Capítulo 1

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Aquel día no supe quehacer, eran las 12:00 a. m, me desperté sin fuerzas para poner unsolo pie en el suelo. Me gustaba quedarme en la cama mirando al techo como si fuera a encontrar respuestas a todos los problemas de mi vida mientras sentía la luz entrar a la habitación por el pequeño hueco que quedaba entre las cortinas y la brisa de la ventana calando las sábanas.

En alguna parte de mi consciencia sabía que tenía que llevar otro tipo de vida. Levantarme temprano, tener un trabajo o simplemente hacer algo con mi vida. Pero era como si mi cuerpo y mi mente estuvieran drogados por la tristeza. Y tener esta rutina solo fomentaba esa sensación.

Todo me daba vueltas, seguía adormecida. Escuché a mi madre venir desde el fondo del pasillo, parecía alterada por los pasos rápidos y fuertes que daba.Sabía reconocerlos, era como un don.

Aunque supiera que iba aser un día como los demás, encontré las fuerzas para levantarme dela cama, o al menos, sentarme en el borde. Para mí era un avance.

De repente la puerta se abrió con fuerza.

-Noah, ¿piensaslevantarte de la cama?- Mi madre parecía ida de si, preocupada o algo mucho peor, enfadada. Pero ¿por qué lo estaría?

Sabía que era tarde y que tenía cosas que hacer, pero todos sabíamos que en mi estado estar despierta ya era un logro. Intenté incorporarme para responder a mi madre, me temblaba todo el cuerpo, no tenía fuerzas.

-Sí mamá, estaba levantándome ya. Tengo que ir a...- Antes de terminar de contarle mis planes de hoy mi madre ya había dejado de escuchar para proceder a interrumpirme como siempre.

-Bien pues, date prisa porque yo tengo que irme ya, cojo el avión en una hora. ¿Se te había olvidado?

¡Mierda! Había olvidado el viaje de mi madre. Ahora entiendo porqué parecía tan enfadada.

Me levanté de un salto de la cama y abrí del todo la ventana y las cortinas en tiempo record. Pensé en hacer la cama pero tener a mi madre contenta antes de que se fuese me pareció más importante. Corrí hacia el baño a ducharme rápido, para mi suerte como de costumbre no salía el agua caliente así que, por suerte o por desgracia, eso aceleró el proceso.

No solía desayunar nunca, pero ese día hice mi mayor intento para poder comer algo con mi madre antes de que saliese a coger el taxi, que llegaría en aproximadamente diez minutos. Mi madre parecía más relajada, pero aún así me sentía mal. ¿Cómo se me pudo haber olvidado?

Estuvimos charlando un rato, ella se veía emocionada, pero noté que había algo que le preocupaba. Y sabía que era yo.

-Mamá, ¿sabes que voy a estar bien, verdad?- Le miré a los ojos esperando que su preocupación desapareciera por arte de magia, pero no es fácil de convencer. Sabía que la idea de dejarme sola en casa no le hacía gracia, pero era un momento que llevaba mucho tiempo esperando, y no quería que lo desperdiciara por mi culpa. No podría perdonármelo a mi misma.

-Lo sé Noah. Pero sabes que me preocupo por ti. Voy a estar mucho tiempo fuera, y no quiero que te sientas sola. Y menos en una ciudad que hace nada que conoces.- Entendía perfectamente a mi madre, a mi también me daba miedo quedarme sola. Pero me daba más miedo que ella se quedara.

-Te prometo que te llamaré todos los días para que sepas que estoy bien. Ahora creo que es hora de irse.

Veía la incertidumbre en su mirada, pero no quise alargar más el momento. Por el bien de las dos.

-¡Llego tarde! Tengo que irme corazón, te quiero mucho. Ahí tienes la tarjeta, iré metiendo dinero para comida y lo que necesites. Pero que necesites de verdad.

-Está bien, ¡ahora corre! No quieres perder el avión, ¿no?- Me dio un beso en la frente, un abrazo y se fue.

La casa quedó en silencio. Era como escucharme pensar a mi misma entre esas paredes. Quería intentar ser productiva en esos 2 meses, así que mi mejor idea era irme al garaje a componer y cantar. Así al menos me desahogaba.

Cuando llegué al garaje escuché mucho ruido fuera, así que decidí abrir y echar un vistazo.

Parecía que había vecinos nuevos que estaban teniendo problemas con los del camión de la mudanza. Había muchas cajas por el suelo y la que creo que era la madre estaba histérica buscando las llaves. Quise acercarme a ayudar, pero era muy tímida para eso. Por eso solo me limité a cerrar la puerta y ponerme con lo que había venido a hacer.

No llevaba ni cinco minutos, y alguien llamó a la puerta. Me sorprendió porque fue la del garaje. Cuando supe reaccionar, decidí abrir solo un poco para decir que fueran a la puerta principal. Obviamente para que no vieran el desastre que tenía montado dentro.

Cuando abrí, era mi vecina de al lado. Creí que se iba a cumplir el tópico de vecinos nuevos que mandan a su hijo guapísimo a llevarle una tarta a los vecinos nuevos. Por desgracia no fue así. 

Venía a quejarse del ruido, en lo que ya era reincidente. Y como no quería problemas en el tiempo que mi madre estaba fuera, me limité a asentir con la cabeza hasta que se fue. Los vecinos nuevos estaban mirando, pero una de esas miradas me atrapó de una forma muy magnética, como si fuésemos imanes.

Que sería de mi, sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora