Bajo efecto

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DISCLAIMER: Los personajes y lugares le pertenecen a Akira Toriyama.

[...]

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Sus labios se abrieron como por arte de magia. Pese a la poca luz en aquel rincón desordenado que llamaba habitación, podía contemplar a su antojo la figura femenina que se desnudaba en la penumbra.

—Gine...

Era lo único que lograba articular. Juraba sentir cada parte de su cuerpo paralizada; a excepción de su cola, que se agitaba a voluntad. Una sutil sonrisa rompió todo silencio, mientras la silueta parecía moverse en dirección a él. Bardock tragó saliva, conteniendo un jadeo ansioso por escapar de su boca.

Parpadeó cuantas veces pudo, sin dar crédito al inusual desinhibir de su compañera de escuadrón: Gine. La tonta, la debilucha. La causante del inevitable despertar bajo su armadura.

—¿Qué es lo que...? —intentó retroceder.

—¿Voy a hacer? —terminó su frase, en un ronroneo sensual.

El capitán apenas percibió el despojo de sus vestiduras superiores, hasta sentir los dedos de Gine subir por cada hendidura de sus trabajados pectorales. Un suspiro extraño abandonó su garganta, en respuesta al disfrute que se negaba a admitir. El aroma proveniente de los cabellos de la fémina lo embriagaban como nunca. El saiyajin sacudió su cabeza ligeramente: ¡debía tratarse de un sueño!

—No es un sueño, si es lo que piensas —le dijo, y Bardock alzó las cejas, sorprendido: ¿había leído su mente?

—No entiendo nada.

—Nunca lo haces.

—Oye... —frunció el ceño, molesto por su comentario.

—Hablas demasiado —Gine puso un dedo en su boca—. No eres así: te gusta el silencio. Quiero que lo conserves...

La sensación de sus delicadas manos sobre su abdomen lo obligó a entrecerrar sus ojos. ¿Qué clase de hechizo estaba obrando en él?

—Es que —aparentó severidad— no deberías estar aquí.

—Tú me llamaste.

—Me equivoqué —volvió a mirarla.

Los rutilantes ojos negros de Gine perdieron su brillo por un instante, en tanto Bardock notaba la decepción que su mirada destilaba. Un raro vacío en su estómago lo aturdió.

—Ya veo —masculló, avergonzada—. ¿Quieres que me vaya?

Las palabras más esperadas y temidas se perdieron en la sofocante habitación. Los segundos corrían demasiado lento. Bardock forzó su adusta expresión, sin éxito. Su mirada viajaba descaradamente por la blanca piel de la saiyajin, retrasando la réplica que ella esperaba.

Y mientras su mente se esforzaba en armar una frase coherente, su tosca mano cogió la de la muchacha y siguió un recorrido por su brazo, hasta tomar su mejilla. La otra mano ya se había perdido por su cintura y la acercó hacia sí, en señal de su más deseado proceder. Escueto como siempre, Bardock hundió su boca en los rebosantes labios de Gine.

¿Cómo pudo negarse a tanto? Halló la respuesta en sus febriles caricias. Gine suspiraba, cada vez más próxima a su amante; y las manos del desesperado guerrero se posaron en sus anchas caderas, arrancándole un gemido que desató la cadena de su reprimir.

En un instante, sintió las palmas de Gine empujar su pecho; como el más débil de los soldados, se dejó caer en su cama, teniendo una vista provocativa de aquella mujer.

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