CAPITULO 2

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Estaba parado sobre un gran charco de sangre, Ela miraba atónita sin poder entenderlo, no le salían las lágrimas pues este momento se lo había imaginado desde hacía mucho tiempo, desde que su madre había enfermado, llevaba seis años, los mismos desde que se había ido su padre. La rabia comenzaba a subir por sus venas, lagrimas frías recorrían sus mejillas.

Con un rápido movimiento sacaría la daga que había tomado antes, La figura no respondería.

- Te vas a arrepentir... -Dice Ela, lo cual no sería respondido.

Se lanza sin pensarlo hacia la figura estrellándose con ella, pero sin poder entenderlo o haberlo sentido la figura ya no estaba, ahora ella estaba sobre el charco de sangre de su madre. Atrás. Voltea rápidamente pero solo logra ver un bastón que la golpea en el pecho haciendo que esta salga disparada destrozando su pared y estrellándose con la casa de al lado.

Acon solo escucha el grabe ruido dentro de la casa por lo que sin dudarlo entra. Nota una figura en la puerta del cuarto de su madre por lo que se lanza rápidamente sobre ella, aunque sin ningún esfuerzo esta lanza a Acon al lado de Ela.

La hermana despierta después de haberse desmallado unos segundos. Nota que la figura levanta el cuerpo de su madre sobre sus hombros. Trata de levantarse, pero no puede, los pedazos de madera (Que eran la pared de su hogar) estaban sobre ella. Acon se levanta diciendo.

- ¡¿A dónde la llevas maldito?! –Un enojo grotesco se notaba en su voz, se escuchaba desesperado, no hacía notar los cortes hechos por la madera en su piel- Suéltala si no quieres morir... -La figura no respondió.

Acon tomaría del suelo la navaja que Ela había soltado para después tomar su pose de batalla. Se escuchaba su respiración honda y llena de rabia, de pronto una cara de asombro se vería en los dos hermanos. El bastón del hombre empezaba a radiar una luz dorada tenue, empezaba a tomar la forma de una espada, una espada larga con un mango de oro y perlas color esmeralda incrustadas. Era un arma mágica. Acon temblaría al ver esto, su pose de batalla se veía débil. Sin pensarlo dos veces este se lanzaría que de inmediato seria respondido por un espadazo por el lado derecho, Acon pondría su daga para cubrirlo, pero esta sería cortada, rebanando una pequeña punta de uno de sus dedos. El chico soltaría un grave grito para después ser callado con una fuerte patada en el pecho haciendo que este destrozara la pared vecina donde se encontraba recargada Ela.

Ela vería a la figura marcharse, pero antes de eso haciendo que la espada volviera tomar forma del bastón viejo del inicio. Con tristeza notó como se llevaba a su madre y la llegada de todos los vecinos para ver qué había pasado.

Era una noche turbia. Acon y Ela estaban en su cuarto después de que toda la gente se fuera. La pequeña casa estaba muy fría por la falta de una pared. Acon había llorado toda la tarde, diciendo cosas como que era un inservible, inútil, débil y demás cosas mientras que su hermana permanecía callada.

- Hay que ir tras de el –Dice entre los llantos de su hermano.

- ¿Qué? –Contesta mirándola con el ceño fruncido y los ojos hinchados.

- Hay que ir por ella Acon, lo más seguro es que cuando hagamos eso esa persona o cosa esté con ella...

- Ese es un problema –Interrumpe- Y nuestra madre está... está muerta Ela. Yo vi... yo vi su sangre esparcida por todo el lugar, no respiraba por el amor de Odín... -Hace una pequeña pausa para tomar aire- ¿Para qué lo quieres seguir? ¿Quieres que te mate? Eres lo único que tengo Ela, solo somos tú y yo.

- Hay que planear una estrategia para poder ganarle Acon –Este hace un gesto de asombro y desconcierto- Piénsalo, si lo entregamos nos podría ayudar a encontrar un lugar en el ejercito de los dioses, ¿No es eso lo que soñamos desde pequeños? Podríamos vengar a nuestra madre y a la misma vez entrar al ejército. Ese hombre no es cualquiera, tiene un arma mágica...

- No. No Ela –Comienza a discutir decidido- Eso déjalo a los soldados o a los dioses, nosotros solo somos dos chicos que sueñan con algo imposible y que seguramente terminemos viviendo en este pueblo el resto de nuestra vida... -Un gran golpe recibiría tras decir esto, al levantar la mirada se encuentra con la de su hermana, se notaba seria, con una expresión de grandeza en su rostro.

- Eres un estúpido. ¿Qué pensarán los dioses de tu comentario conformista? –Lleva una de sus manos a la cabeza enterrándose en su cabello- ¿No es esto lo que hemos soñado? ¿No es esto por lo que hemos entrenado? Por favor Acon... Sé que la muerte de nuestra madre te tiene así, pero...

Ela dejaría de hablar al notar el cambio del rostro de su hermano. Tenía sus ojos lo más abiertos que podía, relucían sus ojos marrones oscuro al igual que su quijada tensada. La voz de su hermana temblaría.

- ¿Qué carajo estas diciendo? –Diría Acon con voz baja- ¿Es solo una broma verdad?

- Vamos Acon, no supe medir mis palabras...

- Pues claro que no lo supiste –Interrumpe levantándose de la cama, con una mirada furiosa que ocultaba un terror y sufrimiento al fondo- Acabamos de perder a nuestra única familia Ela ¿Y tú lo tomas con tanta serenidad? –Suelta una risa débil- vaya que no sabes medir una mierda.

- Acon... -Empieza a decir para cuando su hermano la pasa por alto para salir de la habitación- Vamos, perdón, de verdad... ¿No quieres cumplir nuestro sueño? ¿Y si...? ¿Y si esto es una señal de los dioses?...

- ¡Basta! –Grita soltando toda su rabia. Haciendo que se haga un silencio escandaloso enseguida, logrando que su hermana se asuste- ¿Todo es por eso? ¿Por ese estúpido sueño? –Dice desesperadamente- ¡Carajo Ela! Deja esa mierda por favor...

Su hermana no contestaría, otro silencio más. Un trueno. Otro. Resoplidos. Y lluvia. Acon miraba el rostro de su hermana, era bella, era la chica que todos en el pueblo amaban y por la que varias veces terminó golpeando a varios por molestar. Sus hermosos ojos marrones claro, teniendo un poco de tonalidad verde. Era delgada con unas piernas musculosas sin ser grandes. Era su hermana mayor. La que hacía varios años lo defendió múltiples veces. Los ojos de su hermana tornan un aspecto decidido...

- Para mí no es una mierda Acon –Dice decididamente- y si ya no es tu sueño me puedo ir sola... si regreso es porque no lo encontré, o tal vez porque cambie de opinión y lo vea como una mierda al igual que tú. Pero si no regreso, es porque lo logré, y mi mierda se volvió en mi sueño cumplido.

Acon no alcanzaría a decir nada para cuando su hermana tomaría la espada oxidada que habían robado hace años, un abrigo desgastado color negro que había dejado su padre y la bolsa de monedas de plata que había ahorrado toda su vida.

- Nos vemos Acon.

Estaba por amanecer, era un día gris lleno de lluvia y relámpagos, su hermana se había marchado, su única familia se había marchado hacia tal vez una muerte segura. Acon temblaba de la furia y el miedo, lo más seguro era la última vez que la vería. Miraba a su alrededor, la cocina y el cuarto de su madre llenos de agua, sin una pared y muebles llenos de moho (Si a eso se les podía llamar muebles) Estaba solo, en un pueblo pobre y triste en el cual estaría el resto de su vida, iba a vivir una vida de mierda completamente solo. Siempre vio su vida al lado de su hermana combatiendo con grandes enemigos. Los hermanos Nebulosa. Era el nombre con el que pensaban que serían reconocidos. Los héroes y mano derecha de los dioses. Era eso, morir en el intento o estar muerto en vida en un pueblo horrible...

Tomaría su abrigo color marrón, sus dos dagas, su bolsa de ahorros y saldría tras de su hermana.

- Ahora me toca a mí defenderte Ela... 

Libro 1: Caza FamiliarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora