Matrimonio. Mitos y leyendas

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Mestizo, sin familia, hijo de un cara pálida y alguna mujer cheeroke, sin un lugar en la tribu y su padre fallecido. Se había tenido que hacer de lo que tenía. Con la piel tostada, demasiado para ser un cara palida y demasiado clara para ser un piel roja, con los cabellos castaños.

Exiliado de la tribu ahora vivia en un pueblo en el desierto. Muchos dirían que era tierra de nadie, pero realmente ese poblado pequeño se componía de mestizos, renegados por no poder pertenecer a ningún lado, todos los que realmente habitaban en ese lugar se distinguían por su distintiva ropa, con prendas verdes.

El que dirigiera una taberna quería decir que veía el ir y venir de la gente y con ello escuchaba historias, muchas, de diferentes tipos, escuchaba de lugares más allá del mar, de lugares donde la vegetación abundaba. Así como también escuchaba de demonios, duendes, dioses, a veces le parecían exageraciones de los viajeros que querían impresionar a los que nunca habían salido siguiera de ese pueblo.

-¿ya viste al tipo en la esquina? - le preguntó Guy, eran amigos desde que el había llegado al poblado, otro mestizo, su distintivo era su cabello rojo, siempre bebía ginebra, siempre de siempre cargaba un doblón de oro, ponía en la noche un plato con un pan en la ventana por las noches y llevaba un trébol de cuatro hojas colgado en un frasquito en el cuello.

-claro que ya lo vi Guy, estoy al pendiente de los que entran- le decía Hal mientras limpiaba los vasos, después se ajustó su pañuelo verde

-¿seguro que ya lo viste bien?- pegunto burlón el pelirrojo y Hal pudo notar como su amigo jugaba con ese doblón de oro

-si ya le vi- contesto el castaño con fastidio

-lo dudo, porque si no ya hubieras corrido al establo y...- Hal fastidiado alzo la vista, era un hombre de piel café con leche, el cabello tan negro como las plumas de los cuervos, y con un traje curioso, era como un traje formal con varios adornos que el apostaría toda una caja de botellas a que eran hechos con hilo de plata.

-lo sabía, no le serviste tu la botella- se burló Guy, el cual tomo una de las botellas de debajo del mostrador y se sirvió un trago de ginebra. Guy era el que se hacía cargo de negociar y buscar proveedores de licor, todo mundo decía que tenía trato con demonios. Puras falacias y creencias de gente supersticiosa, el mismo pelirrojo era un leprechaun.

-¿puedes atender tu? - pregunto el castaño el cual estaba embobado viendo al forastero el cual al sentir la mirada del barman levanto la vista de su baso y le miro con sus penetrantes ojos azules.

El castaño se sobresaltó y sonrojo, el pelirrojo solo se empezó a reír

-si tuviera que apostar acaba de llegar hoy-el castaño y pelirrojo miraron a su recién llegado colega, un hombre de piel oscura como el ébano de gran estatura y buena musculatura, con la piel pintada de trazos blancos. Y así como todos ahí era un mestizo, era el médico del lugar, practicante de la magia voodoo, claro que preferían mantener todo como rumores.

-hey John- le saludaron

-¿ya se fueron a dormir tus hijos? - preguntó tranquilo

-les mande a dormir, pero estoy casi seguro de que siguen despiertos, aunque también se seguro que ninguno estaba fuera del edificio de la taberna - contesto el castaño que volvió a mirar hacia la mesa del nuevo forastero, la cual ya estaba basia – salto por la barra, ya era tarde así que quedaban pocos en la barra y aun mas pocos en las mesas, ya casi era la hora de cerrar

Hal corrió hacia los establos, resbalando un poco con la tierra.

Ahí estaba, el hombre elegantemente vestido, de pie a lado de un hermoso caballo negro, uno que tenía los ojos rojos, no es como que eso le intimidara.

Batlantern weekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora