¿No crees que luzco preciosa de rojo?

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La casa no era linda. Jamás lo había sido en lo absoluto; la madera crujía constantemente, las paredes eran sombrías y había moho en ellas, el olor a humedad inundaba sus fosas nasales ya que estaban en plena temporada de lluvias. Aun así, Nancy se había esmerado en dejar la casa impecable ya que ese día era especial para ella. Su compañera de clases, Mía, la visitaría ese mismo día por la tarde-noche cuando terminara su turno en la cafetería en la que trabajaba.

Nancy nunca recibía visitas y quizás ese era el porqué de su entusiasmo. Su tía había desaparecido tan sólo dos meses atrás, dejándola sola en esa casa. Y no iba a mentir, lo odiaba, odiaba esa casa con todo su ser pues no tenía recuerdos buenos en ese lugar. Sin embargo era lo único que le quedaba de la mujer que –a su manera- la había criado, ese era el motivo por el cual no se había ido de ahí.

Miró la puerta del ático con temor, era el único rincón que le faltaba por limpiar. Pero tenía miedo de aquel lugar, donde sólo una tenue luz a la entrada del mismo le daba consuelo, sin embargo no era suficiente para apaciguar su miedo ni la oscuridad que amenazaba con tragársela si entraba ahí. Además su tía siempre le había dicho que no entrara ahí o se toparía con un monstruo. Nancy sabía que era algo que le había dicho para que la obedeciera y no entrara cuando era niña, pero ese miedo seguía atormentándola ahora. Decidió dejarlo así, de todas formas Mía no vería el ático ¿por qué lo haría? Fue a su habitación y luego de una ducha se colocó su vestido favorito, blanco como todas las prendas que poseía y vestía a diario. Cepilló su cabello y puso un tenue labial rosa en sus labios ¿qué diría su tía si la viera ahora? Seguramente la reprendería. Sonrió al ver su pulcro reflejo. El timbre sonó de repente despertando en ella un sentimiento de ansiedad o emoción, Nancy no podía distinguirlo.

Bajó hasta la puerta principal sintiendo que su corazón abandonaría su cuerpo en cualquier momento. Abrió la puerta con una enorme sonrisa, misma que se esfumó al ver a su compañera. Rojo, ella estaba usando un labial rojo; Nancy odiaba ese color desde el día que su tía la golpeó hasta sangrar por haber usado un lápiz labial como ese, le dijo que ese color era impuro, el color del mal. Fingió una sonrisa e invitó a Mía a pasar.

Nancy era una buena cocinera, y como ese día era especial había preparado una tarta de fresas para compartir con su compañera mientras terminaban su proyecto para la universidad. Se dispusieron a trabajar; de vez en cuando Mía soltaba algunas bromas para aligerar el ambiente mientras que Nancy dejaba escapar algunas risas tímidas.

-Ahh, hemos estado trabajando duro hoy. Merecemos un descanso ¿no lo crees?- dijo Mía luego de un tiempo mientras estiraba sus brazos hacia arriba.

- Sí, creo que podríamos tomar un descanso- respondió tímidamente Nancy.

-Nunca había probado una tarta de fresas tan deliciosa- Mía llevó el último bocado de su plato a su boca- ¿Sería grosero de mi parte si te pidiera un poco más?

¿Mía siendo grosera? No, era la persona más amable que Nancy había conocido. La única que hasta ahora había sido amable con ella, en realidad. A pesar de que se sorprendió con su petición, en el fondo se sentía halagada.

-Para nada, si quieres más solo tienes que pedirlo.- con una sonrisa adornando su rostro tomó el plato de Mía para dirigirse a la cocina –Ahora vuelvo.

Minutos después Nancy contemplaba a Mía degustar la nueva porción de tarta que le había servido. La mermelada de fresas que rellenaba la tarta, resbalaba sutilmente por los labios de Mía dándoles un brillo exquisito. Nancy pensó que nunca en su vida había visto unos labios tan bonitos... y tentadores. Desde que la conoció, Nancy siempre había reconocido que Mía era hermosa, sin embargo ahora que la miraba así de cerca se sentía más que cautivada por ella ¿de verdad era esa chica real?

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