Hoy pensé en lo grande de perdonar, en lo grande de sus errores y en lo pequeño de mi designio por odiar.
En un segundo corrigieron sus errores, en un segundo tramaron un plan maestro cual máquina del rencor; fueron pocos segundos los que desperdiciaron construyendo una herida que en mí quedaría para siempre.
Hoy pensé en lo grande de perdonar y en los pocos segundos que me tomaría convencerme a mí y a mí mismo de que la culpa era mía por simplemente existir.
Hoy pensé en perdonar, y lo pensé tanto que recordé lo bien que se siente odiar; no queda espacio ya para el perdón ajeno, pero me perdono a mí mismo por no poder odiar en lo poco que me queda de existencia.
Hoy no perdono a nadie, pero tampoco los odio. Y a la única persona que me queda por odiar es a mí mismo por no poder olvidar.