XI

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Lali observó las fotos que había en la repisa de la chimenea mientras Peter Lanzani y Agustín Espósito hablaban en voz baja en la estancia contigua

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Lali observó las fotos que había en la repisa de la chimenea mientras Peter Lanzani y Agustín Espósito hablaban en voz baja en la estancia contigua. La cara de las fotografías se parecía a la suya, aunque era levemente distinta. Un ramalazo de aprensión le recorrió el cuerpo mientras miraba una foto tras otra. Los Lanzani en lo que parecía una excursión campestre. Mariana Lanzani en una cama de hospital, acunando a un recién nacido. Una foto de boda de Peter y Mariana, recién casados, vestidos de punta en blanco y con una sonrisa de oreja a oreja.

Se le formó un nudo en el pecho y se sintió muy acalorada. Si ella era la de las fotos, no recordaba ni una sola de esas ocasiones. Sin embargo, la extraña sensación que tenía en el estómago le indicaba que eso tampoco quería decir que no lo fuera.

Se apresuró a apartar la mirada de las fotos, ya que no quería pensar en eso todavía, y examinó la estancia. Nada en esa casa le resultaba familiar. Ni los muebles ni los cuadros de las paredes, aunque le gustaba el trabajo que había hecho el decorador de Peter Lanzani. Sofás de cuero, cojines mullidos, sólidas mesas de madera y lámparas modernas que ella misma podría haber escogido de haber tenido la oportunidad.

Volvió a darle un vuelco el estómago al pensarlo y se volvió, momento en el que descubrió la mirada recelosa de Luz Lanzani clavada en ella. La niña no había pronunciado una sola palabra desde que Peter y Agustín se fueron a la otra habitación. Los nervios se apoderaron de Lali. Mirar fijamente a Peter Lanzani era una cosa. Hacer lo mismo con su hija, quien a todas luces la quería fuera de allí, era harina de otro costal.

No necesitaba pasar por esa situación. Ya tenía bastantes problemas en su vida: la mudanza a una nueva ciudad, conseguir que Tomás se acostumbrara a vivir sin Benjamín, intentar averiguar qué narices le había pasado... Y, en ese momento, tenía que añadir a todo eso un hombre que podría ser su marido y una hija que la miraba como si fuera el anticristo.

La cosa no podía empeorar, ¿verdad?

Agustín volvió al salón y la miró con una sonrisa alicaída. El alivio la recorrió por entero, como un buen sorbo de vino dulce. Mientras Luz salía de la

estancia sin mediar palabra, el sentimiento de culpa se apoderó de ella. No podía ser fácil para la niña ver a alguien que se parecía tanto a su madre. Lali no había tenido en cuenta los sentimientos de la niña cuando decidió pasarse por allí ese día. Estaba tan obsesionada con encontrar respuestas que solo había pensado en sí misma.

Agustín vio cómo la niña desaparecía antes de mirar a Lali. El dolor demudaba sus facciones. Y el sentimiento de culpa que Lali sentía se multiplicó por diez al mirarlo a la cara. Estaba siendo muchísimo más duro para ellos de lo que había imaginado.

Agustín soltó el aire.

—Creemos que... esto... que el parecido es tal que merece la pena hacer unas pruebas. El ADN demostrará su identidad, de una manera o de otra.

Espérame.《Laliter》✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora