El Sargento

6.3K 97 7
                                    

Recién había cumplido los 18 años, estaba a nada de salir de la preparatoria. Escuchaba en el salón a todos hablar de Él Servicio Militar. Algunos contaban las anécdotas de sus padres, tíos, hermanos y familiares, y eso sólo lograba darme un poco de temor. Por lo que escuchaba, los militares no eran las personas más amables. En más de uno escuché la palabra "maltrato" y eso no me dio muy buena espina. Sin embargo también me quedó claro que era un documento importante para realizar ciertos trámites. Entre ellos titularse, al menos es lo que dijeron. Y fue lo que más me movió.

El problema es que era el típico niño de sala, a quien la mayor parte de las cosas se las resolvían sus papás. Yo nunca había hecho nada por mi cuenta, sobre todo los trámites, así que cuando escuché a mis amigos organizarse para ir al cuartel a hacer los trámites me puse de acuerdo con ellos para acompañarlos. No quería ser el bicho raro que llegara solo, y sin saber qué hacer o a donde dirigirse.

Nos vimos donde quedamos, a la hora acordada, y nos dirigimos a donde debíamos presentarnos. Todos llevábamos una carpeta con documentos, y mi corazón latía de el nervio que me generaba ser la primera vez que hacía las cosas por mi propia cuenta. Para mi mala suerte este trámite solo podía haberlo personalmente.

Estuvimos formados en una larga fila de jóvenes de nuestra edad. A lo lejos podía mirar a los soldados realizando sus actividades: unos trotaban en grupos, otros hacían flexiones, y algunos otros parecían recibir instrucciones. El sargento inició una plática delante de todos nosotros, su voz era tan potente, que era imposible no prestar atención a su gruesa e intimidante forma de hablar. Nos comenzó a explicar de qué se trataba el servicio militar y por qué era importante hacerlo. Caminaba de lado a lado con esas botas negras de no menos de 29 pulgadas. Era un hombre musculoso, serio y de muy buen ver.

Estaba tan atentó a sus movimientos que casi no escuché todo lo que decía, miraba ese par de nalgas duras ir y venir , esas piernas que sobre llenaban la tela de los pantalones verde camuflaje. Ese corte de cabello tan peculiar entre los soldados, rapado casi al ras, con algo más de pelo en la copa. Sus ojos eran tan oscuros, que casi se unían al color de la pupila. —Se realizará un sorteo en el cual sacarán una bola color negro, o blanca. Si es negra librarán el servicio sin necesidad de presentarte a la unidad militar, pero si les toca bola blanca, tendrán que presentarse todos los sábados durante un año. Y me aseguraré de que la pasen muy bien—Dijo el sargento; quien al final de la frase, agregó tanto sarcasmo, que casi me puse a orar por qué no me tocara la bola de color blanco.

El chico que esta detrás de mi me miró tan asustado como seguramente yo lo estaba. Trago saliva y dijo con voz tenue—Si me sale bola blanca, vendré a hablar con él sargento para presentarle una nota médica, por qué padezco de asma. No puedo hacer actividades físicas, o bruscas.
No supe que responderle. Yo solamente quería que me tocara bola negra, eso me libraría de tener que venir los sábados y enfrentar el servicio militar. A pesar que mis ojos habían visto a más de un soldado antojable, yo solo quería salir huyendo de ahí.

Al igual que en la inscripción al sorteo fui con mis amigos. En medio del foro había un par de niños que sacaban bola tras bola, y un soldado que en micrófono iba dos y ando nombre tras nombre en orden alfabético. Vaya suerte lo que sus apellidos comenzaban con A, mi apellido era Rodriguez, así que la espera fue más que larga. Hubo un momento en que estaba tan entumido y aburrido, que dejé de escuchar. Luego la duda de haber pasado te abruma y te obliga a hacerlo con más atención. Para mi mala suerte me salió bola blanca, es decir, tendría que presentarme durante todo un año a liberar el servicio. Al final del sorteo el sargento dijo que quien tuviera una objeción o algún inconveniente pasaran a hablar con él. Pensé en inventarme una excusa, aunque no sabía qué, entonces pensé en fingir padecer de asma, como el chico de la fila.

EL SARGENTO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora