataque debes comer bien.

Cuando vi a donde me señalaba mi boca salivo al instante, no sólo por la gran cantidad de comida, sino porque toda se veía deliciosa.

-No tenían que molestarse -dije, aunque tampoco lo pensé mucho para acercarme.

-No es ninguna molestia, nos gusta tratar a las personas como quisiéramos ser tratados -dijo acercándose a mi par para tomar un pedazo de filete-. Bueno, padre, Reece y Tomm fueron a explorar el lugar, buscaran algún terreno plano donde podamos empezar a construir, también están en busca de uno para ti... Discúlpalos si son algo entrometidos.

-No, está bien -dije sin prestarle mucha atención, totalmente perdida en el olor y el sabor del pescado-. ¿Y Lula y... Cuál era su nombre del otro chico?

-Zeg -asintió sirviéndose lo que parecía café-. Fueron a cazar o recolectar, lo que fuera más sencillo aquí.

-Ninguna es difícil aquí, lo difícil es cuando algún depredador quiere lo mismo que tú -contesté.

-No hay nada que una bala no solucione -se encogió de hombros y tomó otro pedazo de filete y su taza.

Nos quedamos en silencio por un momento, pero no un silencio incómodo. Ambos estábamos lo suficientemente concentrados en devorar los platillos como para si quiera tratar de conversar.

Tal vez podría disfrutar de la compañía algunos días, robarles algo de comida y huir lo suficiente lejos como para no ponerlos en riesgo. Es decir, llevaba meses sin contacto humano y extrañamente vivía con miedo de volverme una bestia por completo. Era bueno recordar que parte mí seguía ahí dentro, intacta.

-Aún no logro explicarme como una chica sobrevivió sola aquí -dijo sin verme mientras seguía comiendo-. Algo no me cuadra del todo y no me malinterpretes, no quiero ser un idiota, sólo que me parece inexplicable.

Lo medité por un segundo y terminé por sonreír sin muchas ganas. Me serví del líquido para comprobar que era café y después de un sorbo proseguí a hablar.

La maldición del licántropo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora