Capítulo 6

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Me acerqué a las canchas unos treinta minutos después de mi encuentro con Magdala, tras encerrarme en el cuarto de invitados a despejar mi mente. Me había costado alejar mis pensamientos de ella, casi tanto como me había costado alejarme de su piel. Aunque de no ser por su propia impulsividad, quizá no me habría dado cuento de cuan encaprichado estaba con ella.

Miré a Máximo palmeaba el hombro de Magdala tras anotar, jugaban parejas. El tío Aquiles comenzaba a mostrar señales de agotamiento, que yo podía percibir a varios metros de distancia. Para un hombre de su edad debía ser difícil seguir el ritmo de juego de un grupo de nobles. Apenas entré en su rango de visón extendió la mano para llamarme.

—Al fin apareces, niño —grito a lo lejos, don Aquiles—. Tu tío está sobre exigiéndose por intentar seguirnos el ritmo. Apúrate y toma mi lugar, para que el juego este más parejo

El tío Livio miró con cierto desdén a su esposo, negando con la cabeza, yo corrí los ojos en dirección a Magdala, que tenía la vista clavada en mí.

—Tío, aunque sea más joven que usted, creo que no sería justo comparar a un noble con una común, si su alteza, el duque Alecto toma el lugar, entonces mi hermano y yo estaremos en desventaja—reclamó, con una sonrisa inocente, dejando el cabo de la raqueta en el suelo y balanceándose sobre ella.

Don Aquiles sonrió y se apuró a contestar, quizá confiado de su condición de común para conectar con otros comunes, y procurándose pasar por alto el desliz de su lengua.

—No hay forma en que este viejo pueda compararse con tu juventud, al menos con Lec, habrá un joven y un viejo —se acercó y besó a al tío Livio en los labios—, y un joven con una común. Mucho más justo que conmigo allí.

Siempre era difícil competir contra la sonrisa divertida y calmada de Don Aquiles, aun más difícil negarse a darle la razón, aunque sus justificaciones pudiesen carecer en más de una ocasión de algún peso de verdad en el fondo. Sin embargo, se las había arreglado para tapar el tema de fondo, Máximo aún no le decía toda la verdad sobre su origen a Magdala y muy posiblemente el tío Livio, le hubiese exigido que lo hiciera.

Más ahora que sabía, de una forma u otra, que Máximo quería traerla a vivir consigo a la región quince. Pero no había forma de que una chica fuera criada por un noble, ni siquiera por adopción había registro de aquello. Las mujeres eran esposas y madres entre los nobles, pero nunca hermanas o hijas. Si querían hacerse cargo de ella no la podrían recibir en casa, la única razón por la que se le permitía pasar temporadas, era por ser una visita y, usar como fachada la excusa del parentesco con el tío Aquiles.

La historia real detrás de su origen, era algo que Magdala solo sabía a medias, como el resto de la población. Pero ese secreto despertaba en Máximo emociones más humanas que cualquiera de las que sus amantes hubieran conseguido hasta entonces. La vida de mi primo, se movía entorno a enderezar aquello que consideraba injusto. La culpa, hasta entonces, no le había dejado disfrutar de la vida, y comparar aquello que él había obtenido y a ella se le había negado, solo profundizaba su necesidad de ponerla en un lugar cercano al suyo. Después de todo, mientras Máximo, nacido marqués había ganado unos padres amorosos y un título superior al de nacimiento, Magdala vivía su vida como una común, yendo de casa en casa a merced del sistema, con un futuro incierto y con el estigma de una madre exiliada.

Máximo procuraba no mencionar el hecho, que resultaba evidente al ojo noble, de que la condición física natural de Magdala, superaba por mucho la común, y cualquiera que hubiese visto a Magdala aquella tarde jugando con nosotros, habría de sospechar de su origen. Independiente del extremo parecido que un análisis minucioso pudiese arrojar entre los hermanos, Magdala era capaz de seguir el ritmo de juego de dos nobles jóvenes como Máximo y yo, responder a saques con alta precisión, correr de un lado a otro a velocidades superiores a las que cualquier humano podría alcanzar e, incluso, demostrar fuerza sobrehumana que, llevaban el juego a otro nivel: el nivel de los nobles.

MagdalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora