Capítulo 1

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- ¿Por qué? ¡¿Por qué?! ¡¡¡¿Por qué?!!! - susurré entre dientes y roja de furia mientras la sostenía inconciente entre mis brazos - ¡¡¡¡Era nuestra primera cita, ¿cómo rayos sabías en donde estábamos?!!!!

No hubo respuesta alguna, simplemente se limitó a mirarme fríamente, el cielo que nos recibió con un cálido y amigable sol abrazador hace poco menos de una hora en nuestro lugar secreto parecía que lloraba lo ocurrido y las nubes dejaron escapar sus gotas.

- ¡¡¡¡¡No te quiero volver a ver, largo, te odio, no me importa lo que me digan los demás!!!!! - las palabras raspaban en mi garganta antes de salir, era como si el peso del silencio con que las tuve cautivas en mi corazón las hubieran hecho de piedra - ¡¡¡¡¡no me importa mi maldita familia!!!!! - bajé la voz, las lágrimas escaparon de mis ojos y corrieron por mis mejillas en busca del cuerpo inconciente de Luz - ¡¡no me importa nada, no me importa yo la quiero a ella!! - mis palabras se rompieron, mi voz se quebró y como pude le pregunté entre sollozos - ¿Por qué no lo entiendes?

Ni una mueca, o movimiento de compasión o cobardía, sabía lo que pasaría, abracé el cuerpo empapado de la chica que amaba una última vez y mientras el resplandor seguido del ademán circular de mi contrincante brillaba con intensidad delante mío giré la cabeza de Luz sin fuerzas, con un pequeño beso en los labios, me despedía de ella para siempre.
La luz emanada por el hechizo se hizo cada vez más intenso, nos terminó de engullir a ambas y sin hacer más que una sonrisa triste, la oscuridad me consumió por completo y un pitido lejano fue cubriendo poco a poco mis oidos, cada vez más fuerte, cada vez más cercano.

El pitido imperturbable del sueño continúo aún después de que los primeros rayos de luz se filtraran por el vitral y con su cálido tacto en mi rostro me despertacen, sin importar que fuese de mañana hacía mucho calor y aunque sudaba no era por ello, estaba nerviosa, tenía miedo, las cobijas de la cama tamaño king size parecían quererme engullir y mantenerme cautiva por siempre.
Examiné el cuarto, era bastante espacioso, había un escritorio de madera fina en la esquina junto a una de las ventanas, sobre ella había una caja con una chapa de plata y un par de libretas desacomodadas. Todo era extraño, no recordaba haber estado en este lugar jamás, sin embargo parecía todo tan... familiar.

- ¡¡¡Mittens, baja o vas a hacer enojar a Boscha, recuerda que a mamá no le va a agradar nada que faltes de nuevo!!! - escuché con dificultad por el pequeño pero constante pitido en los oídos.

Tomé una buena bocanada de aire, me levanté de un salto y caminé en dirección al baño, que al parecer seguía la lógica del cuarto, grande y adornado como para una pequeña princesa. Hice lo que necesitaba hacer, me lavé las manos y miré el gran espejo delante mío, sin embargo no pude reconocer a quien tenía por delante, era obvio que era yo, pero no recordaba ni un solo rasgo, tenía el cabello teñido de verde aunque se alcanzaba a ver qué su color original era castaño, la piel tersa, suave y lisa, al parecer yo era la princesa. Me vestí con lo primero que encontré en el ropero empotrado a la pared, salí de mi habitación y no pude reconocer los pasillos, me estaba empezando a asustar, no sabía dónde estaba, mi nombre o tan siquiera la salida, giré hacia la derecha luego a la izquierda y en un par de minutos ya me encontraba perdida en el laberinto de paredes marmoleadas con tapete terciopelado rojo, escuché unos pasos acercarse por detrás y escuché la voz de un chico.

- ¿Qué rayos haces Mittens? Ohhhhh, ¿acaso estás intentando encontrar nuestros diarios hermanita? Créeme, si ni siquiera Emira ha podido hallar el mio, tu menos, aunque nosotros siempre descubramos el escondite el tuyo.

Me quedé callada estaba totalmente espantada, desvíe la mirada y me encogí de hombros, parecía que era mi hermano pero no lograba recordarlo, era alto y realmente atractivo, teníamos rasgos muy similares, sobre todo la tez y la suavidad de la piel, aunque él tenía un lunar cerca de la boca, y al parecer no hacía mucho ejercicio; también tenía el pelo pintado de verde, justo como el mío, aunque un tono un poco más oscuro.

- Oye, no es nada malo, solo que soy mejor que ustedes dos en esto, tal vez la próxima vez te ayude a encontrar el de Emira - dijo con un aire de gallardía que poco a poco se desfiguró en preocupación, se calló unos instantes y continúo con más seriedad - solo estamos preocupados por ti, nuestros padres no nos dejaron verte mientras estabas enferma, dijeron que íbamos a estropearlo todo si interrumpíamos - hizo una pausa y sonrió orgullosos aunque casi de inmediato volvió a verse serio - y como puedes imaginar igual lo hicimos, no parabas de hablar en sueños, parecía que siempre tenías pesadillas, una vez hasta lloraste.
Ven acá - me puso una mano sobre mi hombro derecho y luego me dió un abrazo - solo no le digas a Emira, ya sabes cómo es ella, no me va a dejar en paz en una semana - me alejó y examinó del torso para arriba - por cierto, deberías peinarte.

Sabía que había soñado algo, aunque no exactamente que, lo único que podía evocar era un sentimiento de angustia y tristeza.
Asentí y lo seguí por los confusos pasillos de la que, ahora que pensaba bien, parecía ser mansión. Llegamos a la cocina donde mi hermana estaba sentada leyendo en su celular mientras desayunaba una tostada con mantequilla.

- Oye - dijo mientras ponía a un lado su teléfono - que bueno que estés bien aunque te vez pálida, digo, más de lo normal - sonrió - ¿y por qué no te peinaste?

La verdad es que ni siquiera sabía cómo es que me peinaba, ni que ligas usaba, solo salí de mi habitación porque me llamaron, pero no podía decirle eso, así que dije que me quedé dormida y se me hizo tarde, tal vez mañana me puedas ayudar propuse.

Me miró desconcertada y preocupada, parecía que había dicho algo extraño, nuevamente desvíe la mirada aunque está vez sentía como la vergüenza escalaba desde mis pies hasta posarse y asentuarse en mis mejillas, ella agitó la cabeza y sonrió.

- No es nada, solo que no me lo pedías desde que éramos niñas, ahora toma - extendió una bolsa con comida - para tu almuerzo - me empujó hasta la puerta de la entrada, la abrió y señaló el convertible rojo que estaba estacionado justo enfrente - saluda a Boscha de mi parte, y dile que te ayude a peinarte, parece que estar enferma te quitó la memoria - dijo en tono burlón, pausó y añadió con un leve susurro de seriedad fúnebre -. Tengo que preguntarte algo, aunque no sé cómo explicarlo - mi piel y mis músculos se tensaron -. Pero no te preocupes, primero tienes que ir a la escuela.

Bajé las escaleras de la entrada y vi con claridad la cara de la conductora, una con tres ojos, parecía que esto no podía ser más extraño, no podía estar más equivocada.

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Apenas estoy experimentando con el fic, es el primero que escribo así que tengan paciencia si de repente la cago, si les gusta espero cada semana o 2 subir algún capítulo más.
Ahí si lo comparten, así de compas se los agradecería.

Olvidaste AmarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora