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Apenas había sonado la campana, cuando un chico lo tomó para llevarlo a algún callejón; sin embargo, hoy sería diferente, estaba cansado, harto, molesto; ya no iba a dejarse de ellos, no son mejores que él. Tenía un plan, y estaba seguro que funcionaría.

Por más que los golpes no pararan, y doliera como el infierno, sabía que hoy habría un cambio, y no podía dejar de sonreír.

Biblie, al ver que en algún momento el chico empezó a reír, lo alzó agarrándolo de la camisa, pero Jeff no le prestaba atención; estaba demasiado ocupado viendo a su ángel acercarse hacia él, con paso elegante, hermoso y sigiloso, de forma que pareciera que caminaba sobre un fino y frágil piso de cristal; y justo, cuando fácilmente podía tocar la espalda de Biblie, empuñó aquello que traía en mano y la enterró en el hombro del bully, lo que causó que soltará a Jeff, quien cayó, pues sus piernas no podían sostenerlo.

Al ver como Jeff cayó, la chica inmediatamente fue hacia él, preocupada; intentaba ayudarle a levantarse de nuevo, ignorando la sangre que se había salpicado en su rostro, ropa y manos, olvidándose por completo del otro chico, el cual, probablemente ya estaba muerto.

—¿Lo logramos? —La chica preguntó, emocionada, con una pequeña sonrisa, al fin toda esa tortura acabaría.

Jeff asintió, observando a la chica, pero aun necesitando ayuda para mantenerse de pie.

No podía dejar de ver el rostro de su ángel, específicamente, una mancha roja que ensuciaba su hermoso rostro. Intentó quitarla, pero solo logró esparcirla más. Eso le molestó.

—¿Sabes? —susurró, sin quitar la vista de aquella porquería que ensuciaba el etéreo rostro de su ángel. Quería arrancarla. —El rojo no te queda.

—☆

La chica salió de su cuarto, con su pijama puesta y secando su cabello con ayuda de una toalla. Quería dormirse ya, pero el insomnio no le ayudaba; tal vez miraría las noticias, pues eso siempre le causaba sueño. Demasiada información que no le interesa, además de ser unos comprados.

Una vez el televisor encendido, junto con un vaso de té de manzanilla sobre la mesita, se acostó en el sillón de manera en la que aún pudiera ver el televisor, aburriéndose al instante.

Sentía como sus ojos cerraban a la par que oía al presentador decir algo sobre un robo, o tal vez algo sobre un asesinato, para ese punto ya no le interesaba. Segundos después, quedo totalmente dormida.

[...]

Despertó apenas oyó un grito, levantándose del sillón en el que estaba acostada, casi cayendo debido al movimiento brusco que realizó.

Al inicio estaba algo espantada. Miró a su al rededor alerta, para después darse cuenta que aquel ruido fue provocado por su televisor, el cual quedó encendido toda la noche; esto le costaría bastante en la factura de la luz, tal vez.

Apagó el televisor y agarro su taza con té que no alcanzo a terminar el día anterior. Ahora estaba frío.

Se encontraba en su pequeña cocina, esperando a que su bebida se volviera a calentar, cuando escuchó como tocaban su timbre. Esto le confundió un poco, pues no esperaba visitas, pero decidió no tomarle importancia y salió; encontrándose cara a cara con un chico, este tenía cabello castaño; un poco más largo de lo usual, mal peinado en una coleta baja, cosa que, a ojos de la chica, lo hacía destacar a su manera. Su piel estaba levemente bronceada y le sonreía.

Sostenía una caja abierta color rosa pastel con rayas verticales lilas entre sus manos, la cual contenía varias galletitas en forma de corazones de chocolate; además de estar decoradas con crema pastelera encima y un corazón más pequeño hecho, con lo que suponía, era mermelada en el centro.

𝒟𝓊𝓁𝒸𝑒 𝓂𝑒𝓇𝓂𝑒𝓁𝒶𝒹𝒶||ᴶᵉᶠᶠᴳᵃᵐᵉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora