tienes talento

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Tienes talento. No te conozco de nada, pero ya sé que lo tienes. Y si yo lo sé, tú deberías saberlo ya. Créeme, que de esto algo he aprendido, que de esto algo sé. Te lo dice un jurado de talent-shows que ha visto unas cuantas decenas de miles de concursantes tratando de demostrarlo e incluso triunfando a pesar de mis esfuerzos por hacerles fracasar.

Tienes talento. Entendido como lo entiende José Antonio Marina, inteligencia bien dirigida, que elige adecuadamente sus metas y los medios para conseguirlas, y ahí que va. Imparable, implacable, rotunda y eficaz. Entendido también como lo entiendo yo, talento como capacidad de provocar algo en los demás. Si eres un líder, capacidad de hacer que te sigan. Si eres un artista, capacidad de conmover, de emocionar. Si eres un contable, capacidad de que todo encaje.

Porque tienes talento. Puede que aún no te hayas dado cuenta, pero oye, ahí está. Escondido entre tus frustraciones y tus miedos al qué dirán. Igual está disfrazado de hobby, vestido de algo que siempre haces simplemente por disfrutar. Aquello que te daría vergüenza tener que cobrar, porque harías con gusto incluso gratis. Aquello que piensas que deberías pagar para poderlo desempeñar. Aquello que jamás llamarías trabajo. Aquello de lo que jamás te quieras jubilar.

Tienes talento. Esa habilidad para sorprender al que te lo descubre. Ese don, ese no sé qué. Esa facilidad. Seguramente te cueste creer que alguien pueda llegar a valorarlo algún día. Pero esa persona existe, y seguramente no esté sola, seguramente sean más.

Entre lo que te gusta y lo que se te da bien está lo que les gusta a los demás, que es lo mismo que decir que en algún lugar, en algún momento, existirá un grupo de personas dispuesto a compensártelo. Una vida sin trabajo ni obligaciones te está esperando si aciertas con aquello a lo que te quieres dedicar. No está mal, como promesa ni como beneficio racional.

El problema no es, por lo tanto, tener talento. Eso ya hemos quedado todos que ahí está. El problema está en descubrirlo a tiempo. Antes de que la vida te haya hipotecado. Antes de que te dirijan la vida unas cuantas facturas que sí o sí, algún día, tendrás que empezar a abonar.

Cómo despertamos a tiempo. Ésa ha sido y sigue siendo la verdadera tragedia de toda la humanidad, desde que el hombre es hombre y desde que la mujer no ha tenido más remedio que mirárselo y aguantar, hasta hace muy muy poco. Porque incluso eso ya está empezando a cambiar, menos mal.

De ahí que, cuando se es joven, lo inteligente sea endeudarse. Una solución que propone otro sabio, Alfons Cornella, y con la que no puedo estar más de acuerdo. Se trata de conseguir los medios para hacer lo que quieras, que como tienes talento, ya los devolverás.

Y si ya no eres tan joven, tampoco hay excusa, pues nunca es tarde para empezar a respirar. Ahí está Sir Alexander Fleming, descubriendo la penicilina a la tierna edad de 47 primaveras. O un cartero de Los Ángeles que en 1969 dejó su trabajo para acabar publicando su primera novela rondando ya los 50 tacos. Igual te suena, se llamaba Charles Bukowski. Y qué me dices de un tal David Chase, que creó una serie de televisión una vez pasados los 54, a la cual tituló así: Los Soprano.

Por lo tanto, si el problema no es tener talento, porque lo tienes, si el problema no está en llegar a tiempo, porque aún lo estás, si el problema no está en haberse dedicado toda la vida a lo que uno se debería haber dedicado, ni siquiera los medios con los que uno cuenta para arrancar. Si el problema no es nada que tenga que ver con todo eso, mírame a las gafas y respóndeme.

Dónde.

Está.

El.

Puto.

Problema.”

Risto mejide recopilaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora