unico

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La luz se colaba tenuemente por las cortinas de la habitación, impactando así de forma directa en su rostro, se encontraba terriblemente adormilada, como si despertara de un sueño profundo en el cual había estado sumergida durante mucho tiempo, no obstante, el olor de las sabanas y el ruido pasajero le decían que se encontraba en su hogar.

Con desgane entreabrió sus parpados intentando acostumbrarse a la iluminación, estiró su brazo derecho tanteando el sitio en busca de dos cuerpos, pero al no encontrar ninguno giró completamente su anatomía y descubrió que el lugar estaba completamente vacío. El primer sentimiento que la azotó fue el miedo, seguido de este la preocupación y frustración, sin embargo, todo eso se disipó cuando a la lejanía escuchó una infantil risa y un aroma a sopa de miso se impregnó en su nariz. Por instinto inhaló el delicioso aroma y una sonrisa se asomó por sus labios.

Dejando atrás la cama y las montañas de sabanas salió de su habitación en dirección a la cocina de su hogar, las paredes del pasillo eran hermosas, la casa tenía un estilo moderno que no se asemejaba en nada a las casas tradicionales de Japón, en las paredes había cuadros colgados y en ellos se mostraban múltiples fotografías de hermosos momentos que impactaron en su memoria ensanchando su sonrisa.

Se veía a ella, con su hermoso cabello negro cayendo por sus hombros, un brillo incomparable relucía en sus ojos y su sonrisa reflejaba completa felicidad, esto en cada una de esas fotos, las imágenes frente a ella se veían tan puras y perfectas que solo pudo enamorarse más de ellas.

Dejando de lado esos pensamientos continúo caminando hasta finalmente llegar a la cocina de su casa, en esta un alto hombre de cabello blanquecino con ligeros mechones rojizos le daba la espalda, el joven vestía unos sencillos pantalones de pijama y una camisa negra, no obstante, estos no ocultaban su perfecta figura ejercitada la cual le daba una magnífica vista trasera. Contuvo el aliento cuando el hombre se dio la vuelta enfrentándola, dejando a la vista unos hermosos ojos color turquesa, tan profundos y brillantes como el mismo fuego abrazador y asfixiante.

—Touya...

—Buen día, como desperté primero preparé el desayuno.

Akuma sonrió con ternura y se acercó a él para depositar un suave beso en sus labios, al momento de romper el cálido contacto una terrible sensación de soledad la consumió, sintiendo nuevamente la necesidad de besarlo, de sentirlo.

—¡Mami! ¡Te estábamos esperando para desayunar! —Un pequeño niño tiraba de su pierna con una gran sonrisa que no hacía más que remarcar sus sonrosadas mejillas. Su cabello negro como la noche y ojos azules como el cielo se le hacían terriblemente familiares, y no por qué tuviese el mismo tono de cabello que ella, o los mismos ojos que su padre, no, era otra clase de sentimiento. Aun así, lo tomó entre sus brazos sintiendo como el vacío que minutos atrás sentía se llenaba de calidez pura.

𝕯𝖆𝖇𝖎'𝖘 𝖉𝖊𝖆𝖙𝖍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora