Miré por última vez mi redacción y la releí en voz alta pues esa era la mejor manera de corregir un escrito.
“Gabriel observó su mugrienta celda mientras el miedo se instalaba en cada célula de su cuerpo. Odiaba aquella terrible sensación mas había sido su fiel amiga desde que le habían hecho preso en la guerra civil. Abandonó su maltrecha anatomía en una esquina de la celda bajo la atenta mirada de sus nuevos compañeros. Su mente trató de mantener una conexión decente entre sus neuronas y recordar qué día era. Le costó pues solo estaba pensando en los castigos que le habían rebajado a condiciones infrahumanas en los campos que había visitado.
La guerra creaba verdaderos monstruos, el dolor cambiaba a la gente y él no era una excepción. Quería venganza por todas aquellas veces que le había arrebatado su orgullo y lo que más importante era: sus ganas de vivir. Habían perdido la guerra pero seguían siendo personas.Fue entonces, mientras los recuerdos se agolpaban en su mente cuando se dio cuenta de que era el 25 de diciembre. Era Navidad, el día de las supuestas ilusiones renovadas y; sin embargo, allí estaba él pudriéndose en otra celda. Nostálgicamente rememoró la última Navidad que había sido feliz.
Esa misma noche, volviendo a casa, se había chocado con una muchacha de unos 19 años, tan hermosa que se vio obligado a recordar cómo se respiraba. Cuando recuperó la capacidad de hablar que se había perdido en algún punto entre sus increíbles ojos verdes y sus labios que rogaban ser acariciados se apresuró a ayudarla. Ella se agachó a recoger sus folios mientras pronunciaba una letanía de disculpas como quien reza un Padre Nuestro.
-No se preocupe, señorita-balbuceó.
-Discúlpeme pero...-dijo apretando los papeles contra si.
-Deje de disculparse-la interrumpió -No ha sido nada.
-Bueno...Feliz Navidad-deseó alejándose.
Aquella gélida noche la siguió hasta su hogar y ese fue el comienzo de una de sus manías favoritas.
Se aferró desesperadamente a aquellos recuerdos para olvidar el hambre que dormía entre las vacías paredes de su estómago. Ese era el menor de sus preocupaciones, le horrorizaban los gritos de todos los que habían saboreado la derrota en sus propias carnes y resonaban constantemente en su cabeza. Tampoco soportaba los suyos propios, ni las súplicas que le humillaban una y otra vez.A veces cavilaba que no merecía la pena existir mas aquella sonrisa más bella que todas las estrellas del cielo lo obligaban a mantenerse firme como el muro de fusilamientos. Regresó al presente mientras la voz de otro preso se introducía en su cabeza. Era extrañamente melodiosa para pertenecer a los restos de lo que había sido un hombre fuerte.
-Venga, muchachos, animad esas caras-habló.
Evidentemente a ese charlatán le quedaban escasos días en prisión o su juicio ya no era tan sano como debería.
-Es Navidad-continuó-al menos hoy tendremos algo de paz.Claro, sus verdugos estaban demasiado ocupados con Franco despidiendo las últimas noches del año. Al menos, ese día no tendría que temer por su propia seguridad. Siquiera había terminado aquel pensamiento cuando entró un carcelero que parecía ebrio pues los efectos del alcohol brillaban en sus pupilas negras. Contempló la celda con el asco dibujado en su rostro, estaba buscando una nueva víctima.Fueron Gabriel y su soledad quienes llamaron su atención. Lo sacó a rastras de allí y le disparó en el pasillo ya que le costaba más trabajo llevarlo hasta el exterior.Gabriel recibió su muerte con los brazos abiertos puesto que sabía que fuere cual fuese su nuevo destino será mejor que aquellas cuatro paredes bautizadas con dolor y sangre. Pensó que ese era el mejor regalo de Navidad que nunca había recibido: la libertad disfrazada de muerte. Nadie debía permitir que le roben aquella gloriosa sensación pues es lo único que se posee desde el nacimiento.Cerró los ojos y sonrió en honor a aquellos ojos verdes y esa sonrisa tímida. Una sonrisa cargada de paz y esperanza...la que había perdido en las trincheras de la estupidez humana.”
ESTÁS LEYENDO
No me olvides, por favor.
RandomCuando menos te lo esperas la flecha llega y te traspasa el corazón rompiendo deliciosamente todas tus reglas y estructuras pero a veces deja una herida imposible de reparar.El olvido es el peor enemigo del amor mas también lo son los propios miedos...