capitulo 4. Encuentros Inesperados

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Fluke no sabía a dónde lo llevaban, pero el miedo lo envolvía como una sombra

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Fluke no sabía a dónde lo llevaban, pero el miedo lo envolvía como una sombra. La incertidumbre lo mantenía alerta, cada sonido amplificado en su mente. De repente, el auto se detuvo; la puerta se abrió y lo sacaron con brusquedad. Sintió cómo lo levantaban y lo llevaban hacia un destino desconocido.

Escuchó el chirrido de una puerta abriéndose y luego el suave impacto de su cuerpo contra algo acolchado. La puerta se cerró, dejándolo solo en una habitación oscura. Pasaron unos minutos que parecieron eternos, hasta que el sonido de pasos resonó en el pasillo, llenándolo de nerviosismo.

La puerta se abrió de nuevo y el pánico se apoderó de él al escuchar una voz furiosa.

-Les di órdenes claras y me salen con esto -rugió un hombre, su tono era de decepción y autoridad.

Fluke contuvo la respiración, sintiendo cómo su corazón latía aceleradamente. La tensión en el aire era palpable.

—¡Jefe, no se quedaba quieto! —intentó justificar uno de los hombres presentes.

—Les di una orden. Debería matarlos por no hacer las cosas bien —respondió el jefe, su voz era un eco de amenazas.

—Pero... —los demás intentaron defenderse.

—Pero nada. Salgan de aquí, ¡ahora! —ordenó, su tono cortante hizo que todos asintieran y salieran rápidamente, dejándolo solo con el hombre que parecía ser el líder.

Fluke sintió cómo el miedo lo invadía aún más cuando el jefe se acercó.

—Por favor, no me hagas daño —suplicó, su voz temblaba.

—Nadie aquí te hará daño —respondió el jefe, agachándose para quitarse la máscara que cubría su rostro.

La imagen que se presentó ante Fluke lo dejó atónito. Era un hombre alto, de cabello oscuro y ojos profundos. En un instante, Fluke se dio cuenta de que aquel hombre era increíblemente atractivo.

Mientras el hombre sacaba una navaja y cortaba las cuerdas que lo mantenían prisionero, Fluke pensó en lo extraño que era sentirse tan atraído en una situación tan aterradora.

—Quiero hablar contigo —dijo el hombre, sacándolo de sus pensamientos.

—¿Sobre qué... Señor? —preguntó Fluke, su voz temblaba de miedo.

—No tengas miedo, no te haré daño. Ven conmigo, hablemos en la sala —ofreció, extendiendo su mano. Fluke dudó, pero finalmente la tomó.

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