Llevo toda la vida viviendo a mi manera, con mis reglas. Sin embargo mis reglas no siempre siguen las del resto del mundo.
Eso justo me pasó hace dos años.
Estaba en una fiesta universitaria pasándolo como nunca, miré a una chica, me miró, nos gustamos y de lo demás no recuerdo mucho.
Lo que sí sé es que a los pocos meses me llamó y me dijo que estaba embarazada. ¡Yo no me acordaba ni de su nombre! Así que fui con ella y me dijo que no quería tener un bebé, que iba a abortar o lo daría en adopción. No quería perder su juventud con un peso como aquél. Nunca en mi vida ante aquello me había quedado tan pasmado. No me pareció bien su decisión y como el estúpido que soy le dije que yo me haría cargo de él o ella. Mi decisión no fue la más acertada ni la mejor pero la sola idea de que el pequeño pudiera sufrir de esa manera y no tuviera la oportunidad de vivir su vida me hizo pensar que debía cuidarlo.
Así que, cuando mis padres se enteraron me echaron de casa y me obligaron a encontrar un trabajo que más o menos fuese suficiente para pagar las necesidades del futuro retoño. Yo no quería ni me gustó que quisieran alejarme de todo y todos de aquella manera, pero no pude hacer nada. Mi universidad estaba en el centro de Seúl y ellos eran los que me financiaban mi estancia allí y todos mis demás gastos. Después de aquella noticia dejaron de hacerlo y me obligaron a buscar trabajo. Debía continuar con mi carrera y además cuidar de un niño. Mis amigos me dieron de lado por no haber tenido cuidado y haberla liado tanto. Jin, un amigo de la infancia, me dió dinero por un tiempo pero después, debí caer en el olvido. La chica con la que me había metido en tantos problemas se desentendió en cuanto el bebé dejó de estar dentro de su cuerpo. Dentro de mí había una ligera esperanza de que una vez la viese hubiese cambiado de opinión y hubiese luchado por su felicidad, como me ocurrió a mi rn cuanto la vi. Mi pequeña era tan preciosa, pequeña y de mofletes hinchados. Nunca había visto a una niña con tanta fuerza y ganas de vivir como ella cuando llegó a mis brazos. Los bebés cuando nacen son feos, no tienen nada de bonito pero lo que ella misma significaba para mí, la energía con la que lloró me hizo emocionarme y llorar a su lado. La abracé tan fuerte que quise protegerla de todo y todos.
Desde ese entonces, vivimos los dos juntos y yo no doy a basto. Vivir sólo, siendo joven y encima estudiante es horrible. Hay meses que casi no como por poder alimentar a mi pequeña e invertir en mis estudios y el pequeño piso en el que vivimos. Es muy duro y cada día que pasa me siento más al límite. Mis padres no me hablan, no quieren saber ni que existo y no me ayudan tampoco. Supongo que si mañana muriese nadie iría a mi funeral.
Llevo unos cuantos meses pensando sin parar en dejarlo todo, terminar con todo, pero simplemente no puedo. Mi pequeña necesita a alguien, necesita que la cuiden, que la quieran. Yo puedo darle eso ahora, debo darle eso ahora.Salgo de la clase corriendo. Debo llegar a tiempo para recoger a Jennie antes de que cierren la guardería. Además que el profesor hoy a alargado la clase porque él ha llegado tarde. ¡Haber cumplido con tu horario, hay gente que tiene cosas que hacer! Corro por los pasillos hasta que salgo de la universidad y corro por algunas calles para llegar a la conocida guardería. Espero haber guardado todo porque esta mañana he tenido que salir corriendo de nuevo y no me dado tiempo a desayunar ni a ver lo que metía en la mochila. Además que no he dormido bien por los lloros de Jennie.¿Puede ir algo peor en este día? Llego a la guardería exhausto y con la mochila pesada en mi espalda. Lo único bueno de Seúl es que al ser el centro todo está junto. Así que la universidad está cerca de mi piso y de la guardería a la que llevo a Jennie, así que eso que me ahorro en transporte público.
Entro en la clase correspondiente de mi pequeña sin casi aire. Cuando avanzo por la pequeña instancia miro alrededor. No hay niños, la mayoría ya se han ido y están probablemente con sus padres normales y casados, comiendo comida caliente y sana.
-¿Hola?-normalmente evito a las que trabajan en este lugar, exceptuando cuando tienen que decirme algo sobre mi Jennie. Sus miradas superficiales y superiores no me gustan así que opto por evitarlas. -¿Jennie? -pregunto de nuevo esperando que alguien me conteste. Nadie lo hace y eso me hace fruncir el ceño. Miro mi reloj viejo y que en su momento fue el último modelo más caro del mercado. Me estaba atrasando, cuanto más tardara en llevármela menos tiempo tendría para comer. Suspiro frustrado, debo comer antes de ir a trabajar o me desmayaré.
-¿Hay alguien aquí? ¿Hola?-me dirijo hacia la zona de los encargados de la guardería y entonces oigo unos susurros.
-Es ese niño otra vez. -escucho desde una pequeña habitación.
-Qué vergüenza. Seguro que la chica no hizo nada. Todo será culpa suya.
-Se lo tiene merecido.
-Pero pobre niña, tener un padre...
-Disculpen. -digo con voz grave que las hace saltar. Tres mujeres de entre mi edad y los cuarenta aparecen en fila india con los ojos abiertos de par en par. Si tuviesen cola como los perros seguro que la tendrían entre las piernas. Son unas cobardes. -He venido a por mi hija, ¿Dónde está? -pregunto de mala manera. Las mujeres me miran algo asustadas y con los labios apretados. Miran a todos lados excepto a mis ojos y siento como la rabia me llega a las orejas. ¿Qué narices les pasa? Quiero a mi hija, tengo que irme, ¿Qué pasa? ¿No lo entienden?
-¿Ése es tú papá, Jennie? -una voz grave se oye en la instancia de repente. Me giro y veo a un chico con el pelo castaño y gafas llegando desde el parque de la guardería hasta el interior con mi pequeña andando a su lado. La tiene agarrada de ambas manitas para que no se caiga pues todavía no se mantiene bien sobre sus pies.
-¡Mira a papá!-le dice animado el chico. Me mira y su sonrisa no se apaga. Parece no importarle que posiblemente sea más joven que él. -¡Ve con él, mira, te está esperando! -me hizo una señal para que abriese mis brazos y esperara por ella. La pequeña no paraba de reír con este otro chico y de repente cuando creía que iba a acercarla hasta mí, la suelta. Entro en pánico de inmediato e intento andar hasta ella para cogerla pero parece sostenerse bien.
-Déjala, a ver si llega hasta ti. -me dice mientras anda detrás de ella con sus manos a sus lados. Jennie está tan ensimismada mirándome que no se da cuenta de que la sigue el otro chico. Para mi sorpresa la pequeña llega a mis brazos y cuando lo hace la alzo y la lleno de besos por todos lados. ¡Esa era mi chica, fuerte y valiente!
Por estos momentos me freno de acabar con todo. Por esa sonrisa sigo vivo.
-¡Muy bien amor! ¡Lo has hecho genial!-la elogio entre beso y beso. Las mujeres nos miran ahora a los dos y dirijo mis ojos hacia el chico nuevo.
-Tú debes de ser nuevo, ¿No? -le digo sin miramientos. El otro me regala una sonrisa enorme que categorizo como demasiado para mí.
-Sí. -dice con sus manos detrás de su espalda. -Jennie y yo nos hemos cogido cariño muy rápido. -y de nuevo sonríe al ver como Jennie se recuesta en mi cuello cansada y suspira. Eso me hace relajarme y devuelvo mi atención al chico.
-Gracias por eso. -digo después de unos segundos. -Me cuesta mucho que venga hasta mí en casa. Es difícil hacerlo sólo...-digo con una risa algo cansada. No sé por qué le cuento esto a él, normalmente decido guardarme todo lo que pienso y me ocurre para mí. Sin embargo, este chico parece...agradable.
-Entiendo. -me dice agarrando mi brazo como si nos conociéramos desde hace mucho. Le miro con los ojos muy abiertos y él parece darle igual mi expresión. -Pero no te preocupes, para eso estamos. Además lo que más te cueste enseñarle en casa puedes decírmelo y aprovecharé estos minutos después de cada día para reforzar en eso. ¿Te parece? -me quedo mirándole sin entender si realmente quiere ayudarme o si se está quedando conmigo. Me aparto de su agarre y cojo la mochila de Jennie.
-Lo tendré en cuenta. -le respondo antes de irme rápidamente de aquél lugar.
-De acuerdo, ¡Hasta mañana! -se despide felizmente.
Cuando salgo de la guardería Jennie ya lleva un rato dormida. Avanzo unos cuantos metros hasta que llego al portal de la casa de mi amigo NamJoon. Ahí es donde dejo a la pequeña por las tardes para que yo pueda ir a trabajar. El chico me abre y subo por el ascensor hasta la puerta de su casa, que es abierta sin siquiera mirar. Entro sin decir nada y avanzo hasta donde mi amigo parece estar concentrado en un libro muy gordo y de una pequeña letra que me marea.
-¿Qué hay, tío? ¿Estudiando? -le pregunto mientras dejo a Jennie en el suelo lleno de cojines y mantas. Es un pequeño espacio para que ella pueda jugar, moverse y no pueda salir de esa pequeña zona. Así ella se puede pasar un buen rato sin accidentes ni molestar demasiado a Nam.
Nam no me mira pero asiente y hace un ruido afirmativo que casi ni oigo. Asiento de vuelta y dejo a Jennie con mucho cuidado. Dejo su pequeña mochila lila a un lado y miro a NamJoon esperando que me diga algo. Sin embargo, al no moverse de su sitio decido abandonar su piso de estudiante antes de que me eche por ser demasiado pesado. Vuelvo a asentir recordando el buen trato de aquél chico en la guardería y suspiro agotado.
-Ah, una cosa Kook. -dice de repente cuando ya me dirigía a la puerta.
-¿Sí? -pregunto volviendo al salón.
-Hoy es viernes y he quedado para irme de copas con algunos amigos. ¿Podrías pasarte antes para recogerla? -le miro por unos segundos y asiento intentado que no me afecte que los viernes también es complicado para mí venir antes. La cafetería en la que trabajo le gusta que hagamos horas extras los viernes porque sale más gente, pero supongo que me tendré que apañármelas.
-Sí, claro. Estaré aquí media hora antes, ¿Te parece? -pregunto con las manos en los bolsillos, tal vez buscando algo a lo que agarrarme.
-Perfecto. -y su mirada vuelve a las palabras del libro. Asiento a la nada y salgo disparado de su casa.
Mientras llego a la cafetería suspiro y pienso en mi relación con Nam. Realmente no sé si somos amigos o si sólo tenemos una relación de: "te pago ochocientos wons la hora por cuidar de mi hija." Al principio recuerdo que la noticia que le di de que necesitaba una niñera porque tenía una hija pequeña fue una verdadera sorpresa para él. La mayoría de las personas se sorprenden que con veintiún años que tengo, tenga una hija de tres años. Es extraño pero no soy un extraterrestre. Tampoco es para ponerse a juzgar o a creerse superior. Nam, no fue así, al menos no al principio. Fue comprensivo y se ofreció a cambio de un precio. Él había tenido hermanos y primos así de pequeños y sabía hacer alguna cosa como cambiar pañales y dar biberones o potitos, pero con el tiempo y la rutina acabó cansándose de todo. Y ahora, al menos eso creo, tener que cuidar a Jennie es como una obligación de la cual ni siquiera saca demasiado dinero.
Vuelvo a suspirar mientras entre en el establecimiento y entro donde el personal para ponerme la ropa reglamentaria. Realmente sólo es un mandil encima de una camiseta de la cafetería, así que no tardo mucho. Cuando ya estoy listo, pregunto qué necesitan y me pongo a limpiar en cuanto me avisan que no hay clientes. A esta hora la mayoría de las personas están en los restaurantes de en frente, comiendo. Normalmente se empieza a llenar la cafetería cuando llegan las tres o cuatro de la tarde. A esa hora a la gente le apetece un café.
Cuando veo que ya no puedo limpiar más las mesas me dispongo a comerme un bocadillo que tenemos en la barra para llevar. Dejo el dinero en la caja y me voy a un lado a comer tranquilamente. Cojo mi botella de agua y bebo sin darme cuenta de que me están mirando. Normalmente en estas cafeterías la mayoría de los que trabajan son chicas o mujeres, así que soy de los pocos camareros de este lugar. Además que los chicos les gusta más trabajar en bares o en otro tipo de trabajos que no haya que limpiar o hacer esas cosas. A mí la verdad, me da igual ya que limpiar es fácil y al final todos tenemos que hacerlo alguna vez. Además, este trabajo me ha enseñado mucho a limpiar y cómo utilizar la lejía, y para qué.
-JungKooook. -me llama una de mis compañeras. Realmente nunca he tenido demasiado contacto con ellas. No quiero tampoco tenerlo. Es cierto que en otra vida habría estado pegado a ellas o tal vez saliendo con alguna mientras tonteaba con otra, pero últimamente prefiero mantenerme alejado. Las miro esperando que me digan algo, mientras mastico con parsimonia. Hoy los bocadillos están especialmente ricos. -¿Sales con nosotras esta noche? He oído que eres bueno bailando. -me dice la misma. No sé muy bien su nombre, pero siempre lleva el pelo suelto y perfectamente liso. Además de que debajo del mandil suele llevar un escote muy pronunciado. Me he fijado, no estoy ciego. Mientras mis manos se queden quietas, mis ojos pueden observar.
-¡Sí! ¡Me han dicho que la cadera la mueves como nadie! -dice la otra a su lado, que siempre lleva el pelo recogido de diferentes formas. Con esta otra he conversado más, pero sin embargo parece ser que ambas quieren lo mismo. Movimiento de caderas, ¿Eh?
-No recuerdo haberme ido de fiesta alguna vez con alguien de por aquí. -les contesto cuando termino de masticar.
-Ya. Es que tengo amigas de Busan. -eso me hace palidecer. -Y la mayoría de ellas te conocen. -empieza a jugar con su pelo, dándole un toque coqueto. -Por eso lo sé.
-Ah...-le digo sin aire. Intento mirar a otro lado, buscando una escapatoria hasta que entra un cliente y me aparto de ellas para entrar donde el personal y terminar de comer.
No quiero saber nada de Busan. Busan fue una buenísima experiencia con una mierda de final. Nunca en mi vida me había sentido tan rodeado de gente y a la vez tan solo.
-¡Hola! -una voz grave y animada irrumpe en el establecimiento. Oigo cómo las chicas le atienden y suspiro terminando mi comida.
-Oh, ¡Hola Tae! -le saluda la del pelo suelto. -¿Cómo estás, amor?
-Bien. -responde el otro aún animado. Deben de conocerse desde hace mucho tiempo.
-¿Te pongo lo de siempre? -pregunta la otra chica.
-Sí, pero sólo el café. Hoy no me da tiempo a comer nada, tengo clase. -dice algo apresurado mientras oigo cómo se sienta. Suspiro y entonces salgo, limpiando la comisura de mis labios con una mano. Cuando mis ojos le encuentran me asusto y quiero volver a la sala del personal, sin embargo no puedo porque me da una sensación de tranquilidad que no me asusta.
-¡En seguida!-las chicas me miran y después siguen a lo suyo preparando el café del chico con prisa.
Avanzo hasta la barra y me coloco a su lado esperando que el otro no me reconozca.
-Oh, si eres tú. -¡Maldita sea! Nunca sale nada bien. -Nos hemos visto hace unas horas. Soy el nuevo de la guardería de su hija, ¿Se acuerda?
Las chicas ante ese comentario empiezan a susurrar y a mandarme miradas poco discretas. Suspiro y le miro cansado de todo. El chico está sentado con sus enormes gafas sobre su nariz y su portátil abierto en una página, escribiendo con una letra milimétrica.
-Sí, me acuerdo. Hola. -le saludo de forma seca, sin mirar por mucho tiempo sus ojos.
-Hola. -Responde. Después me sonríe y continua con lo suyo. Agradezco que no me haga hablar más con él porque las horribles miradas de las otras dos ya son suficientemente asesinas.
Paso unas horribles dos horas con mis compañeras sin querer dirigirme la palabra. Ahora que saben que tengo una hija es como si llevase un virus en todo mi ser. No quieren acercarse a mí, ni tocarme, ni tan siquiera darme las gracias por sujetarlas la puerta para que pasen. En fin, ni que fuera a dejarlas embarazadas con mi mirada.
Estoy acostumbrado a esa clase de reacciones pero eso no significa que me molesten menos.
Cuando el chico está por irse y yo estoy cansado del continuo traqueteo de las teclas de su portátil, me acerco para recoger y limpiar su mesa.
-Siempre vengo aquí, todos los días, -me comenta mientras coloco encima de mi bandeja su vaso de plástico vacío y el cuenco con galletitas que las chicas le han regalado. -y nunca me había fijado en ti.
-La verdad es que yo igual. -le respondo pasando un trapo mojado por su mesa para limpiar las migas. Dejo un olor a limón y lejía que me ataca a la nariz con ganas. Soy demasiado especial con los olores y un adicto al olor a limpio. -No me suelo fijar mucho en los clientes, ni siquiera los habituales.
-Entiendo. -me dice sin más. -Si alguna vez necesitas ayuda con Jennie o no tienes con quién dejarla mi piso de estudiantes está cerca de aquí. Podría cuidarla hasta que termine tu turno. -me asusto ante su propuesta y le miro a los ojos buscando que sea sólo un comentario para quedar bien, pero sus ojos reflejan paciencia y consideración. Realmente se está planteando ayudarme.
-Oh, gracias. -le respondo sin aliento. -Pero no podría pagar a otra niñera, no tengo...
-Oh, lo haría gratis. -eso sí que me deja sin palabras. -Ya sabes, como un plus de la guardería. Ya me pagas ahí, me es suficiente. -asiento un poco confuso y decido no decir nada más. El chico se queda quieto en frente mía, mirándome, esperando que le diga algo.
-Ehm...-le digo aclarándome la garganta. -Gracias...creo.
-No hay de qué. -responde sonriendo. -¿Te doy mi número por si algún día me necesitas para algo? Soy TaeHyung.
-Eh...-digo quedándome sin palabras.-Claro, claro. -saco mi móvil y se lo doy para que anote su número. Mientras lo hace dejo el trapo encima de la bandeja y le miro nervioso.
-Ahí lo tienes. -me devuelve el móvil y mira la hora, entrando en pánico de repente. Sale corriendo despidiéndose de todas rápidamente y gira su mano diciéndome adiós.
Me acerco para tirar su vaso y dejar la bandeja al lado de la barra. Las chicas me miran con ojos abiertos y sin habla. Yo estoy igual, nunca había encontrado a una persona tan agradable.
-Desde luego, lo tuyo no tiene sexo...-dice la chica del pelo suelto. Me sorprendo y las miro sin entender.
-¿Qué...?-la otra se ríe por la situación.
-Esto de ligar lo llevas en el ADN, ¿Eh? -¿Cómo? -Llevo meses intentado que me dé su número y nada. -responde la misma chica de pelo recogido. -Es el tipo de chico que me gusta, muy adorable y con pocas luces.
