Capítulo 3

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De todas las cosas que compré, en lo único que se fijó fue en las botellas de tequila y ron que ella misma me pidió específicamente. Realmente, me lo dijo como si yo no supiera como funciona una fiesta, aunque entiendo el porqué pudiese pensar así.

Después de un largo ajetreo de preparar la casa, las bebidas, la comida y, obviamente, esconder todas las cosas frágiles y de valor, gracias a todas las películas de fiestas que acaban con gente borracha en una piscina y la mitad de la casa rota, logré poder relajarme un rato antes de que Liz empezase a querer arreglarse y, por desgracia, arreglarme a mi. Y esa era una de las cosas que yo no entendía, ¿por qué la gente se esfuerza tanto en mejor la imagen física que transmiten al resto y no la interna? Al menos a mi me parece muchísimo más interesante alguien con quien poder hablar de universos paralelos, que alguien que necesite ser reconocido a cada rato por el maravilloso traje que lleve esa noche.

Llegó la hora clave, las 19:00p. m. Hora de que mi maravillosa amiga intente hacer de mi un verdadero milagro.

Me duché, me peiné e incluso me puse algo de máscara de pestañas, pero por la mirada que me echó Liz al salir del baño, no era suficiente.

-¿De verdad piensas ir así? Es una fiesta, presume un poco de ti misma.- Me lo dijo mirándome de arriba a abajo.

Me sentía como aquel patito feo que soñaba con ser un cisne. La única diferencia es que yo no quería serlo.

-¿Pero que quieres que haga?- Se notaba la desesperación en mis palabras, lo único que me quedaba era ponerme a llorar de la impotencia.- Todo mi armario podría haberlo sacado perfectamente de mi bisabuela, y no tengo toneladas y toneladas de maquillaje. Aparte que el lienzo tampoco es muy... favorable.

Intenté no tener contacto visual con ella después de la ultima frase que dije. Creí que iba a enfadarse, pero en lugar de eso, empezó a reírse. Era una risa un poco pícara, y eso me deparaba lo peor... Acababa de tener una idea.

Rápidamente cogió el bolso, las llaves de su casa y salió disparada por la puerta. Dijo que volvía en cinco minutos. Cinco minutos para replantearme mi vida y mentalizarme que de esta noche podía salir cualquier cosa. Aunque tampoco esperaba mucho.

En menos de lo que podía esperar, Liz volvió a casa con un puñado de bolsas. Dios sabía que había ahí. 

Me cogió del brazo y me llevó a mi cuarto. Me enseñó un par de vestidos preciosos, pero algo en mi sentía que no se verían igual de bonitos puestos sobre mi. Mi pensamiento crítico no podía pensar con claridad.

De la misma manera que me llevó a la habitación, me obligó a probarme algunos de los vestidos. Había uno en especial, que no podía quitarle los ojos de encima. Incluso cuando yo nunca he sido de vestidos ni faldas. Pero al ver ese vestido se sentía como un deja-vù. 

Era negro simple, del estilo vintage, de tirantes, un precioso escote en forma de V, con una cintura marcada y una falda que caía perfecta hasta un poco más arriba de mis rodillas.

Me lo probé, y era como verme a través de otros ojos, no era la misma persona que veía a través del espejo, de eso estoy segura. Di un par de vueltas sobre mi misma, me miré desde absolutamente todos los ángulos, y me sorprendió verme bien en todos.

-Noah, ¡estás perfecta!- En sus ojos se podía ver la ilusión y el orgullo de verme con algo que no fuese un chándal que no dejaba verse ni un solo centímetro de piel. Y por la forma en que se sujetaba la cara con ambas manos, pude ver felicidad en ella. Felicidad, por mi.

No pude evitar sonrojarme. Aunque era incómodo e inevitable que pensamientos automáticos llegasen a mi mente. "¿Me estará mintiendo para hacerme sentir mejor?", era algo poco coherente, pero quise simplemente dejar ir el pensamiento antes de que me consumiera.

Llegaba la hora del maquillaje. Confiaba en ella, no había visto a una persona maquillarse tan bien y rápido, lo que me tranquilizaba. Siempre que tenía que maquillarme me ponía histérica, no soportaba tener tantas cosas en la cara y tener que ponerme todo eso cerca de los ojos también. 

Fue rápido, solo me puso delineador, algunas sombras y más mascara de pestañas de la que ya llevaba. Según ella "nunca es suficiente".

Me sentía rara, pero de alguna extraña forma, se sentía bien. Fuimos preparando toda la casa, aun quedaban unos cuantos arreglos. Yo no paraba de mirarme el reflejo en absolutamente todos los sitios posibles, estaba nerviosa, aunque no sabía porqué. De repente me acordé. Era por él.

La gente empezó a llegar, la música empezó a sonar, y sin darme cuenta mi cuerpo se movía solo. ¿Me estaba divirtiendo? No recuerdo la última vez que me sentí así. 

Empecé a tomar un par de bebidas, pero seguía sintiéndome algo extraña entre toda esa gente. Y ahí estaba yo. Detrás de la encimera de mármol de mi cocina, donde podía ver el reflejo exacto de mi cara, el cual parecía distorsionarse a más lo miraba.

Inconscientemente, buscaba entre la gente una cara familiar. Cada vez que la puerta se abría con una nueva visita, esperaba verle a él. Me había dejado muy intrigada esa forma en la que me miraba. No era compasión, no era lástima. Me sentía un persona totalmente normal.

Pasaron dos horas desde que se abrieron las puertas por primera vez, y yo estaba empezando a delirar. Veía a gente bailando, bebiendo, incluso fumando. Lo cual me recordó a las ganas que tenía de repente de fumarme un cigarro. 

Así que salí al jardín de la entrada, aunque sea para despejarme un poco de aquel ruido. Saqué la cajetilla y cogí uno. Iba a proceder a encenderlo, cuando una silueta se dirigía hacia mi.

-¿Desde cuando fumas? No te veía de ese tipo de chicas- Era él, y aunque el comentario me pareció muy genérico y fuera de contexto, me alegró saber que realmente vino.- ¿Me das uno?

-Claro, toma.- mi mano parecía un terremoto, estaba temblando y no sabía porqué. Supongo que nunca había tenido contacto directo con una persona totalmente nueva.

-¿Tienes mechero?- Me preguntó ya con el cigarro en la boca, lo cual me parecía inexplicablemente atractivo.

-Sí, por supuesto.- Sonreí tímidamente intentando evitar el contacto visual.

Mientras sacaba el mechero del bolsillo, noté como me miraba discretamente, era realmente reconfortante. Se encendió el suyo, y acercó sus manos a mi cara para encender el mío. Mientras lo encendía intenté mirarle a los ojos, tenía una mirada tan profunda, que reflejada con la luz del mechero, era hipnótica.

Nos apoyamos en la pared de al lado de la puerta, estábamos en silencio, pero no era incómodo. Realmente era agradable no estar sola al fin y al cabo. Pero no me hice ningún tipo de ilusiones, seguramente después de esa fiesta no volvería a verle. Era un pensamiento algo trágico, pero lo más realista que podía pensar en el momento. Aunque, ¿algo de lo que estaba pasando era real? Por alguna razón, no me lo parecía.




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⏰ Última actualización: Feb 22, 2021 ⏰

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