Capítulo 7

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Esa noche tras cenar con mis padres en casa, recibí una llamada de Máximo. No había en su voz ni en su semblate motivo de alarma alguno, aunque ese no es un talento solo suyo, sino de toda nuestra raza, que hace invisible a los ojos cualquier perturbación emocional. La razón de la llamada no me sorprendió, después de la tarde que habíamos pasado en su casa en compañía de los tíos y Magdala, era de suponer que notaría los cambios emocionales de su hermana y míos.

Lo que si me tomó por sorpresa fue la conclusión a que había llegado. Mientras me explicaba las observaciones que durante la jornada había notado, yo podía sentir un nudo formárseme en la garganta, no valía la pena seguir ocultando lo que entre su hermana y yo comenzaba a surgir. Estaría bien, me intentaba convencer, mientras reflexionaba lo poco ético que de mi actitud hasta el momento y me estremecía por las corrientes eléctricas que hormigueaban en mi espalda, de las ventajas que mantener una conversación sincera y directa traería a largo plazo, siguiera o no encaminando una relación con Magdala. No me sorprendió saber que Magdala le había confesado sus sentimientos esa misma tarde tras separarnos.

—Ni siquiera intentó negarlo—dijo Máximo, estar en el holofono me dificultaba leer sus emociones, peor era evidente que no esperaba la respuesta de Magdala—. Apenas si se sonrojo, mientras admitía cínicamente que le gustas, que quiere seguir viéndote y descaradamente aseguraba que no necesita mi permiso.

Una risilla quiso formarse en mi rostro, apenas si la contuve. Podía imaginarme a Magdala respondiendo a Máx orgullosa y desafiante, el inesperado carácter de una persona en su situación era reconfortante; lo que no lograba entender era reacción contrariada de Máximo, que de seguro conocía ese rasgo en ella mucho mejor que yo.

—Lamento que mi hermana te siga enredando en nuestros asuntos—continuó.

Yo decidí quedarme callado, entendí que Máximo no sabía de mis intenciones para con Maggie aún, y por mi propia reacción física, supe que yo tampoco estaba listo para hacérselo saber.

Siguió disculpándose por cuan molestas las atenciones de su hermana me podrían resultar, me recomendó que fuera paciente y la dejara desilusionarse sola, pronto se encargaría de presentarle al noble con quien pensaba comprometerla. Sabía que Max, me estaba provocando, reconocía como gustaba de usar palabras fuertes para manipular a las personas, lo sabía y contra sus muy claros objetivos, sus palabras solo tuvieron el efecto opuesto en mí. Supe entonces que no podía confesarle a Magdala unos sentimientos de los que aún no estaba seguro, en su lugar, me propuse tomar una decisión antes que ella regresara a casa, con su tía. No arriesgaría todo por un sentimiento que no fueran suficiente para ella y para mí.

Me limité a asentir durante todo lo restante de la llamada, controlé tan bien como pude cualquier expresión que Máximo pudiese leer a través del holograma, no intenté reducir la duración de la conversación e incluso me atreví a alargarla. Pero al finalizar, no pasó un minuto, para que le escribiera a Magdala. Ella me respondió por holo solo media hora más tarde, emocionada.

—Creo que mi hermano me dará permiso para vernos mañana—saludó, su sonrisa era lo único que podía ver—. Revisa, seguro te escribió al respecto.

Me tomó una millonésima de segundo dejar de ver su rostro y devolverme a la terminal. Un mensaje acababa de llegar, Máximo me pedía encontrarme con ella la mañana siguiente para aclarar nuestra relación, lo que según él, era dejarle claro que no estaba interesado en ella.

Sonreí sin mucho ánimo a Magdala, solo para no desilusionarla y asentí con la cabeza.

—Eso dice el mensaje —Vi su intención de hablar y me adelante—. Ya sé lo que pasó esta tarde, sabes que él espera un encuentro muy diferente al que crees.

Su mirada se oscureció y la sonrisa de sus labios se desdibujo lentamente. Me miró con amargura, con ese odio que a veces podía oler en ella, una emoción que sus ojos pocas veces lograba reflejar pero que ningún aroma podía ocultar.

—Aún así me verás mañana ¿verdad?

Asentí y ella sonrió. De nuevo a la alegría, a la ingenuidad de su juventud, que lograba mitigar esa otra parte de ella, que vez en cuando escapaba para recordarme de lo que no podíamos huir.

Tardó poco más de 20 minutos en contarme su versión de lo ocurrido. Bastante orgullosa de cómo le había plantado cara a Máximo y admitido lo que sentía sin tapujos ni contratiempos, era la mejor forma de evitar malentendidos, explicó. Luego, agregó que Máx, la había buscado sugiriéndole que me invitara a salir el fin de semana siguiente, para que me dijera como se sentía y si, no era correspondido, pudiera enterrar aquella desilusión antes de que creciera más. Lo que conectaba con el mensaje que Máximo me había enviado al tiempo que Magdala me llamaba. Era extraño como sin decir una sola palabra, ni en favor o en contra de ninguno, yo había logrado crear un sinsentido entre dos personas con quien mantenía una limpia comunicación. Me di cuenta entonces, que hacía meses le mentía a Máximo y que nunca había sido completamente honesto con Magdala. Aunque ella tampoco lo había sido conmigo.

Para ese entonces yo tenía dieciocho años y ella tendría unos dieciséis, a nadie le sorprendería pensar que una chica común en el apogeo de su adolescencia estaría encaprichada con el mejor amigo de su hermano, y con un noble, como haría cualquier otra. Tampoco era inimaginable que un noble de mi edad comenzara a buscar esposa, es más, era de esperar que así fuera. Por un tiempo, durante aquellos primeros meses y quizá aun en esa época, yo mismo lo pensé, que mi fascinación con Magdala correspondía a un capricho propio de la juventud. Pero yo no era de caprichos, ni Magdala era una común.

Tras cortar la llamada y me propuse tomar una decisión entre ese día y el finde semana siguiente. No tuve que esperar tanto, yo deseaba ver a Magdala y, ese deseo conllevaba un efecto visible en mi respuesta hormonal y por consiguiente en mi actitud. Era obvio lo que estaba sintiendo. Aun así, el enredo de las llamadas se solucionaría el domingo siguiente, cuando yo tuviera, por fin, el espacio y oportunidad adecuados para decir lo que pensaba, sin dejar a ninguno de los dos asumir nada por su cuenta. Respetaría la opinión de mi amigo, primo respecto a no decirle a Magdala de sus orígenes, pero tomaría un rol más activo en seguir mis propios deseos. No interferiría en lo que no debía, pero tampoco me alejaría por un ideal con el que no concordaba. No me dejaría manipular por los deseos y sentimientos de otros.

Pasé la semana alimentando una sensación nueva, una necesidad constante y creciente de acelerar el tiempo para que llegara pronto el fin de semana. Una semana de soledad, sin Máximo, sin mis tíos y sin Magdala, solo siendo yo, el duque, el noble, el empleado, el trabajador. 

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⏰ Última actualización: Mar 26 ⏰

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