Tears

❝Prólogo❞

❝ De vez en cuando necesitamos de las palabras para ocultar los hechos ❞

-Nicolás Maquiavelo.

El simple hecho de que sus lágrimas no paraban lo atormentaba.

Nunca había dolor físico, solo emocional.

Él no lo haría, él no lo hizo y si así fuera, no fue su mente la que actuó en ese momento, la simple avalancha de testigos no era mucha. Pero aquel grito de su madre llamó mucho la atención y tuvo que tomar medidas frente al miedo que corría por sus venas.

Aquel niño asustado seguía viviendo dentro de él y ahora salía a la luz, Christopher E. Williams no es más que un simple maniático y asesino a los ojos de la gente y él demostraba que ellos no mentían.

¿Entonces por qué lloraba? ¿Por qué mostraba aquella característica acción de aquella persona que había enterrado en su mente? Christopher había vuelto y lo demostraba con esa fragilidad, lo demostraba bajo ese árbol, ahora mismo, Christopher E. Williams estaba presente y no el Maniaco de los cuchillos Will C.

Se golpearía dos veces y diría "No seas idiota, no llores por algo que pasó hace meses" y todo pasaría, ¿pero de qué servía? No sentiría nada, ni un ligero cosquilleo. Así que porque molestarse? Christopher era alguien frágil como un cristal, que con el más mínimo sinónimo de burla lloraría. Y Will, oh, él solo era el encargado de que las personas cumplieran su destino antes de tiempo, de causarles una muerte segura al que sintiera su presencia.

Ambos muy diferentes pero tan iguales, ya que el simple hecho de encontrarse ahí, llorando y sacando todo de sí. Haría que cualquiera pensara que es solo alguien con deseos de morir en manos de ese asesino que vivía en aquel bosque. Si supieran que el asesino es el que tiene deseos de morir. Qué ironía.

Había afrontado el que su madre jamás lo vería, que simplemente se había olvidado de él "¿Yo? Yo no tengo ningún hijo" A pesar de que sintiera pesar por su esposo e hijo no lo demostraría, había muerto para ella pero en el fondo siempre querría a aquel chico de extraños tics, aquel chico bipolar y aquel chico con una enfermedad de insensibilidad congénita al dolor era lo que conformaban a su pequeño hijo. Al cual aunque intentará guardarle rencor a aquel chico siempre lo amaría en lo mas fondo de su corazón, pero no lo demostraría, le había causado un gran daño a ella, un daño irremediable.

Y por eso lloraba, no vería a su madre ya que ella al apenas verlo, gritaría de horror y/o lo entregarían inmediatamente, o por lo menos le pediría, no, suplicaría hacerlo.

Primero su mejor amigo, su casi hermano murió, luego, sin control de su mente o acciones mató a los "asesinos" de este y, ahora sabia y entraba en cuenta que jamás volvería a ver a su queridísimos padres.

Sus lágrimas se mezclaban con la sangre de sus manos, sangre de su más reciente víctima. Embarrado de sangre y aquel líquido salado que salía de sus ojos.

— ¿Por qué pensé que querría verme? —Murmuró mirando al cielo que poco se distinguía debido a la copa de los árboles. De pronto empezó a dar fuertes golpes en su cabeza, no sentía dolor, ni siquiera sabía que era el tacto ya que él no lo sentía. Pero eso no quitaba el hecho de que no se hiciera daño, eso él lo sabía muy bien, mejor que nadie.—Tonto, tonto, tonto, tonto... —Paró por ligeros momentos, ahora solo sentía el leve pitido en su cabeza haciendo que las lágrimas salieran de sus ojos nuevamente al recordar a ese ser, el causante de todo.— ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué yo? —preguntó sabiendo que no obtendría repuesta, por lo menos no en palabras. Tal vez en una señal, pero quería una repuesta. Aquella pregunta llevaba carcomiéndole la mente en las últimas semanas. A pesar de a veces sufrir de amnesia (una de las maravillas de ser él) esta vez simplemente no había olvidado esa pregunta y aquel evento dramático seguía vagando en su mente, atormentándolo, esperando a que cayera y admitiera la dura verdad.