En una tarde nublada y algo fresca, un adolescente de ya unos 16 años se encontraba solo en casa, sacando varias cosas de una de las cajas que tenían en su casa, pues le habían mandado a ordenar cosas, y en caso de que fuera necesario, tirar las cosas que definitivamente ya no necesitaría.
¿Quién era este joven?
Pues se trataba de nada más y nada menos que Crimea, el hijo del señor Rusia y la señorita Ucrania; aunque actualmente vivía con su padre, ya que sus padres se habían divorciado ya hace tiempo atrás, aunque ya era algo que superó con el tiempo, y ya no le afectaba en lo absoluto.
Pero dejando eso de lado, Crimea aún seguía buscando que podía quedarse y que cosas ya no le servían; y una de las cosas que encontró, le pareció de lo más interesante: era un dibujo hecho por él mismo ya hace unos tres años, en el que se encontraban él, y un niño aparentemente de cabello azabache.
Dudaba de quien era, hasta que se encontró con que había algo escrito debajo del dibujo:
"Yo y Chipre del Norte.
Somos los mejores amigos."Chipre del Norte. . .
Al leer aquél nombre, no había dudas de quien se trataba, pues lo recordaba muy bien: Chipre del Norte era un viejo conocido o amigo, con él cual no llego a hablar mucho, pero le tomó bastante cariño apesar de la poca comunicación que a veces llegaban a tener.
Aún recordando la dirección de la vivienda de su antiguo amigo, no lo dudó dos veces, y se alisto para salir de casa. Como su padre no estaba y llegaría hasta la noche, decidió aprovecharse de eso. Después de todo, cuando su padre volvería, no encontraría ninguna diferencia.
[. . .]
Finalmente había llegado a su destino.
No había ido tan lejos, pues al parecer pudo ir caminando, solo habían sido como unas cuantas en llegar; realmente no le presto atención a las calles, ya que la emoción de encontrarse con un viejo conocido era lo que más resaltaba en él en aquellos momentos.
Pero antes
Decidió inhalar, y exhalar, inhalar y exhalar. . . y repetir el proceso por otras tres veces más, pues necesitaba calmarse aunque sea un poco.
Finalmente y sin rechistar, decidió tocar la puerta de aquella morada, que parecía muy pequeña, pero acogedora en su opinión.
Espero unos momentos. . .
Hasta que pudo escuchar pasos acercándose a la puerta, ¿y cómo no? Su sonrisa emocionada se volvió a mostrar en su rostro.
Hasta que, un hombre moreno, de igual manera, pelo azabache, y con una mirada seria (pero tranquila) le abrió la puerta, causando así, confusión en el menor.
Hasta que despues de unos momentos de silencio, pudo reconocerlo.
– Señor Turquía. –Pronunciaron los labios de aquel joven de cabellos rubios.
– Perdone joven, pero, ¿lo conozco? –El mayor se veía bastante confundido, y era algo obvio tomando en cuenta de que tal vez no lo reconocería.
– Oh, lo siento, yo, yo soy Crimea. Era un viejo amigo de su hijo, Chipre del Norte. –Contesto sin vacilar y de la manera más educada que pudo. Los nervios y la emoción le seguían ganando.
Aunque, sus sentidos se empezaron a “agudizar” al ver que la expresión tranquila del turco era re-emplazada por una de pena y tristeza. Era una expresión deprimida. Y el menor rápidamente lo notó, comenzando a preocuparse.
– M-mi hijo. . . Chipre del Norte, él. . . –Tomó aire para tratar de tranquilizarse– Ya no está con nosotros. . .
Y todo sentimiento de emoción y alegría del jóven fue derrumbado y destruido en segundos al escuchar esas palabras.
– Oh. . . –Fue lo único que pudo decir. Su garganta se hizo un nudo, el cual le evitaba poder hablar, su pecho le comenzó a doler, y pudo sentir que los latidos de su corazón se volvieron rápidos.
Hubo unos momentos de silencio, el cielo comenzaba a oscurecerse, y comenzaba a haber indicios de que esa misma noche llovería.
– Yo. . . Lo siento mucho. . . –Después de momentos, su garganta por fin le permitió hablar; aunque nuevamente se comenzaba a formar un nudo en su garganta.
Crimea pensaba que Chipre del Norte seguiría ahí, pensó que, de verdad seguiría ahí.
Y no pudo evitar sentirse culpable al no volverle a hablar, pues, ni siquiera le dijo cuando volvería, ni siquiera pudo despedirse una última vez.
Se sentía una horrible persona, pues abandonó a alguien, y Crimea le tenía miedo al abandono.Derramó una dos lágrimas, hasta que la voz del hombre lo saco de su trance.
– Aunque ya no este con nosotros, estoy seguro de que le hubiera encantado volver a verte. . . Así que, ¿por qué no pasas? Además, se hace tarde y parece que lloverá dentro de unos minutos. . .
Crimea lo pensó por unos momentos, pues el señor Turquía tenía razón. Su única preocupación ahora sería su padre, pero en estos momentos no es como si le importara mucho.
Sentía que le debía muchas cosas a Chipre del Norte aunque no fuera así, como si de alguna manera, su viejo amigo supiera que vino con las intenciones de visitarlo. Pues Crimea pensaba que al menos eso le alegraría al ánima de Chipre del Norte. . . Si es que su fantasma o ánima seguía ahí, claro.– Sería un honor, señor Turquía. –Sonrió levemente, haciendo que el anterior mencionado imite su acción, y se haga a un lado de la puerta.
– Ven, entra, de seguro a él le hubiera gustado mucho tenerte aquí. –Sonrió cálidamente, y era sorprendente que todo rastro de penas y tristeza haya desaparecido, para ser re-emplazadas por una expresión tan paternal y cálida.
El de cabellos rubios asintió aún con su sonrisa, y entro en la casa de los turcos.
Crimea pudo haber cometido uno de los peores errores de su vida, como el que fue dejar solo a Chipre del Norte ni buscarlo nuevamente.
Tal vez nunca sabría si su viejo amigo estará enojado o feliz porque al menos, regresó.Pero, lo que Crimea si sabía. . .
Es que le deseaba lo mejor a su viejo amigo, Chipre del Norte. Sea el lugar en dónde este, y espera, que una parte de él logré estar en paz al verlo nuevamente dentro de su casa.