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A veces se torna tan imposible imaginar que con tan solo un beso puedes tocar el cielo con las manos, y justamente eso les estaba pasando a ellos, a Rafael y a Olivia. Habían encontrado un refugio, una comodidad exquisita en esas pieles tan conocidas y que se habían extrañado tanto.

Ella permitió que sus lágrimas fluyeran con libertad, había pasado mucho tiempo sintiéndose perdida, vacía, completamente rota. Ahora que se encontraba junto a él, besando sus labios encontraba su lugar, aquel que era solo de ella, desde siempre.

Rafael sentía como su corazón, aquel que durante todo ese tiempo había latido sin sentido comenzaba a responder con una emoción auténtica en ese gesto que deseó tener desde la primera vez que la vio en la mañana, tan hermosa como la recordaba. Sus manos inquietas acariciaban los costados de la cintura de Olivia, subiendo y bajando sin alejarse demasiado de ese lugar. Mientras que ella, dejó sus manos apoyadas en el fornido pecho masculino, sintiendo esos latidos provenientes de un corazón enamorado.

No querían alejarse, pero ante la falta de aire se separaron unos pocos metros. Olivia agachó su mirada sintiéndose incapaz de encontrarse con las pupilas oscuras de Rafael. A pesar de todas esas cosas hermosas que sentía, no podía evitar sentir muchísimo miedo. Solo a su lado dejaba al descubierto sus vulnerabilidades, sus debilidades, sus más profundos temores, su alma completa. Él había logrado lo que nadie había podido.

El hombre quitó una de sus manos de la cintura de aquella mujer apoyándola en el mentón, para luego levantarlo para encontrarse con aquellas pupilas que tanto amaba y que tan loco lo volvían.


—Creo que el mejor regalo que puedes hacerme es dejarme que mi mirada se encuentre con la tuya. —Pronunció Rafael suavemente con una sonrisa en su rostro— Eres demasiado hermosa.

—Eres hermoso. —Suspiró profundamente acariciando su mejilla con dulzura— No quiero que esto sea un sueño, dime que no estoy soñando.

—Es la realidad más hermosa, y la estamos viviendo ahora Liv. —Sonrió con ternura y dejó un pequeño y cariñoso beso en la punta de su nariz.


Volvieron a besarse una vez más, y se alejaron siendo conscientes de que no estaban solos en el departamento y de que aún tenían demasiadas cosas por las que charlar.


—¿Enserio no quieres comer ni tomar nada? —Preguntó Olivia mirándolo a los ojos alejándose de él— Yo aún no he comido nada.

—Está bien. —Sonrió y se quitó su campera dejándola sobre el sillón— Aceptaré solo si me dejas ayudarte.

—Me encantaría. —Respondió amablemente y caminaron hacia la cocina observando que podían preparar— Lucy me dijo que Noah ya comió, y me aviso que ha hecho las compras, así que podemos elegir entre pastas o algo más rápido.

—¿Hamburguesas con papas fritas? —Preguntó emocionado como si fuera un niño pequeño.

—Ya me diste ganas. —Pronunció Olivia riendo mientras se dirigía al refrigerador para sacar una caja de hamburguesas.


Rafael se encargó de preparar las papas fritas y Olivia de las hamburguesas. Continuaban charlando de todo aquello que habían vivido en el tiempo que estuvieron alejados, se reían de algunas anécdotas que surgían en algunos momentos y continuaban robándose besos que dibujaban más de una sonrisa en sus rostros.

Una vez que comenzaron a comer la charla se volvió más relajada, hasta incluso más personal.


Salvarnos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora