Más que una carta para Santa

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Pov Antonio

Desde que Romano era un niño, trate lo mejor posible de inculcarle buenos hábitos, siendo un tanto difícil por su mal carácter y falta de respeto a sus mayores. Le enseñe la costumbre de escribirle una carta a Santa Claus para que pidiera las cosas que quería y no me decía por su enorme orgullo, siéndome más fácil saber que comprarle en tan hermosa fecha.

Claro esta, todo con la condición de que debía portarse bien todo el año para poder recibir lo que quería. Me mantenía siempre pendiente de lo que hacia, observándole cada vez que el tiempo me lo permitía. De vez en cuando le recordaba a la hora de dormir todas las travesuras que había hecho durante el día o semana. Simplemente se cubría la cara con las sabanas, gritando cualquier excusa que viniera a su mente de niño. No podía evitar reír cada vez que lo hacia. ¡Se veía tan adorable! Aunque cuando menos me lo esperaba terminaba tirado en el suelo adolorido por uno de sus fuerte cabezazos.

No importara cuantas veces le dijera que Santa no le traería regalos por malcriado y desobediente, las cosas seguían igual, pero podía ver el esfuerzo por portarse bien y no ser tan malo conmigo. ¡Eso ameritaba una recompensa! Tampoco podía evitar el hecho de comprarle la mayor cantidad de cosas que escribía en la carta.

La noche antes de navidad, procuraba cansar lo más posible a Lovi para que se durmiera rápido y poder colocar los regalos bajo el árbol que decorábamos siempre junto, con unos cuantos reclamos por parte de Lovino. Vaya fue mi sorpresa al encontrarlo una noche verme dejar los regalos mientras comía una de las galletas que preparaba en la mañana. Fue tan grande su desilusión que no me hablo por semanas, siendo las peores semanas de mi larga existencia.

-¡Bastardo! – escuche la voz de Lovi gritar desde la entrada, seguido de un portazo.

-¿Lovi? ¿Qué haces aquí? No te esperaba. – grite para que supiera donde me encontraba. Emocionado de que viniera a visitarme de sorpresa. Siempre era yo él que le rogaba que viniera. - ¿Me extrañas tanto que no puedes esperar un día más a verme? – pregunte al verle entrar a la cocina, deteniendo lo que hacia. Preparaba algunos bocadillos que comeríamos mañana junto con su hermano, Ludwig, y probablemente Gilbert y Francis.

-¡Claro que no! ¿Quién desearía verte? ¡ Si lo único que sabes hacer es molestar, maldición! – grito totalmente rojo. Me dedique a mirar ese rojo tan parecido al de los tomates sin que se diera cuenta.

-No seas tan cruel con el Jefe, Lovi. – dije fingiendo un tono triste a ver si caía en mi trampa.

-Solo vengo a entregarte una carta – menciono tartamudeando mientras sacaba el sobre del bolsillo del pantalón, extendiéndomela.

Tome la carta enseguida, rozando los dedos con los suyos. Una corriente eléctrica me recorrió toda la espalda. Mire el sobre curioso. La verdad no recibía una carta de Lovi desde lo sucedido hace ya varios años. La confusión en mi rostro no se hizo esperar al leer el nombre a quién iba dirigida la carta. A mí. Solo él podría decirme bastardo. 

Para: Santa Bastardo

De: Lovino Romano Vargas 

-¿Y esto Lovi? Creí que luego de que me descubrieras dejando los regalos esa noche no harías más cartas para Santa. – sentí como se me borraba la sonrisa, no pude evitar recordar lo mal que la pase esas semanas que no me hablo, inmediatamente volví a sonreír.

-Léela cuando me valla. – dispuso a decir algo rojo, escondiendo el rostro tras el flequillo, evitando que le viera. - ¡Y no me llames ni busques cuando la leas que no te responderé bastardo! – grito apuntándome con el dedo.

¿Qué decía la carta para que se pusiera tan alterado? Verlo actuar así me producía una enorme curiosidad.

-Esto es raro, pero vale, no te llamare ni veré hasta la noche de mañana. – dedicándole mi mejor sonrisa, guarde el sobre en el bolsillo trasero del pantalón.

Salió de la cocina sin despedirse, caminando directo a la salida de la casa. No dude en seguirlo, no podía permitir que se fuera sin antes despedirse de mí. Su actitud cada ves era más extraña. Vi como cogía la chaqueta que le regale la navidad pasada del sillón. Antes que se dispusiera abrir la puerta para huir, lo tome del brazo sin mucha fuerza. Por alguna razón mis ojos miraron el muérdago que esa misma mañana había colocado por pura decoración. Lo atraje a mi pecho y plante un corto beso en sus tentadores labios, siendo lo suficientemente largo para sentirlo estremecerse entre mis brazos y suspirar en mis labios.

-El muérdago. – dije como escusa apuntando arriba luego de separarnos, soltándolo enseguida sin saber por que. Miro lo que apuntaba con las mejillas encendidas de rojo, no se atrevió a mirarme a la cara, tal vez por orgullo o otra cosa que no supe identificar.

Se puso la chaqueta rápidamente, saliendo de la casa a todo lo que daban sus piernas, dejando la puerta abierta, conmigo aún ahí y el viento helado entrando. No deje de mirarle hasta que desapareció cruzando la esquina de la calle. Cerré la puerta y me toque los labios, sintiendo aún el calor de los de Romano.

Saque la carta del bolsillo mientras caminaba a la sala, abriéndola con cuidado de no romperla y dañar el contenido. Pude contemplar con agrado la pulcra letra de Lovino.

Ciao bastardo…

Primero antes que nada, tienes que saber que aún no te perdono por lo de hace años estúpido, pero no es que me preocupe por ti o me importes, ¡Claro que no! Sin embargo, aprendí que puedo confiar una vez más al maldito barrigón, o debería decir, al maldito bastardo acosador roba tomates. ¡Sí estoy hablando de ti Antonio!

Entonces, diré que para esta navidad, quiero… bene, algo que solo tú, sí… tú maldito bastardo pervertido… lo que deseo para esta navidad, es… maldición esto es difícil, ¿vale? ”

No pude evitar sonreír ante eso. En verdad Lovi eres demasiado adorable. Seguí leyendo.

Quiero que te mudes a mi apartamento, pero es solo porque estoy cansado de vivir solo, Veneciano me abandono por el macho patatas. ¡Nunca se lo perdonare! Además es complicado limpiar un lugar tan grande sin tener quien te ayude, maldición. No te pongas a pensar en cosas que no vienen al tema bastardo pervertido que de seguro lo estas haciendo.”

-Lovi, me conoces demasiado bien – solté, llevándome una mano a la cabeza sin poder evitarlo.

“Y, bene, no estaría mal que te pusieras tu traje de torero uno de estos días. ¡Simplemente no recuerdo como se te ve! ¡Nada más es eso lo juro! También me gustaría decirte que… que yo…”

Una enorme mancha de tinta negra apareció sin que me lo esperara.

Olvídalo, no tiene importancia.”

No me esperaba esto y lo ultimo me dejaba con mucha curiosidad. ¿Qué habría querido decirme Lovino? Releí nuevamente la carta pensando que el cerebro me había jugado una mala pasada, pero no, las palabras seguían siendo las mismas.  

Deje la carta en el sofá, había olvidado por completo la comida de mañana y empezaba a oler un poco a quemado. Salí corriendo a la cocina, sin embargo, aunque la comida se estaba quemando, no podía evitar la enorme sonrisa en los labios.            

Carta a Santa Bastardo (Spamano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora