El lago de la media noche

286 27 3
                                    

La carretera estaba vacía y la velocidad disminuía. Ya era costumbre para Alanna el hecho de que cada día, exactamente a las 00:00 hs., su motor del auto se apagara y el silencio la rodeara. Observaba a su alrededor con calma, abría la puerta del piloto y bajaba casi con los ojos cerrados, el ruido del lago Theyda la llamaba por completo.

Caminando lentamente, se dirigió hacia la orilla mientras que soltaba su largo cabello color chocolate que, al compás de la suave brisa, caía por su espalda. Era una noche rimbombante, sentía como su sangre comenzaba a hervir cada vez que se encontraba más cerca del lago. El corazón le latía tranquilo al mismo tiempo que sus manos se movían al ritmo del sonido de ramas de los árboles cercanos. Los aromas la rodeaban de sentidos y seguido, tomó un largo sorbo de aire para saborear su creciente paz.

Alanna llevó sus manos hasta su camiseta y comenzó a quitársela lentamente, observaba sus brazos mientras lo hacía; la luna le daba una tonalidad aún más pálida a su piel. Continuó retirando la ropa de sí misma, ya no miraba a su alrededor para averiguar si alguien la veía, hacían aproximadamente tres años que cada noche de verano se montaba en su auto y conducía treinta y cinco minutos para llegar a este lugar. Era tan solitario que jamás sentía miedo de que alguna persona pudiera aparecer..., tal vez una o dos veces se había sentido observada, pero decidió aceptar que no era más que su propia imaginación. Por último, retiró su ropa interior quedando completamente desnuda, un suspiro salió de su boca.

Su pie izquierdo fue el primero en tocar el agua y luego le siguió su pie derecho, caminó lago dentro hasta que sus rodillas estuvieran cubiertas y miró hacia delante, la tranquilidad la abrazó. Ésta era la razón por la cual cada noche venía al lago Theyda, no era cualquier agua la que estaba a su alrededor; era el agua que calmaba su inquieta mente y le daba vida a su corazón. Alanna se sumergió entera dejando que su cuerpo completo se refrescara y luego de nadar un poco, lentamente sacó su cabeza para respirar mientras que retiraba las restantes gotas de su rostro. El agua en ese momento le llegaba al cuello y a su alrededor flotaba su largo pelo, movió su cabeza hacia la derecha y dejó que luz de luna le diera en cada fibra del cabello. Le encantaba el hecho de que en la humedad del lago junto con la magia de la noche, este tomara un tono rojizo que le hacía sentir calor a su alrededor, como si su mismo cuerpo le proporcionara la calidez que necesitaba. Nadó un poco más a hacia la orilla hasta que sus clavículas y algo más estuvieron descubiertas, una suave brisa la recorrió. Cerró sus oscuros ojos y hecho la cabeza hacia atrás.

—Alanna, —susurró una voz sobre su cuello. —llevo milenios observándote y esperando el momento justo para volver a salir de la oscuridad.

Ella escuchó y recordó que conocía aquellas palabras, reconocía aquella voz y la absorbente respiración que hacía palpitar su corazón. Él era el único que sabía del lago Theyda, la única persona que conocía el secreto que cubría estás aguas; había sido parte del juego.

Depositó un beso en la cabida de su clavícula. —Tus ojos negros se han suavizado. —dijo con tranquilidad.

Sintió como de repente sus brazos la tomaron por la cintura e hizo que mágicamente girara para quedar frente a él. Alanna continuaba con los parpados cerrados por miedo a volver a observarlo, hasta que apreció como una de sus manos acarició su cabello, un gesto que extrañaba demasiado; así que decidió lentamente abrir los ojos y enfrentar aquel individuo que se encontraba frente a ella. Lo primero que observó fue su fugaz boca, luego subió por su pequeña nariz hasta encontrarse con sus ojos celestes. Se hallaban más oscuros de lo común, no por su color si no porque cada vez que se encontraban, su mirada se volvía penetrante y disolvente. Él la observaba con misterio y majestuosidad, Alanna se veía pequeña al frente de éste hombre con sus anchos hombros y sus dinámicos brazos. Su piel se reflejaba en el agua, reluciente, como su cabello rubio que le daba todavía más altura, él mordió ligeramente su labio inferior y continúo en silencio observándola.

—Sabías que no era tu deber regresar a este lugar. —pronunció ella espaciosamente.

Él relajó su mano e hizo que esta bajara por la espalda de Alanna, provocándole un ligero escalofrío. Rozó sus dedos por su cintura, hasta que llegó a sus caderas y presionó un poco más su mano.

Cerró sus ojos. —Luke...,—susurró sin aliento. —para.

—Oh, extrañaba que susurraras mi nombre. —le dijo tan cerca de su rostro como pudo.

Tomó con su otra mano el cuello de Alanna y comenzó a besarlo con una paz tan abundante que daba miedo. Alanna acarició el brazo de Luke y acercándose más se dio cuenta que él también estaba desnudo, como la última vez; había sido un jueves también. El recuerdo vino a su mente y luego de reaccionar alejó con fuerza al rubio dejándolo atónito por su resistencia. Luke sonrió y esa sonrisa hizo enfermar a Alanna, él sabía que ella no podía resistirse a su sonrisa. Tal vez había pasado más de un año, pero recordaba como si hubiera sido ayer sus palabras suplicantes y se dio cuenta que no tardaría mucho tiempo en volver a caer. Él sabía cómo hacerla caer.

—En mis planes está el quedarme contigo, tú lo sabes. —refutó. —Prometí que volvería.

Volver y quedarse, las palabras que Alanna tanto temía. Toda su vida había querido que una persona realmente se quedase a su lado, pero lo único que sentía era que algo en ella ahuyentaba a los demás; pero era eso mismo lo que a Luke le había atraído. Y él estaba consciente del error que había cometido al irse, observó su boca y deseó volver a probar sus carnosos labios. La había extrañado, extrañaba su risa y sus correcciones, extrañaba hacerla gritar y que sus ojos dijeran más que sus palabras. Viéndola mejor, sus ojos seguían suplicantes, como si toda la tranquilidad se hubiera ido y con la remota aparición de él su corazón hubiera vuelto a doler como cuando se alejó. Luke recorrió con su dedo medio la mandíbula de Alanna y acarició su mejilla, estaba al tanto de que eso le encantaba. Pero su mano se paralizó cuando ella tocó su abdomen dentro del agua e hizo que su corazón palpitara más rápido. Con agilidad movió sus dedos en círculos y echó la cabeza hacia atrás; él sabía que esa era su forma de decir que la besara.

Esperó unos segundos más observado la reacción de Alanna al notar que no la besaba y ella aún con la cabeza inclinada, acarició con su pie la pierna de Luke por debajo del agua lentamente, subiendo su propia pierna hasta quedar más pegada a él que antes. Luke miró su pecho subir y bajar con tranquilidad haciendo que se impacientara y rompiera su respiración con un beso tan duro que a cualquiera que no conociera sus acciones, hubiera chillado de inmediato. Alanna ya consciente, se aferró del cuello de él y se trepó con ligereza a sus caderas, quedando ahora de su misma altura. Y Luke saboreó sus labios nuevamente, recorrió cada recoveco de su boca con su lengua, llevando una lucha de pasión entre ambos con su único espectador: el lago de la media noche.

[...]

Alanna cerró la puerta de su casa y dejó las llaves en la pequeña mesa que se encontraba en la entrada. Se sacó rápidamente las pequeñas zapatillas, junto a su abrigo y los depositó en el suelo; era un acto usual en ella. Observó su reloj una vez más y distinguió las 06:30 a.m., un bostezo salió de su boca y caminó hacia las escaleras que se encontraban frente a ella. Antes de subir volvió a mirar a su alrededor y respiró con paz agradecida de la tranquilidad que le otorgaba hoy su hogar. Subió el primer peldaño tratando de no hacer mucho ruido y continuó subiendo cada escalón hasta llegar al piso de arriba. Entró al baño que era la segunda puerta del pasillo y se miró en el espejo, aunque era muy joven su mirada estaba marcada por tantas experiencias. Observó de nuevo su reflejo y admiró su piel que aún seguía blanca, pero sus labios tenían un rojizo intenso, sus ojos un brillo innegable y su cuello una marca; sonrió y se subió la remera un poco más para que no se notara tanto. Salió del lavado y haciendo unos pasos más, entró en su habitación, retiró sus pantalones y se recostó en el costado izquierdo de la cama. Miró a su derecha y prestó atención a su esposo Eric que dormía con tranquilidad, su cabello negro azabache estaba despeinado y su boca contenía una mueca de amor. Le sonrió y cerró sus ojos para quedarse dormida mientras que el recuerdo del lago revoloteaba en su mente. Había vuelto a ver el fantasma de su viejo amante y quería volver a hacerlo.

El lago de la media noche ◎ l.h.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora