Capítulo 1
Catarsis
Frío. Silencio. Aceleración. Su cuerpo temblaba como si le hubiesen herido, como si la Ma' Terra hubiese hecho mella en ella los últimos segundos donde su consciencia se encontraba despierta. Ahora yacía en el suelo; sucia, despeinada y sin un solo ropaje que ocultase su desnudez. Recobraba la razón de vez en cuando, pero el dolor no la dejaba reaccionar. Dolía tanto su cuerpo, su alma, su espíritu. Todo le dolía y no entendía por qué.
El sol no terminaba de salir en una noche que parecía eterna, mientras el frío calaba en sus huesos. Los animales se manifestaban como una advertencia muda del destino, que en el fondo e inexplicablemente, se sentía merecedora. Cuando abrió sus ojos, la oscuridad que la embargó fue el desenlace de recuerdos que llegaban como flashes a su cabeza. Se retorció en el suelo:
–No me dejes... Sálvate... ¡Eres tan débil!... Eres portadora... Oculta la Llave... La Llave... La Llave... La Llave... ¡Corre!...
Gritó. Las voces en su cabeza no callaban, por más que intentase detenerlas. Los colores, los rostros, los olores. Todo volvía en una ola de caos que, por un momento, se sintió eterna. Intentó incorporarse, pero aquel tormento no cesaba. Cayó nuevamente al suelo. Un poco alejado, estaba el cielo lleno de estrellas. Estaba en una caverna. Los oídos le zumbaban, mientras sus recuerdos fueron dispersándose poco a poco. Se incorporó, caminando hacia la salida del laberinto oscuro donde se encontraba.
Sus pies estaban mutilados, pero no recordaba porqué. Sus manos y uñas estaban ennegrecidas por la tierra, y no sabía cómo habían llegado a ese estado. Las rodillas tenían raspones sin explicación. Mientras que el resto de su cuerpo estaba enlodado. Excepto sus muñecas, palmas y tobillos que tenían cortes llenos de sangre seca. Cualquiera que hubiese visto aquellas heridas, se preguntase qué había pasado con esa chica y por qué no había muerto. Por qué Rualh no la había lanzado a los canales donde van todas las almas. Debía morir, así sentía que tenía que ser. Pero, ¿por qué seguía viva?
—Estoy en el Limbo —pensó.
Al encontrarse fuera de la caverna, el aire sopló a su alrededor, haciendo que su piel se erizara. Se encontró frente a una espesa capa de árboles enraizados entre sí, acompañados de los animales que se manifestaban en la noche, y la caída de agua que apenas se percibía entre tanto movimiento. Necesitaba lavarse, cubrirse y sentir que todo podría estar bien, porque en el fondo sentía que el escenario críptico a su alrededor parecía la punta del iceberg de los problemas que se avecinaban.
Sumergida entre los árboles, siguió el sonido del agua. Sentía su garganta seca, como si hubiese estado meses adormecida en aquella cueva. Sus pies exigían un descanso; los cortes en las plantas escocían por cada paso dado, pero en ese punto poco le importaba. Lo único que su mente nublaba era la necesidad de sobrevivir y nada más. Siguió, acercándose cada vez más al objetivo que tanto anhelaba. Escuchando la caída del río cada vez más cerca.
Al llegar se encontró con que la cascada era, en efecto, como el paraíso. Entró al agua, quitándose la tierra y los restos de la sangre cuando lo sintió. Las yemas de sus dedos empezaron a cosquillear, calentándose. Había una criatura cerca. Aceleró sus movimientos, haciendo que su piel escociese. Cuando se preparó para volver a la superficie, sintió el primer tirón en su pie. Comenzó a gritar, nadando en contra de aquella cosa que se encontraba empeñada en ahogarla. Intentó tomar las piedras de la orilla, aferrándose a ellas para sobrevivir, pero era imposible. Lloraba amargamente, pensando en lo irónico de haber estado en una cueva, y con la esperanza de obtener salvación, moriría en manos de un animal. Cada vez se sentía más derrotada, pero no supo que lo estaba hasta que se hundió en la negrura a su alrededor.
Pateaba debajo del agua, intentando subir para respirar. No deseaba morir de esa manera. Sus dedos seguían calentándose, mientras el resto de su cuerpo escocía. Su vista se nublaba por la falta de oxígeno. Perdía el conocimiento gradualmente. Cuando había dado por perdidas sus esperanzas, algo extraño ocurrió. Tocó al animal en un último intento de fugarse, pero al sentir sus dedos rozar contra la escamosa piel, la cosa que le privaba de aire se fue. Huyó.
Con el poco impulso que le quedaba, nadó hasta la superficie del río. El aire entró con fuerza en sus pulmones, haciendo que tosiese y viese el mundo a su alrededor como un espiral. La muerte le acarició la espalda, susurrando palabras de calma en su oído. Pero no había sido capaz de llevársela otra vez. Avanzó hasta la orilla y al llegar, caminó deambulante sobre las piedras. Aspiró aire, luego sintió como las fuerzas le abandonaban en un suspiro que advertía a la inconsciencia.
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LUXOR
General FictionEn un mundo donde lo conocido tiende a volverse desconocido con frecuencia, lo que menos consideramos es que las cosas sean normales. ¿Cómo lo serían? Las fuerzas alrededor de este magnánimo universo siempre se encuentran en una batalla interminable...