Prólogo.

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Las alarmas saltaron apenas el cristal fue roto, las luces rojas colorearon con rapidez los pasillos y cada una de las habitaciones. Los mecanismos de seguridad predeterminados del laboratorio fueron activados y las pesadas puertas de metal empezaron a cerrarse, lentamente, acompañadas de un chirrido que denotaba su poco uso.

Los culpables de detonar la seguridad corrían asegurando aquello que habían robado, no se les permitiría regresar a su base sin él. Sus comunicadores también pitaban en busca de ser respondidos, pero la agitación de ser perseguidos por múltiples guardias les hacía imposible responder al llamado de sus superiores.

—¿¡Ya saben que vamos para allá?! —cuestionó en voz bastante alta uno de los hombres corpulentos que formaban parte del motín.

—¡Sí, se los hice saber apenas sonó la alarma!

Esquivaban con envidiable maestría los disparos que les propiciaban en un intento por detenerlos. Eran ladrones después de todo, estaban acostumbrados, y entrenados, para esquivar las balas y escapar; eran el equipo más escurridizo que había en sus cuarteles.

Lograron salir del complejo tras pegar un explosivo en una pared que fue detonado una vez ellos estaban a salvo de los escombros y que, también, sirvió para detener de manera temporal el avance de sus perseguidores.

—¡Atrapenlos! —gritó enfurecido uno de los científicos a cargo del experimento que robaban.

La banda de ladrones ya corrían por el prado en espera de la nave que habría de recogerlos. El cielo se oscureció por unos segundos, justo cuando la gigantesca nave que esperaban apareció y una escalera bajó de ella.

No perdieron ni un segundo en tomarla para subir y alejarse del, ahora parcialmente destruido, laboratorio.

[ . . . ]

Sus orígenes siempre le habían parecido confusos y extraños. Recordaba haber sido encendido por primera vez en el mismo complejo en el que había habitado toda su existencia, mas sin embargo parecía haber algo que le confundía, algo que le decía que él no pertenecía a ese lugar.

Durante años trabajó duro para ganarse un lugar entre todos aquellos mercenarios a sueldo. Dió todo de sí, arriesgándose a tomar trabajos que nadie más tomaba, teniendo que huir hasta que las piernas dejaran de responderle, aguantando el dolor de las heridas que recibía, soportando constantemente el que sus méritos fuesen hechos menos por sus compañeros. En más de una ocasión había terminado con un hueso roto y el cuerpo molido al igual que su espíritu.

Su inexperto corazón no soportaba las duras tareas que le eran asignadas por sus superiores. Aunque cumplía con ellas y en alguna ocasión recibía una felicitación, acostumbraba llorar en el pequeño espacio que tenía llamado "Habitación".

Y, ahí en esa soledad, cuando sentía que ya no podía dar más de sí mismo, aparecía él. Él lo reconfortaba, le subía los ánimos y le hacía sentir que todo lo podía hacer, hasta tomar el mismo universo en la palma de su mano.

Andrew, un chico de cabellera café y preciosos ojos azules, que aunque un par de años mayor que él, era la manera que tenía de sobrellevar los terribles actos que cometía. Ese chico de pecas y lentes había sido el mismo que le había impulsado a ser mejor en lo que hacía y ganar el reconocimiento de El Creador, que hasta ese momento ni siquiera reparaba en su existencia.

Andrew le había enseñado muchas de las cosas que sabía, cómo utilizar un arma, a llevar a cabo un asesinato de manera precisa, robar en cualquier lugar. Gracias a las instrucciones del castaño y a la envidiable agilidad que el conejo poseía, no tardaron mucho en convertirse en el centro de atención de su pequeño escuadrón.

Todos aquellos asesinatos, tantos rostros temerosos de su final y que clamaban compasión a esos ojos cafés… Ya no eran los mismos ojos piadosos que tenía cuando apenas había sido encendido. No había más brillo en ellos ni una pizca de humanidad. Había cubierto sus débiles sentimientos con una gruesa capa de crueldad y cinismo.

El único con el que podía mantener una cara tranquila y cariñosa era con aquel castaño, y no le importaba, le gustaba pasar su tiempo libre con él, escuchar la sin fin de ideas que este tenía.

Si de algo estaba seguro después de pasar su vida entera junto a él era de que los unía un lazo muy fuerte. No podía describir si era una hermandad o alguna clase de relación más íntima, sin embargo estaba seguro que nada lograría hacer que se separaran.

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¡Hola, hola!

Ha pasado bastante tiempo desde que escribí aquí por última vez... Esto de reescribir esta historia me ha dado mucha nostalgia y me la he releído se principio a fin, denotando errores gramaticales, de redacción, etc.

¡Pero todo eso será arreglado!

No se preocupen. Será reescrita desde 0 pero conservando la escencia de la primera. Aún guardaré la primera versión en mis borradores, le tengo mucho afecto.

Está es una de mis más grandes historias y me da mucha alegría ver qué a muchos les gusta.

Espero está segunda versión les enamore más que la primera, porque enserio me estoy esforzando en escribirla.

En cuanto a capítulos, ¿quieren que sean largos o cortos?

Se vienen muchas cosas importantes para este fic, espero puedan seguirlo de principio a fin.

Les agradezco mucho a los lectores que siguieron esto desde que empezó y a aquellos que se fueron sumando. En esta historia va un pedacito de mí que quiero compartir con ustedes.

¡No olviden dejarme su opinión en los comentarios y votar! Me ayuda muchísimo a seguir escribiendo.

Sin más por el momento, me retiro a seguir escribiendo y desarrollando esta hermosa historia de amor.

Les quiere gud_laif21416.

El Camino AMarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora