DANGER
—Mamá! Recuerda empacar todos mis libros! — grité para que pudiera escucharme.
Me encontraba en mi cuarto, en el segundo piso de la que, en unas horas, dejaría de ser mi casa, mientras mi madre Ellen, en la sala, terminaba de empacar las últimas cajas de la mudanza siendo ayudada por mi padre, Eduardo.
—Si querido ya lo he hecho. — me respondió ella.
Luego de escuchar su respuesta camine acercándome a la ventana. Desde ahí podía observar los amplios campos verdes, los árboles en los que tantas veces trepé, el pequeño lago que había cerca de la casa donde todas las tardes nadaba, los columpios que mi padre construyó para que jugara cuando era niño, tantos recuerdos dejaba atrás en ese lugar.
Mi hermana Liz llevaba sus maletas hacia el auto. Ella, que era dos años mayor que yo, mostraba mucho más interés por irse a vivir a la ciudad, incluso se había dedicado a hacer amigos por medio de Facebook que vivieran cerca de nuestro nuevo apartamento, ~para así ir conociendo gente con quien salir~ decía ella, eso era lo suyo, por su cabeza no pasaba nada más que fiestas hasta las tantas y borracheras que siempre paraban en el hospital, por lo visto a mí era al único que no le agradaba la idea de irse de aquí.
Desde que mi padre se empeñó en mudarse a la ciudad en busca de una vida mejor no pude quitarle la idea de la cabeza, claro yo era el único que no quería, mi madre también estaba en contra mía, la idea le pareció genial porque de ese modo yo estaría mas cerca de la universidad.
Cuando mi hermana dejó los estudios, mi madre se empeñó en que yo me mantenga en ellos, y se pasa todo el día forzándome a estudiar, aunque no se porque lo hace, por mi solo muestro interés en los estudios sin necesidad de que me obliguen a ello, mis notas siempre han sido altas.
Me senté en la cama y mis ojos se llenaron de lágrimas, en verdad iba a extrañar ese lugar, aquí dejaba a la mayoría de mis amigos y conocidos, tantas cosas vividas aquí y yo en unas horas me iría a un lugar totalmente nuevo.
Me dispuse a salir de mi habitación, bajé las escaleras recorriendo con la vista cada rincón de la casa ya desprovista de nuestras pertenencias, me sentí raro al no ver nuestras fotos colgadas en la pared, cuando llegue a la sala mi madre me abrazó y me dio un beso en la mejilla, le sonreí y ella al igual que yo me dedicó una sonrisa y me dijo:
—Estás tan hermoso, te pareces mucho a tu padre cuando era joven.
Eso de hermoso en mi opinión estaba un poco exagerado por parte de mi madre, la verdad si, soy alto mido al rededor de 1.78 cm, mis ojos son color café oscuro, soy delgado, mi piel es blanca y mi pelo es de un negro tan oscuro como el carbón, y siempre lo llevo corto, nunca me ha gustado tener mi pelo largo, pero no es nada del otro mundo.
—Espero que en la ciudad te eches novia y la traigas a la casa a cenar algún día, ya va siendo hora de que lo hagas, tienes 17 años y aún no hemos conocido a ninguna. — agregó mi padre que nos observaba con una caja enorme en sus brazos.
La razón por la que nunca he tenido novia es que me gustan los chicos, me costo mucho trabajo admitirlo y al principio todo era muy confuso para mi, el miedo a que mis padres lo supieran era inmenso, aún estoy en el closet, solo mi hermana lo sabe, se lo dije un día que estaba desesperado y necesitaba contárselo a alguien.
Con mis padres ha sido más difícil, mi madre sé que se lo tomará bien y me aceptará, pero mi padre es muy machista y es un hombre de campo sin estudios que no está adaptado a este tipo de cosas, aunque no creo que me vaya a rechazar si se lo cuento.
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Bajo las estrellas.
Teen FictionA veces nos impresiona lo complicadas que pueden llegar a ser las cosas una vez que te enamoras. Como la vida puede dar giros inesperados, como un carrusel, una montaña rusa llena de subidas y bajadas, a veces hasta de cabeza, todo un parque de di...