Parte 2.

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Su silueta desparecía engullida por la noche pero yo aun sentía aquel dedo quemándome la piel. Obligué  la gelatina en que se habían convertido mis piernas a regresar al Fire Scream. Antes de entrar me atavié con mi camiseta de Testament pues no quería que ningún par de ojos se centrara en mí y mucho menos ahora que estaba conociendo el perfume de la lujuria o la pasión...o lo que fuese lo que había desatado la adrenalina por cada rincón de mi ser. Solo sabía que el culpable era un inepto total. ¿Cómo sería aliviar aquella hoguera que amenazaba con consumirme en sus labios? ¿Y un simple abrazo amable? ¿O una tranquila charla al atardecer?  

No.

No iba a cometer el mismo error una vez más. Mi confianza había sido depositada una vez en mi propia progenitora y la había traicionado. No estaba dispuesta a pasar por lo mismo otra vez. Ha habido noches que me reprochaba no haber sido la perfección que quizás ella quería que fuese. Otras golpeaba junto a mi frustración las muchas paredes de sus parejas que nos habían acobijado. Y otras simplemente me limitaba a centrarme en los acordes de Motorhead cuyo heavy duro apagaba las quejas de mi desolación. 

Desesperada busque mis auriculares permitiendo que los sonidos de Testament acunaran mis recuerdos. Sonaba la melodía de mi móvil; Return to Serenity. Eso era exactamente lo que rogaba yo; serenidad, calma, paz...

-Las personas no cambian ni se regeneran tan solo evolucionan en función de sus objetivos.- cité a uno de los filósofos que había estudiado hacía unas semanas.  Evidentemente había excepciones y la más clara era Asil que me apoyaba incondicionalmente. 

Lancé un sonoro bostezo al mundo mientras mi jefe se acercaba a mí. Inmediatamente me puse firme, una vieja costumbre mía al encontrarme con alguien superior a mí.

-¿Quieres?-me tendió un cigarrillo para acto seguido encenderse uno.

-Gracias-acepté gustosa a pesar de que lo había dejado hacía años. La primera calada me envolvió en una nube soñadora que se esfumó en cuanto él retomó el habla.

-Lo has hecho bien, mocosa- reconoció.

-Ya me lo ha dicho Incy...eso significa que me aceptas ¿verdad?- inquirí.

Observó la brillante punta de su cigarrillo sopesando si esa sería la decisión más adecuada o se consideraría un error.

-Pero hay reglas- insistió.

Cuando me contó la razón de su insistencia comprendí la importancia del equilibrio y la responsabilidad en su rutina. El DarkZone era una especie de asociación que se dedicaba a dar trabajo y cobijo a aquellos que realmente lo necesitábamos. Había prostitutas, bailarinas, camareros, moteros, bailarinas que a suve se prostituían... Todos se ayudaban y apoyaban entre sí puesto que eran conscientes de lo que les otorgaba semejante oportunidad. Vivían bajo el mismo techo y se repartían las actividades domésticas. Las autoridades no intervenían ya que ese tipo de organizaciones limpiaba las calles y evitaba el aumento de criminales. En aquella zona de Bretaña abundaban, aunque solían ser conflictivas entre sí tenían los conceptos disciplina y orden muy claros. De hecho los problemas surgían con la ausencia de esos términos claves para mantener la paz en una ciudad donde una la pobreza y las clases bajas estaban muy bien camufladas.

 

Ante mi se elevaba una mansión de tres pisos y seguramente más de veinte habitaciones. Su aspecto recordaba a aquellas casas encantadas que nos atraían y al mismo tiempo asustaban en nuestra infancia pues su fachada gris junto a las oscuras cortinas que asomaba tras las ventanas creaban un conjunto casi fantasmagórico. La entrada se encontraba flanqueada por dos farolas recién salidas de una novela del siglo diecinueve. Con su color negro salpicado de manchas grasases causó que mi consciente se remontara a años lejanos donde el mundo comenzaba  salir de su oscuro y anticuado agujero para dirigirse uno más avanzado tanto mental como tecnológicamente. El interior no era menos impresionante. La sala de estar acompañaba la elegancia que mostraban sus muebles con otro cuadro de M.c Escher. 

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⏰ Última actualización: Feb 17, 2015 ⏰

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