Jennie Kim, una mujer de 25 años, amante del café matutino, con un cuerpo envidiable por demasiadas chicas. Era la más joven de su trabajo, maestra de literatura de una universidad de Nueva Zelanda, amaba su trabajo pero no tanto como el café y el s...
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Jennie le dedicó una sonrisa y Lisa solo se dedicó a bajar la mirada con sus mejillas ardiendo por lo avergonzada que estaba
Estando en la misma habitación que su profesora, le hacía sentir de una manera extraña. Podía sentir aquellas miradas pesadas que la mayor solía darle. Lisa pasaba minutos enteros comiéndose a Miss Kim con la mirada pero rápidamente la desviaba cuando la profesora le devolvía esa misma mirada que tanto le gustaba. Algo decía que se fuera a casa pero quería pasar más tiempo con su hermosa profesora y a lo mejor preguntarle la razón de la cual no le caía bien a la mayor.
Se separaron con tensión en el ambiente. Jennie se sentó de piernas cruzadas en su silla giratoria dejando al aire una gran parte de su muslo. La mirada fija de Lisa cayó en esa parte de su cuerpo, Jennie sintió un placer que no podía explicarlo al ver a Lisa morder su labio lentamente, pero rápidamente cayó en cuenta que debía ponerle otra prueba.
—Bien, comenzaremos con un dictado simple ¿Te parece?— La joven tailandesa solo se limitó a asentir —Es mi historia favorita, te dictaré un párrafo y tú lo vas a escribir en tu libreta, ¿Está bien?
Lisa tragó duro al ver la portada y dió un gran suspiro, vino por ayuda con su ortografía y pasar tiempo con su maestra no para que la embrujara con aquel libro que se notaba de lejos que era bastante terrorífico.
Jennie echó una risita al ver su cara de espanto, pero dejando de lado aquello, se dedicó a dictarle el párrafo.
— "No estoy loco — comenzó la morena — y sé perfectamente que esto no es un sueño. Mañana voy a morir, y quiero de alguna forma aliviar mi alma" Edgar Allan Poe.
Lisa hacía diversas muecas mientras que anotaba las palabras que su profesora pronunciaba. Le era difícil, si, no era la mejor en ortografía, y sin embargo estaba esforzándose bastante. Jennie terminó de dictar el párrafo, y sonrió satisfecha. Ella realmente amaba las historias y una de ellas era la que le acababa de dictar a su joven alumna, y cada que leía una sola palabra escrita de la historia, se sentía relajada, encantada, en paz por las bellas palabras y los sentimientos que le transmitía.
Leer le alegraba la vida, era lo más hermoso y satisfactorio en su vida. Aún se preguntaba, ¿Cómo podía existir gente que odiara leer? Ella amaba la lectura como amaba el café y el sexo. Cada historia, cada libro, cada poema te llevaba a un mundo donde todo es posible. Existían escritos de todo tipo y el que le estaba dictando a Manoban era uno de sus favoritos.
