El corazón en la caja.

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Cuando te enamoras, existe la idea de que entregas tu corazón. Ella se lo dio, no era brillante y estaba un poco maltratado, pero era todo lo que le podía entregar, él la miró y le mostró que el suyo lo llevaba dentro de una caja transparente, era pequeño y opaco, lo vio con ternura, quería llenarlo de brillo, él no lo sacó de ahí, ni tuvo la intención de hacerlo, ella no dijo nada, sonrío, segura que algún día podría convencerlo.

El tiempo pasó, como el pasar de las hojas de un libro con una interesante historia, ella siempre se acercaba a la caja, a veces lograba abrir la tapa, pero él siempre volvía a cerrarla antes de que ella pudiera hacer cualquier cosa. Ella seguía sonriendo, un paso a la vez. Un día lo fue a visitar a casa, en su habitación vio una pila de papeles olvidados y sobre la pila vio algo que la hirió, el corazón que ella le regaló estaba empolvado sobre ellos, él no lo había cuidado, quizá estaba agrietado y sin brillo, pero era lo único que tenía, herida le reclamó y él se disculpó, ella creyó en sus palabras, vio la caja y le pidió lo guardara junto al suyo, entregándolo de nuevo, él le dijo que así lo haría.

Las cosas seguían su curso y se dieron cuenta que otro corazón comenzaba a palpitar en su vientre, el corazón de él comenzó a brillar y a hincharse, pero ella tenía mucho miedo, al verlo, le pidió le diera de ese brillo a su corazón, él lo juró, lo juró solemne. El día del alumbramiento, él bebé lloraba inconsolable, mamá estaba muy cansada por traerlo al mundo, así que papá cargó a la pequeña infante en brazos tratando de calmarla, no fue hasta que la bebé vio lo que la caja de cristal contenía que paró de llorar, su padre entonces abrió la caja y sacó su brillante contenido, lo contoneo frente a su bebé como un muñeco, llamaba la atención de su hija, lo miraba con asombro.

La niña creció y su corazón con ella, era de la mitad de su tamaño, rojo brillante y acolchonado como un muñeco de peluche, la pequeña así lo llevaba entre los brazos, siempre mostrándolo a quien la acompañara, jugando con él con gran alegría, el corazón de papi solo era sacado para jugar con ella y aunque ahora tenía un color más rojizo, volvió a ser pequeño. Mamá estaba cansada, pero feliz de que la pequeña tuviera la suerte que ella no tuvo, pero se dio cuenta de algo, él solo tenía su corazón en la caja, el que ella le regaló no estaba.

Ella fue a buscar su corazón a escondidas, temblaba de solo pensar que lo encontraría de nuevo en aquel lugar, y así fue, lo halló de nuevo entre la pila de papeles olvidados, se sintió devastada, el corazón estaba aplastado entre el peso de todas las hojas, cuando lo trató de sacar, haló con tanta fuerza para desatorarlo, que cayó al suelo soltándolo, su corazón se había roto en mil pedazos, derramó un mar de lágrimas frente a él, tomó las piezas y sin decir nada esta vez, las guardó para ella.

Mientras ella intentaba reparar su corazón, su hija quería jugar, mamá no sabía cómo podría, así que le regaló un pedazo a la pequeña para que fuera a jugar con él, sabía que la niña amaba los corazones, lo aceptó, lo puso dentro del suyo como relleno para un juguete, sacó a su vez un pedazo considerablemente grande de su mullido corazón y se lo dio a mamá, ella estaba conmovida, sonrío decidida a encontrar un pegamento para unir las piezas rotas junto al obsequio de la niña, buscó por mucho tiempo y en muchos lugares, hasta que un amigo le dio un pegamento especial, este hizo el milagro.

Ella había arreglado su corazón, jugaba junto a su hija cuando papá se dio cuenta, ella le dijo que lo había recuperado y como a él no le era importante, jamás se lo volvería a dar, pues le había costado mucho repararlo y no quería perderlo de nuevo, este corazón le servía para divertirse junto a su hija, ahora era brillante y parecía como nuevo, él se sintió mal, vio su caja y dentro estaba su corazón.

El corazón de él se ennegreció marchitándose, se sentó en el piso en medio de la oscuridad, triste porqué había perdido ese obsequio tan especial, solo por no guardarlo junto al suyo en la caja que había construido hacía mucho tiempo, cuando lo molestaban en la escuela, cuando pedía ayuda y lo ignoraban, cuando en casa pidió apoyo para repararlo y lo dejaron sobre una pila de papeles olvidados, diciendo que lo harían y no fue así. La caja que hizo cumplió su función de protección, su corazón había estado seguro, pero nadie podía llegar a él, aun así, ella había podido verlo, no se horrorizaba con su forma, ni sentía lástima, ella fue paciente y confió en él, pero él nunca lo compartió y ahora era tarde. Escuchó unos pasitos junto a él y un hermoso brillo lo iluminó, la pequeña estaba ahí, al ver el corazón de papá tan mal, abrió la caja sin que pudiera hacer nada, sacó el corazón y se sentó en el piso frente a él, de su enorme y mullido corazón tomó unos pedacitos y comenzó a rellenar el de papi, lo llenó para que luciera como los corazones deben lucir y cuando terminó lo entregó con una enorme sonrisa, los ojos de él se humedecieron, no pudo contener su llanto cuando lo tomó entre sus manos y la abrazó a ella también, mamá solo miraba sonriendo que así fuera, papá le dio un pedazo a su hija en agradecimiento, uno oscuro que se llenó de luz cuando la niña lo guardó, llamó a mamá con ellos, pero ella movió la cabeza diciendo que no, se acercó a su hija dándole un tierno beso en la frente, él estaba triste de que ella se alejara.

Un día mientras jugaban con la niña, ella le dio un pedazo muy pequeño de su corazón a él, pero el resto lo volvió a guardar y solo se sentó junto a su hija, aunque él ya no guardó su corazón en esa caja, no se desharía de ese objeto, ella lo sabía y es por eso que nunca más lo compartiría con él, no podía arriesgarse a no poder jugar más con su hija.

Los corazones están para que se los muestres a los demás, para que se quiebren y oscurezcan, se iluminen y los repares, no los des por completo, pero nunca le niegues a alguien un pedacito de él y aun rotos, los pedazos tienen valor, si los dejas en la caja, no sabes de lo que te estás perdiendo.

Los corazones están para que se los muestres a los demás, para que se quiebren y oscurezcan, se iluminen y los repares, no los des por completo, pero nunca le niegues a alguien un pedacito de él y aun rotos, los pedazos tienen valor, si los dejas ...

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