La boda

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La iglesia se imponía majestuosa sobre la plaza. Una boda se festejaba entre sus paredes coloniales. Fiesta y algarabía alrededor. Dos almas por la eternidad se iban a unir. Festejaba la vieja Maritza vendiendo comida fuera de la capilla. El tabernero Daniel invitaba a todo el pueblo a visitar su bar una y otra vez. Todo era cantos, todo era vida.

En medio del escándalo alguien sobresalía, un hombre con una sonrisa en el rostro. ¿Acaso era el novio? Su alma vestía traje elegante, arreglado para la ocasión se hallaba aquel amante. Nervioso esperaba expectante que la ceremonia comienzo diera. Aquel maravilloso día por fin había llegado. ¿Quién no podría estar emocionado?

La mañana transcurría despacio. Las campanadas al compás de los gritos de felicidad marcaban la marcha del amor. Dos corazones atraídos por el destino. El cielo azul resplandecía de belleza, siendo superado, tan solo, por un ente más allá de cualquier comprensión, la novia.

La novia de blanco vestido iba, caminando austera ante la atenta mirada de las vecinas que chismosas y envidiosas irónicamente estaban felices, ¡LA NIÑA SE LES CASABA! Toda mirada desbordaba mientras pasaba. El borracho Andrés a viva voz empezó a gritar, ¡AHÍ VA LA NOVIA! Con fuerza desmedida continuaba ¡AHÍ VA LA MÁS HERMOSA DE LAS DAMAS!

El hombre que antes resaltaba mantenía firme su sonrisa, queriendo que ese día nunca termine, de gala vestía su alma, pero algo ocultaba. ¿El qué? Nadie lo sabe, por más que resaltaba ninguna persona se preocupaba, pues era el día de la Boda. Poco a poquito la novia se acercaba armando revuelo alrededor. Nunca alguien había visto mujer más linda y él, aquel hombre, lo sabía.

Enfrente de la iglesia la novia una pausa hizo, su amado la esperaba ya en el altar, sus corazones empezaron a palpitar, a cada segundo, con mayor velocidad. Los invitados se levantaron ante la presencia de la majestuosa dama. Violines, trompetas y el piano sonaban. La espera había terminado, por fin aquellas almas se iban a casar. Al son instrumental la novia emprendió su camino hacia una vida colmada de amor y alegría.

Todo era felicidad, todo era festejos, absolutamente ¿todo? No, algo andaba mal. Mientras la novia, con paso pausado, caminaba hacia el altar, un corazón se comenzaba a agrietar, trozos caían con el andar. Él, a lo lejos la veía, el amor de su vida se iba a casar. Aquel hombre que no dejaba de resaltar, sonreía sí, pero sonreía con amargura. Su amada se encaminaba para un futuro esplendoroso en los brazos de otro.

Vestido de gala su alma lucía –Estoy aquí, como te lo prometí un día- decía. Sus ojos de lágrimas se llenaron, sentía que su vida estaba terminando. Al llegar al altar y levantar su velo ella feliz parecía. –Aunque no... no... sea...- tartamudeaba en su interior. Entre pensamientos se dio cuenta que el padre preguntó -¿Alguien se opone a tan bella unión?- Aquel terrible desdichado la mirada bajó. –Yo me opongo- susurró, pero ni siquiera el mismo se oyó.

Con un acepto y un beso aquella ceremonia terminó. Todo alegría se volvió. Todo el pueblo festejó. Todos, excepto aquel que vio cómo su amor a otro se entregó. Aquel hombre que ya no resaltaba, la salida de los novios no miró. Con media vuelta su camino emprendió, su sonrisa mantenía, pero ya no era una sonrisa de plena felicidad, de hecho, era una sonrisa de amargura sin igual. Lagrimas rodaron por su mejilla. Con paso pausado, él, se despedía del amor de su vida.

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⏰ Última actualización: Feb 26, 2021 ⏰

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