La otra se ríe de la situación de su amiga.
-No parece muy interesado en encontrar pareja, la verdad. O igual ya tiene. -le responde la otra con un poco de malicia. -O, puede que tenga hijos...-eso me hace abandonar la habitación y meterme en el baño. Ahora mi trabajo ya se iba a volver un infierno. Como si no fuese ya lo suficientemente horrible.
De repente, mientras intento recuperar mi respiración en el baño (los ataques de ansiedad se habían vuelto constantes últimamente), mi teléfono empieza a sonar con una llamada entrante. Cuando lo saco de mi pantalón y veo que es mi madre, siento que se me va el color de la cara.
Lo que me faltaba.
La descuelgo y me acerco el aparato hasta mi oído.
-¿JungKook? -esa voz, llevaba mucho tiempo sin oírla. Aunque después de lo que me dijo la última vez casi que prefería no oírla jamás.
-Hola mamá. -respondo con la cabeza contra la pared del baño.
-¿Estás trabajando? -me pregunta demandante. Suspiro agotado por milésima vez en el día.
-Sí. Estoy en el baño. Un pequeño descanso de cinco minutos...
-Voy a ir a visitarte. -pongo una de mis manos contra la pared, intentando agarrarme. -Mañana llegaré por la tarde. Quiero ver que no estás matando de hambre a tu chiquilla. -me amenaza. -Preferiría verte a ti en los huesos si al menos esa pequeña está sana. -trago saliva y suspiro asintiendo a sus palabras. -Nos vemos mañana. -dice para después colgar sin más. Empiezo a llorar en silencio y cuando intento recuperar el aire que mis pulmones se niegan a aceptar sale un sollozo de mi garganta. Me tapo la boca y lloro aún más, porque una cosa es llorar y otra intentar evitarlo y hacerlo en silencio. Es una tortura lenta y dolorosa que hago que me consuma lentamente.
Cuando me relajo medianamente, salgo del cubículo, me lavo la cara y salgo para continuar con mi turno.
Paso las dos siguientes horas sin parar para que no me dé tiempo a pensar. Cuando se va acercando la hora de tener que ir a por mi Jennie es cuando la gente empieza a salir a lo loco. El local se llena tanto que cuando pido a mi jefa que me permita salir antes me niega todo. Me desespero por unos minutos y me siento mal por Nam, por fastidiarle su viernes por problemas míos. Entonces, mirando entre mis contactos para ver quién puede ir a por mi pequeña encuentro el contacto de TaeHyung. No le conozco, no debería llamarle, pero es que no tengo otra opción.
Pulso su número y espero por su respuesta.
-¿Hola?-se oye una voz profunda y tranquila.
-¿TaeHyung?
-Sí, ¿Quién es?
-Soy el padre de Jennie. -entonces me doy cuenta de que no sabe mi nombre y me siento mal. Maldigo por lo bajo. -Soy JungKook. Mira, no tengo mucho tiempo para hablar pero necesito que recojas a Jennie y vengas a la cafetería, por favor. No puedo irme ahora y la persona que la cuida no puede estar más tiempo. Por favor, será por una hora...-espero a que me contradiga o niegue, o me diga que no puede hacerlo porque tiene planes de viernes. Sin embargo no llega nada dd lo que temo y cuando termino de hablar sólo oigo un asentimiento.
-Claro. -me responde sin más.
-¿En serio? Dios mío, te debo la vida. -le dido mientras me llaman para atender a un nuevo grupo que entra haciendo mucho ruido. -Te mando la ubicación de donde está ahora. Os espero aquí a los dos. Muchas gracias, en serio, adiós, te debo mucho. Hasta ahora. -cuelgo, mando la ubicación del piso de Nam y corro a continuar trabajando.
Pasan una minutos, alrededor de media hora hasta que veo a TaeHyung y a mi pequeña en sus brazos. Sonrió agotado y voy hacia ellos después de servir en una mesa cercana.
-Hola pequeña...-le digo mientras me acerco y le beso la frente. Ella me recibe cansada y con hambre. Me pongo nervioso y algo tímido ante mi poca vergüenza de no saludar a TaeHyung. -Hola TaeHyung, muchas gracias otra vez.
-No es nada, tranquilo. -responde con las mejillas sonrosadas por el frío de fuera. Asiento y me alejo no sin antes sonreír agradecido.
-¿Quieres un café? Yo invito.
-No te preocupes. Te queda media hora, ¿No? -asiento sin aire. -Te esperamos, ahora a trabajar.
Me alejo y vuelvo a las idas y venidas continuas entre llevar, limpiar y atender a todos los clientes. A ratos robo una mirada hacia mi pequeña y TaeHyung que están tranquilamente sentados en una mesa, mientras él le da de comer uno de sus potitos favoritos. En serio no sé qué voy a darle a cambio de este enorme favor. Debería regalarle toda mi casa, mi comida y ofrecerme de esclavos para saldar esta deuda.
Cuando quiero darme cuenta la jefa me da en la espalda y me avisa de que puedo irme cuando termine de atender a unas chicas. Asiento animado y no tardo nada en cobrarlas mucho más emocionado por terminar al fin. Llevo el dinero a la caja, sin fijarme si hay propinas, y tiro las sobras de las chicas en una papelera cercana a mi pequeña. Me acerco y la beso la frente un poco brusco. Se queja un poco y me alejo con una sonrisa.
-Ye he terminado. -aviso a TaeHyung. -Me cambio y te libero de Jennie. -él se ríe y asiente mientras abraza con fuerza a Jennie.
Corro hacia la sala de personal, me cambio y salgo con mi mochila a la espalda. TaeHyung se levanta y me da Jennie a quien la alzo y le doy vueltas mientras ella ríe.
-¿Te has portado bien? ¿Has sido buena, pequeña? -miro a TaeHyung y él asiente mirándome con cariño.
-Es la mejor. -asiento.
-¿Quieres que te acompañe a casa?
-Vale. Podemos dar un paseo. -me dice mientras anda hasta la salida. Le sigo con las energías renovadas y ando a su ritmo, ni muy lento ni muy despacio.
-TaeHyung...-le llamo, él me mira de repente. -Me suena tu nombre.
-Oh. -dice sorprendido. -Creo que nos conocemos ya desde hace tiempo. -le miro de lado sin creerle del todo.
-¿Qué? ¿Eres de Busan? -él ríe animado.
-No. Soy de Daeju. Pero JiMin vive en Busan, como tú.
-Ese nombre, JiMin...-rumio su nombre un rato. -¿El chico bajo?
-¡Sí! Es mi mejor amigo. -dice mirando hacia las calles oscuras. -Fui un verano a Busan para ver las fiestas y el mar y te conocí. No pensaba que fueras a acordarte de mí...
-Ya, bueno...-respondo avergonzado.
-Han pasado muchas cosas, ¿No? Desde que nos conocimos. Que yo sepa cuando te vi no estaba esta pequeña.
-Ya. Oye, JiMin y yo ya no nos hablamos. Me dió de lado porque Jennie llegó a mi vida. -respondo algo enfurecido. Cuando me quiero dar cuenta le estoy contando todo a TaeHyung. -Me sorprende que siquiera te acerques a mí. La mayoría de las personas les doy alergia por ser padre.
-No me das alergia. Es más, yo si pudiera ya habría sido padre. -me quedo boquiabierto, literalmente. Me mira y se echa a reír. Observa el cielo y se quita las enormes gafas del puente de la nariz mientras se acerca hasta mí. -¿Qué tal si vamos a tu casa y nos ponemos al día?
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Move on babe KookV
FanfictionJungKook tenía una vida tan perfecta y de joven de casi veinte años que parecía mentira. Sin embargo, el embarazo de uno de sus ligues le lleva a tener que mudarse, ser abandonado por su familia y todos sus amigos. Porque se supone que un veinteañer...