El fantasma de Mary Ann

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¬ ¿Recuerdas lo que pasó? – preguntó Christine.

¬ No voy a olvidar esa noche... Sucedió hace unos meses, después de que te rescaté del hospital. – dijo Erik melancólico.

¬ Dime, por favor.

Erik miró una vez mas a la ventana de la sala de estar, viendo cómo se movía misteriosamente la cortina blanca transparente, todas las ventanas estaban cerradas para que no entrara la nieve y la fría brisa de invierno. Al ver este inusual movimiento de la cortina, Erik suspiró profundamente, reprimiendo las lágrimas que habían empezado a brotar de sus ojos, tratando de encontrar el valor y las palabras para poder contar lo sucedido. Inmediatamente, dirigió su mirada hacia Christine, que lo miraba con preocupación, ella no tenía idea de porqué el estaba tan asustado y ansioso estos últimos meses, solo pudo sospechar que algo le ocultaba, algo que era mejor que no supiera, pero él mismo no aguantó estar mintiéndole todos los días a su amada, tenía que contarle... nunca había encontrado el momento indicado, hasta ahora.

¬ Bien. Verás...

"Después de que dejaste el salón de música al terminar de practicar conmigo, me quede arreglando algunas partituras, dándole los últimos detalles a la nueva sinfonía. Al terminar, me levanté del escritorio para ir a dormir, pero una brisa repentina apagó las únicas velas que seguían prendidas en la habitación. Esta se quedó en un silencio sepulcral donde abundaba una oscuridad que era disipada por la luz de luna llena que entraba por las ventanas cerradas. La temperatura de la habitación empezó a bajar, como si alguien hubiera abierto las ventanas, pero era imposible... Estaba solo. Miré a mi alrededor, buscando que fue lo que había causado aquel cambio de temperatura tan drástico y violento.

Detrás de la cortina blanca transparente de una de las ventanas, vi aparecer a una mujer, volteada, mirando hacia la densa oscuridad de la noche a través de la ventana. Tenía el cabello rizado como tú, colgando por su espalda. Usaba una bata blanca parecida a la tuya... No sabía si eras tú, o si era solo un truco o ilusión de mi mente causado por el extremo cansancio.

¬ ¿Christine? – pregunté. A ver obtenía alguna respuesta.

La mujer volteó su cabeza y me miró de reojo lentamente, regresando su atención a la ventana una vez más. Empecé a verla de nuevo de cabeza a pies, notando el ligero parecido a ti, en ciertos rasgos... hasta que noté que esta mujer no tenía pies, estaba flotando.

¬ Parece que me has olvidado, Erik. – dijo ella.

Había olvidado esa dulce voz, melodiosa como la de un ruiseñor. Puede decirse que no había oído esa voz en muchos años. Me dio escalofríos al pensar cómo me había encontrado, ¿qué la traía a Francia...? o aún peor, ¿cómo y porqué estaba muerta?

¬ Mary Ann... – dije con voz entrecortada.

Todos mis recuerdos con ella empezaron a regresar a mi mente... fue una amiga mía, una muy buena amiga y estudiante. Con el tiempo nos fuimos haciendo mas que amigos y hubo una relación más allá de lo que había entre alumna y maestro. Fuimos una clase de pareja por un corto tiempo... hasta que hui.

¬ Finalmente te dignas a pronunciar mi nombre después de tantos años. – dijo esta mujer con indiferencia, dirigiéndose hacía el piano blanco que estaba al fondo de salón. – Parece que... tu nuevo, Ángel de música, te ha hechizado, volviéndote loco de amor y deseo por ella.

No sabía qué decir, o qué hacer. No sabía si venía a hacerme daño a mi o a ti, me asustaba solo la idea de no poder ayudarte o de que no puedas ayudarme a mí, en caso de que eso viniera a hacer... Como sabrás, no soy muy católico después de todo, así que no sabría como verdaderamente sacar a un fantasma o espíritu de la casa.

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