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CRYSTAL
Desde que tengo uso de razón, aprendí que las Brissac no seremos aptas para encajar con el resto del mundo. Nuestro linaje representa a la peor de las tormentas, el huracán más catastrófico, y a nadie le agrada la lluvia que arremete contra todo lo que conoce. Nadie alaba al relámpago, por más es que este sea gentil con su resplandor.
Peor aún, los truenos desprecian al océano y al cielo. En la divina palabra se afirma que la diosa Anila, dueña de los torrentes, estuvo mil años en guerra contra Calypso, la deidad del mar que rodea al plano terrenal. Ambas no descansaron hasta que la otra estuvo al borde de la muerte y, aun agonizantes, buscaron el final de la otra para establecer su dominio sobre las aguas de Aeonian.
Y, cuando la inmortalidad de sus astros perdió el fulgor, sus espíritus descendieron sobre los linajes de mortales que estaban dispuestos a cumplir su voluntad. De la tormenta surgieron las Brissac y de la tempestad emergieron los Linder y los Lesath.
La enemistad entre las tres familias se remonta a tiempos de antaño, cuando Aquarius seguía coronándose como el imperio más poderoso del Norte y los Lesath todavía no ejercían su dominio sobre la región de Alshain. Hay diferentes versiones de cómo es que el conflicto comenzó, pero nadie sabe con certeza cuál es la verdad; muchos lo atribuyen a una traición y otros mencionan a una poderosa envidia que consumió a las tres Casas por igual.
Mi preferida es la que habla de una maldición que surgió gracias a un Inmortal porque, sin importar de dónde haya surgido el odio, es bien conocido que la hostilidad empeoró luego de que una de mis antepasadas hubiese rechazado la propuesta de un matrimonio polígamo que habría salvado a las Brissac de su declive. Se cuenta que dicha condena provino de una de las constelaciones más antiguas del cielo y maldijo a mi décima tatarabuela para que jamás lograra encontrar al amor verdadero.
Y, como había provocado hasta al cansancio a aquel Inmortal, a él no le bastó con sólo sentenciarla a ella. Como castigo, el Inmortal también escarmentó sobre su descendencia y le dijo que sus hijas, y las hijas de sus hijas, tampoco encontrarían nunca al hombre correcto para entregarle su corazón. Alegó que siempre sufriríamos a manos del amor que nunca sería correspondido y viviríamos en penurias hasta que encontráramos al último de nuestros atardeceres.
Por supuesto que se trata de una tragedia repleta de misticismo y no me gustaría pensar que jamás querré a la persona correcta, pero es bastante intrigante considerando que nadie se atreve a mencionar, tan siquiera, el nombre de la antepasada que nos condenó a la ruina.
Dentro de Aquarius, ninguna boca dice en voz alta el nombre de Rubelia Brissac y no existe ninguna mente que quisiera indagar sobre ella. A excepción de la mía porque, en los archivos de la historia real de mi dinastía, el capítulo de su biografía fue censurado al punto en que sólo se menciona la fecha en que fue asesinada y nada más. Con dificultad logré averiguar que Ruby provocó una catástrofe en el continente Austral que por poco y logró sucumbir a la familia del Norte.