⋆Única Parte ⋆

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[04 de Octubre]


Woohan a veces se preguntaba si Dios realmente existía. En mañanas grises y frías como aquellas, se recostaba sobre la azotea de su edificio mientras veía las esponjosas nubes y pensaba, "¿el gran todopoderoso nos ha olvidado?".

El joven adulto entendía que, como seres humanos, no eran una de las razas favoritas del omnipotente, por decir que tal vez los últimos en su lista de estima. Sabía que la humanidad en general había cometido atrocidades, horrorosos actos que quedaron marcados por siempre en la historia y que políticamente fueron olvidados por simples arreglos comercializados como si lo hecho en el pasado fuera sólo... nada.

Tal vez por eso estaban siendo castigados, tal vez todo lo que convino con la plaga era un castigo divino, tal vez esa fue la despedida de Dios, su forma de decir "de ustedes ya me he olvidado y no me hago responsable".

Un grito de ayuda llamó su atención, provocando que el joven castaño se levantara de inmediato de su lugar, gateó hasta el barandal para ver hacia abajo en la calle, no había nada cerca, los mismos autos averiados, los mismos edificios en ruinas y los mismos charcos de sangre pintando las calles.

—¡Ayuda!

La voz esta vez tuvo un destino, y Woohan miró en la lejanía como una pobre mujer cojeaba desesperada por la calle, con una pierna realmente herida y un vestido roto y sucio miraba alrededor con miedo y horror, no podía verlo desde lo alto de su edificio, pero la rotura de su voz le hizo creer que el rostro de la mujer se encontraba empapado en lagrimas de temor.

Pensó que podía hacer algo, no podía bajar por la puerta de la azotea obviamente, se encontraba bloqueada con algunas cosas para evitar que las criaturas monstruosas dentro del edificio donde estaba pudieran llegar a la azotea, pero podía usar las escaleras de emergencia, unas que parecían intactas al costado y escondidas (para su suerte), sin embargo pareció pensarlo demasiado, porque en cuestión de momentos, varias criaturas humanoides salieron de la nada, amontonándose sobre la pobre muchacha, devorándola con violencia y amontonándose uno por uno hasta que los adoloridos gritos cesaron.

Cerrando sus ojos y maldiciendo en voz baja, Woohan se dejó caer al suelo, necesitaba salir de ahí, mirando su mochila, se dio cuenta que sólo quedaba una lata de atún y sólo eso, necesitaba ir a buscar más, no podía quedarse en esa azotea para siempre.

Pero no quería morir, ellos están ahí fuera, criaturas horrorosas que habían convertido a lo que antes eran personas normales en seres totalmente irracionales, sedientos de carne y por destrozar todo lo que se moviera dentro de su campo de visión.

Todo había comenzado hace meses, cuando un avión por parte del ejercito chino había caído cerca de la frontera con norcorea, al principió pareció inofensivo, incluso las fuerzas armadas surcoreanas habían ido a auxiliar a cualquier herido sin embargo de la destrozada avioneta no salieron personas heridas, si no un sinfín de criaturas uniformadas con bata de hospital listas y rápidas para devorar los rostros de los soldados, atacando todo a su paso mientras la horda de criaturas se expandía y se hacia más grande, al principio una mordida te mantenía en un radio de catorce días de incubación, luego fueron siete y ahora, al paso de los meses, el mero rasguño profundo de uno de sus dientes podía convertirte en uno de ellos en menos de una hora.

Fue entonces cuando lo captó, una cabellera rubia y salvaje caminando con toda la tranquilidad por la acera, parecía un chico joven de su edad, al girarse, pudo observar mejores rasgos, la belleza deslumbrante del guapo joven fue cautivadora, especialmente por verlo tan limpio y pulcro en medio de un escenario post apocalíptico, sujetando un arma grande y al parecer silenciosa entre sus brazos mientras sus piernas enfundadas en apretados pantalones eran decorados por cuchillas medianas.

Es mi amado ✯YoonMin [OCTUMINNIE #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora