Querida Lucila:
Recuerdo que te gustaba mi canto.
En las horas de dibujo me pedias que lo hiciera.
Decias que mi voz te relajaba.
Hoy, intento tocar una cancion que soliamos cantar juntas.
No puedo evitar que mi voz se esfume cada vez que digo una palabra.
Sin ti esa cancion ya no significa nada.
Sin tu voz, la mia no tiene sentido.
Sin alguien a quien cantarle, ¿de que me sirve hacerlo?