Capítulo II

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El teléfono había sonado para darle la peor noticia que había recibido jamás, sintió su cuerpo sin fuerzas, no estaba lista para enfrentar una noticia como esa... escuchó a su novio entrar al departamento, seguro su vigilancia había terminado, lamentaba no poder recibirlo con una sonrisa ¿pero, cómo podría? No en ese momento.

— ¿Qué diablos te pasa cara redonda?

Su tono la hizo sentir más miserable de lo que ya se sentía, estaba acostumbrada a su carácter, ella era la que sonreía por los dos, ella era la optimista de la relación. Sabía cuando comenzaron que no sería fácil estar con él, que era una persona difícil, que no todo sería una pasión desbordante cuando estuvieran juntos, sólo que en esa ocasión no tenía la fuerza para ser valiente y paciente.

Necesitaba quebrarse, necesitaba que la abrazará, necesitaba que por un momento la sostuviera él a ella porque estaba por derrumbarse, en realidad su corazón estaba en el suelo sin posibilidad de ser ella quien se sostuviera a sí misma.

¿Cómo le decía? No sabía cómo decirle sin que él soltara una maldición más. Sabía que no podría enojarse, o tal vez si, seguro sería una débil a sus ojos. Pero ella quería ser débil, quería llorar, quería gritar, quería maldecir justo como él. La situación ya la estaba sobrepasando y no podía enfrentarla, mucho menos a él y a su constante indiferencia y mal humor.

Ella le amaba, claro que le amaba, no engañaba a nadie diciendo que estaban juntos para ver a donde los llevaba esa relación.

— ¿Vas a hablar o no? Estoy agotado, no sé qué cachorro pateado te dio lastima esta vez para que tengas esa cara.

Esas palabras fueron como si pisoteara su corazón quebrado en el suelo, eso no era lo que necesitaba. Sus ojos sólo soltaron más lágrimas y más sollozos que no podía contener ¿Quién la culparía si supieran la razón de ello? Tal vez él, tal vez sólo dijera más maldiciones por su debilidad, o peor aún tal vez sólo fuese condescendiente por lástima.

Ella lo amaba estaba segura ¿pero él? Nunca se lo había dicho, y ella jamás había preguntado, sabía que de respuesta sólo tendría una burla o una grosería, los buenos momentos con él era en los que sus manos le decían que la deseaba, cuando la hacía suya con rudeza. Ella siempre intentó pensar que era su forma de decir que quería estar con ella, pero en ese momento de dolor y vacío se dio cuenta que el jamás había dicho nada, que siempre había sido ella quien lo había amado, quien había interpretado de la mejor manera sus actos.

—Debo irme Katsuki-kun... —él sólo levantó una ceja como esperando más respuesta que eso—.

— ¿De qué hablas Uraraka? —su apellido, ni siquiera la llamó por su nombre, casi un año de relación y él ante su comportamiento únicamente le hablaba con total sequedad—.

Se puso de pie y fue a la habitación para hacer una pequeña maleta con lo indispensable para irse, no tenía ganas ni ánimo para más, había tenido la sensatez de seguir conservando su pequeño departamento aun cuando se mudó con él, ganaba lo suficiente para poder pagarlo sin problemas, después de todo se había convertido en una buena heroína, era respetada y aclamada como varios de sus compañeros de generación, ahora su corazón estaba sufriendo más y por más de una razón, pero la llamada que había recibido no la dejaba pensar.

Él la observó desde la cocina tomando un poco de agua, no la había seguido, no había pedido una explicación, seguro pensaba que era sólo un berrinche más de los que muy escasamente solía hacerle, e ignorarla siempre había sido su respuesta. Cuando terminó de guardar sus cosas se acercó a la puerta y tomó el pomo pero antes de salir se giró hacia él y le realizó la sonrisa más difícil que había hecho en su existencia.

—Lo siento, creo que ya no puedo continuar sólo quería que supieras que esto... fue importante.

Salió.

Se fue de ahí.

Dejó lo que podía quedar de su corazón con el rubio. Pero que importaba. Ya no tenía nada de todas formas.

Cuando llegó a su departamento lloró, grito y maldijo todo lo que pudo, lo hizo hasta que se quedó sin voz, hasta que las lágrimas dejaron de salir porque sus ojos parecían haberse secado. Lloró con dolor la pérdida de las dos personas que eran su razón de vivir, que eran la fortaleza que siempre la llevaba hacia adelante, lloró la muerte de sus padres.

Los primeros días fueron un infierno, enfrentar la pérdida sola no había sido sencillo, después de todo por su trabajo y su relación con el rubio fue mucho lo que se distanció con el resto pues su tiempo libre era escaso.

Las personas con las que hablaba regularmente ya no estaban, al final su sueño se había parcialmente cumplido, logró ser una gran heroína, dedico parte de sus ganancias en darle a sus padres la vida que merecían. Jamás imaginó que un accidente aéreo se los quitaría.

Ella solía enviarlos a conocer lugares hermosos y les pedía disfrutar aunque ella no pudiese acompañarlos, era como si la vida hubiese vomitado en sus deseos. Uno de esos viajes había hecho que los perdiera para siempre.

Cuando lograba por momentos no sentirse miserable y culpable por su muerte, el rubio ceniza aparecía en sus pensamientos, apretándole el hueco que tenía en el corazón, ¿cómo podía amarlo cuando ya no tenía corazón? ¿Por qué espero estúpidamente que él la buscara? Sabía que el dolor de la pérdida de sus padres no se iría. Pero ellos en vida le habían dado las palabras que en esos momentos de dolor la estaba ayudando a no volverse loca, ellos le dirían que no era su culpa, que las cosas suceden, que debía seguir adelante...

Pero la vida que debía continuar también se había hecho pedazos, el rubio no estaba junto a ella, su vida parecía haber terminado el día de esa llamada. Con él había sido mejor parar, después de todo no la había buscado, con él también había sido el final. Se sentía miserable por sentir dolor de perderle a él también cuando sus padres seguramente debían ocupar toda su mente, cuando para cualquier otra persona no tendrían nivel de comparación, pero tristemente eso sólo hizo que se diera cuenta de cuanto amor sentía por él, porque perder a personas que no quisieron dejarle era atroz, pero perder a alguien que no le importaba recuperarla cuando tal vez podía hacerlo le desgarra el alma, ninguna de sus tres perdidas estaba siendo sencilla, las tres la estaban matando.

Lo peor de sentir que moriría era que lo estaba deseando...

No quería sentirse así, ese pensamiento tal vez decepcionaría a sus padres, pero esa asociación sólo lograba hacerla sentir peor, su vida y rutina siguió, sin mucho sentido en realidad, aunque no se esforzaba en buscar alguno realmente pues apenas si tenía fuerza para dar un paso frente a otro al despertar por las mañanas. Sus actos heroicos eran sólo por inercia, tanto entrenamiento la hacían hacer lo que debía sin tener que pensarlo demasiado.

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N/A: Gracias por leer. Veramy

Fragile Heart [Kacchako]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora