Capítulo 2

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Salimos del aeropuerto con café en mano y nos sentamos esperar al hermano de Tina.

—Enserio no puedo creer que no conozco a tu hermano —murmuré antes de llevarme el vaso de Starbucks a la boca.

—Hay muchas cosas que no conoces de mi —murmuró.

Nos miramos a los ojos unos segundos y comenzamos a reirnos a carcajadas.

—Si, claro... —exclamamos al unisono, por lo que reimos el doble.

—Ya pero hablando enserio, ¿por qué no lo conozco?

Tina se encogió de hombros y suspiró.

—Se fue a vivir a España antes de que tú y yo nos conociéramos.

Noté un cambio radical en su animo al contarme. Parecía triste.

No quise preguntar más. Yo sabía perfectamente lo que se sentía que alguien cercano se fuera lejos. Tenía ese sentimiento todas las semanas.

—¿Has pensado que desde el lunes debemos volver al trabajo? —pregunté para cambiar de tema.

Tina gruñó y terminó su café.

—Juro que amo nuestra boutique, pero en este momento la odio... No puedo creer que hace unas horas estábamos en el caribe y ahora estamos aquí —movió la mano en el aire señalando nuestro entorno.

Tina tomó su bolso y se paró frente a mi.

—Quiero otro café. ¿Te traigo uno?

Levanté el pulgar y busqué mis audífonos dentro de mi bolso. Tina me bajó la bicera del gorro y huyó. Sabiendo que si se quedaba un segundo más, la mataría.

—Ay —exclamé fastidiada.

Me acomodé el gorro y volví mi atención a mi celular para buscar la aplicación de música. Necesitaba una dosis de mi cantante favorito a la vena.

Toqué donde decía Ricky Martin y al instante comenzó a sonar Perdóname.

Cerré los ojos y tiré mi cabeza hacia atrás.

''Este silencio habla más que el ruido y cierro un pacto con la soledad. Ahora solo parto en este viaje, te mereces que te amen lo que yo no fui capaz''

Abrí los ojos cuando mi canción favorita terminaba, y lo que vi me encantó.

A unos metros de donde yo me encontraba, estaba un hombre hablando por celular. Era guapísimo. Era alto y podía ver con claridad el azul de sus ojos. Era perfecto y tenía que ser mio.

Lo observé unos minutos más y me dispuse a atarcar.

Me puse de pie. Tomé mi bolso y mi maleta y caminé hacia él. El hombre, que acababa de terminar su llamada, levantó la vista y me vio.

Estaba apunto de llegar hasta él, cuando escuché el grito de mi mejor amiga que unos segundos después estuvo entre nosotros.

Tina me entregó los vasos de café y se tiró a los brazos del hombre misterioso.

¿De qué me había perdido? Oh, espera. ¡Mierda! Era el hermano de Tina.

—Que rico verte —chilló Tina.

El hombre, del cual sabía que era el hermano de mi mejor amiga, pero del cual no conocía el nombre; Sonrió y apretó a mi amiga contra su pecho.

—Te extrañé, pequeña.

La escena frente a mi era muy conmovedora. Ya hasta me habían dado ganas de tirarme encima de ellos y abrazarlos también.

Pasaron largos segundos hasta que se separaron. Ambos tenían lagrimas en los ojos.

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