Remus V, Hogwarts.

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Viernes 18 de febrero, 1994.

Remus Lupin se preguntaba; honestamente, ¿cómo algo tan malo podía sentirse tan bien?

El tímido gemido a medias que brotó de entre los carnosos labios femeninos le taladró la cabeza de una manera absolutamente gloriosa, filtrándose por su sistema como un parásito. Ajustó las manos a su esbelta cintura, marcando un ritmo más suave y pronunciado en sus caderas, moviéndola encima suyo.

Estaba demasiado mareado como para reflexionar apropiadamente lo desagradable e inmoral que debía resultarle la sensación de tener a Evolet Ray Jones sentada en su regazo, meciéndose repetidamente.

Ya había perdido toda percepción del tiempo, dudaba aguantar mucho más sin un respiro pero, a su vez, olvidaba por completo en qué momento las generosas piernas de la joven se habían separado para colocarse a horcajadas sobre él. Ignoraba además cuándo su pulcra coleta había caído por sus hombros y cómo es que ahora enredaba una de sus manos en su sedoso cabello.

Su otra palma presionó el costado del muslo expuesto, incitando la fricción entre las zonas íntimas de sus cuerpos.

Ella volvió a fascinarlo con otro gemido torpe y agudo.

Por fin, sus bocas se distanciaron en busca de aire, los centímetros suficientes para abrir los ojos y permitirse una mirada, aturdido por la intoxicante adrenalina de haber roto alguna norma escolar. No tenía la fortaleza para frenarlo de todos modos.

Sí, estaba muy jodido.

La observó en silencio, desde sus pómulos encendidos durante el frenesí, sus labios hinchados y palpitantes, sus ojos humedecidos por la privación de oxígeno, su mentón temblando débilmente y algunos mechones enredados entre sus nudillos. Un calambre casi salvaje le tiró del bajo vientre, haciéndolo sentir tenso y necesitado.

Él había arruinado su ropa. Su falda se encontraba ligeramente alzada mientras que su blusa–ahora desfajada–estaba estirada hacia arriba, expuesta al disturbio ajeno, mostrando una porción de piel erizada por las caricias, donde seguro la había tocado sin pensar.

—Remus.

Se estremeció en respuesta a su endulzada voz. Sus cavilaciones lo llevaron a acunar una de sus tiernas mejillas, guiándola de vuelta a sus labios para reanudar aquel agradable y placentero vaivén.

La expresión en su adorable rostro se iluminó por un instante, aferrándose a sus hombros, reduciendo todo espacio entre sus pechos. Remus no presentó queja alguna al respecto.

La excitación creció, como inflar un globo en el fondo de su estómago. Sus dedos callosos viajaron hasta sus piernas, descubriendo cierto deleite culposo por enmarcar ahí sus huellas; la joven jadeó en sus comisuras, estimulada por el gesto.

SABOR A CHOCOLATE +21 (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora